¿Edición tradicional o autoedición? Mi experiencia como autor

En este artículo, el escritor Manuel Fernando Estévez Goytre * nos cuenta su experiencia con la publicación de sus libros.




Soy de los que piensan que toda persona debería realizar alguna actividad creativa como forma efectiva de encontrarse a sí mismo dentro de la tibieza que aportan las aguas del arte y la cultura, pero sobre todo de alcanzar el más alto objetivo que cada cual se propone en el sentido de que el sueño –o también el ensueño– del artista puede dejar de serlo para convertirse en realidad a medida que sus obras van tomando forma, calidad y, en cierta medida, volumen. La literatura y el fin al que suele destinarse llegar al mayor número de personas posible– es uno de los ejemplos más claros dentro del espectro de la creatividad. En estas líneas nos centraremos en la narrativa con todos los géneros o subgéneros que arrastra: la novela, el relato breve, el cuento, el ensayo o, incluso, el artículo y la reflexión; concretamente en la fase que a todas luces debe ser el final del proceso de gestación de una obra literaria: la edición.


Existe en nuestro país –como en cualquier otro de nuestro entorno geográfico, histórico o simplemente con los que mantenemos ciertas similitudes políticas, sociales o religiosas– un elevado número de escritores, no solo los que hacen de esta actividad su oficio o profesión, sino los que se dedican a ello en cuerpo y alma de una forma altruista, como salida a sus necesidades, sus delirios o sus vivencias. Cuando uno camina sobre esos lodos no solo se da cuenta de esta afirmación, sino de mucho más. Dicen las malas lenguas, y creo que dicen bien, que en una ciudad como Granada, pongamos por caso, existen más de mil personas que por uno u otro motivo tienen la sana costumbre de escribir. De ese millar me atrevería a asegurar que no han logrado vivir de la pluma más de diez o doce autores, y quizá esté pecando de exceso.


Última obra publicada, la colección de cuentos Delirios de autor.

Yo, que humildemente di comienzo a mi actividad literaria en 2008, no sabría precisar con exactitud por cuántas editoriales he paseado mis obras con la intención de encontrar una que publicara ms trabajos sin que me arañase el bolsillo. Pero como no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante, a base de enviarles manuscritos o presentarlos a diferentes certámenes, por fin logré, en 2010, el primer premio de un concurso de novela para continuar en 2011 con otro galardón que me brindó la oportunidad de publicar mi obra en una importante editorial con la que repetiría en el futuro. Más tarde, otra de mis novelas quedaría finalista en cuatro ocasiones, obra que acabé publicando en otro prestigioso sello. El resto de mis criaturas pertenecientes a la narrativa larga, si bien no han obtenido premios, han sido bien valoradas tanto por la crítica como por los lectores.


Siempre me ha gustado intercalar la escritura de la novela con el relato breve, género en el que, además de moverme con cierta comodidad y soltura, también he conseguido primeros premios, finales, algún que otro accésit y numerosas selecciones para publicaciones conjuntas. Así, mis cuentos, relatos e incluso reflexiones se pueden encontrar en un amplio elenco de  colecciones o antologías.


Tener una editorial que te avale es algo que perseguimos todos los autores, o al menos la mayor parte de nosotros. Da cierto prestigio, seguridad y garantiza, o en teoría debería garantizar, una buena promoción en páginas web, redes sociales y apoyo en las presentaciones y firmas de libros. Sin embargo, no todas ofrecen estos servicios. No todas trabajan con distribuidora ni promocionan al autor, lo que no es reprochable dado que cada una hace lo que puede según sus medios y el radio de acción en el que se mueve. Lógicamente no podemos comparar una editorial pequeñita con una multinacional. Pero centrémonos en las del primer grupo, ya sean convencionales o de autoedición.


Uno de los temas más delicados pero de obligada mención, que trae de cabeza tanto al autor como a la propia editorial, es el económico, el porcentaje que se recibe por cada obra. Por la escritura de una novela, a modo de ejemplo, que puede llevar un año de trabajo, el escritor debería recibir, si solo tenemos los ojos puestos en el tiempo empleado, el sueldo medio anual de cualquier persona. A eso habría que añadir las horas invertidas en la promoción en redes sociales, confección e impresión de puntos de lectura, flyers o tarjetas personalizadas, por no hablar de roll-up, cartelería, preparación de presentaciones, firmas de libros o la propia celebración de los actos. Todo ello necesita un aporte económico que al autor le es imposible afrontar en la mayor parte de las ocasiones. Si cogemos el bisturí y analizamos la situación, nos daremos cuenta de que se trata de un proceso que, de no ser por la satisfacción que aporta la faceta creativa, no merecería la pena.


amor y soledad
En Amor y soledad participé con “Últimas vacaciones”, una obra sobre la soledad de la fase final de nuestras vidas .

Si yo percibo un 10% por cada libro que vendo (tratándose de una edición convencional), a lo que hay que restar impuestos, estaríamos hablando de poco más de un euro. Poca cosa. Eso y nada es nada. Tendríamos que vender treinta o cuarenta mil libros anuales para poder hacer de la escritura nuestra profesión. Pero, seamos sinceros, ¿quién vende esa cantidad? En  realidad desconozco la respuesta, pero no creo que sea más del 1 o el 2 % quien supere esas cifras. La conclusión sería que la mayor parte de los escritores tienen una segunda (o, mejor dicho, una primera) ocupación y la escritura se perfila solo como un sueño, como otros sueñan con llegar a ser un buen abogado o un médico de prestigio. Sin embargo, la diferencia radica en que el abogado ejerce su profesión y percibe unas retribuciones (más altas o más bajas) desde el primer día. El narrador no. El narrador deja buena parte de su tiempo y su dinero en una ilusión que las más de las veces quedará en agua de borrajas. Intenta preparar una presentación y llenar una sala sin conseguir casi nunca completar siquiera la mitad del aforo. Y eso siendo muy afortunado. Conozco a más de un colega que se ha quedado solo con el presentador, con el ánimo por los suelos y un discurso en el que ha puesto todo su empeño, sin poder presentar su flamante obra.


En Madre naturaleza colaboré con “El valle del agua”, un relato inspirado en el texto bíblico dedicado a la Torre de Babel.

Afortunadamente no es mi caso. Nunca me he visto solo con la persona que ha tenido la amabilidad de leer mi libro y preparar una intervención a la altura de las circunstancias. Creo que tanto mis novelas como mis cuentos suelen gustar a los lectores. Sin embargo, tengo inquietudes y me gusta ir a ferias, firmas y preparar presentaciones en ciudades distintas a la mía. Y si miramos la cara oscura de la moneda, eso cuesta dinero, como acabo de decir. Y un 10 % no da ni para el autobús. Por tal motivo, entre otros, para mi última obra, la colección de cuentos titulada Delirios de autor, he optado por la fórmula de la autoedición. Llevaba dos años consecutivos publicando relatos en antologías con Public&Arte. Recuerdo que la temática de la primera era Amor y soledad, en la que participé con “Últimas vacaciones”, una obra sobre la soledad de la fase final de nuestras vidas. La segunda antología, ilustrada con fotografías a color, se titulaba Madre naturaleza, en la que colaboré con “El valle del agua”, un relato inspirado en el texto bíblico dedicado a la Torre de Babel.


Poco tiempo después, la propia editorial (Public&Arte) me ofreció la posibilidad de publicar una colección de cuentos de mi autoría. Sin aportar dinero por adelantado, el único requisito que me exigía era quedarme con diez ejemplares. «¿Diez ejemplares? –Recuerdo que me pregunté–. Si en una sola presentación puedo vender bastantes más». Y en eso estoy, preparando presentaciones y acudiendo a ferias y firmas de libros, con un margen de ganancia que me permite, al menos, costear mis viajes y no perder dinero. Pago un precio asequible por los libros que necesito y los vendo a un precio también asequible.



Conclusión: la editorial convencional, a mi humilde parecer, es positiva cuando el autor no puede gestionar por sí solo el elevado volumen de ventas (cuando lo hay). Para escritores que no superan cierta cantidad, merece la pena la autoedición.




Manuel Fernando Estévez Goytre es escritor de varios libros de relatos y de novelas.


Biografía de Manuel Fernando Estévez Goytre

Mi última obra, la colección de cuentos titulada Delirios de autor.

Libros

Delirios de autor (selección de cuentos)

El Señor de Gran Capitán

Granada antigua y el reino nazarí

La sangre sobre las azucenas

Las cenizas del Danubio

Sueños de futuro

Toda la verdad sobre Patricio Cervilla


Web / Blog

http://deliriosdeautor.over-blog.es/

Facebook

https://www.facebook.com/manuelfernando.estevezgoytre

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