Propuesta 118 – Taller de CREATIVIDAD LITERARIA

taller-de-creatividad-literaria-118Un buen principio para una historia puede ser una pregunta que genere más interrogantes.


Escribid un relato de no más de 2.000 caracteres que comience así:

“¿Sería verdad lo que aquel camarero le había contado?”

 

© De El libro de mi creatividad literaria. Ediciones Obelisco

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Recordad que para contar los caracteres de un texto, podéis usar el menú Herramientas de Word o cualquier contador de caracteres en línea como estos:

 


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  2 comments for “Propuesta 118 – Taller de CREATIVIDAD LITERARIA

  1. Olalla Alonso Álvarez
    1 enero, 2018 at 21:32

    ¿Sería verdad lo que aquel camarero le había contado? ¿O solamente estaría intentando tomarle el pelo? Robin se caracterizaba por ser un tipo escéptico, el cual no se creía cualquier cosa que le contaran. Pero aquello parecía tan real… Es decir, que un camarero del bar que frecuenta casi todos los días le diga que ha presenciado un asesinato a medianoche en la parte del puerto donde se amontonan las nasas y las redes, no es algo que se escuche todos los días. Dicho camarero se había dado el lujo de entrar en detalles, lo que hizo desaparecer el apetito de Robin y le dejó la garganta seca. Le contó que fue en una noche de luna llena, el mar estaba en calma y él estaba paseando cerca del puerto ensimismado en sus pensamientos, cuando de pronto escuchó un grito de mujer. Miró en la dirección en la que lo oyó y pudo ver como una mujer se desplomaba al suelo mientras un hombre de mediana estatura y encapuchado salía corriendo. El camarero reaccionó y fue corriendo hacia la mujer. Cuando la vio se quedó petrificado. La luna llena se reflejaba en sus ojos inertes y de su corto vestido negro salía el mango de una navaja, la cual estaba clavada en su vientre muy profundamente. La conocía de vista. Era una de las bailarinas del burdel que estaba al final del paseo marítimo. La había visto un par de veces en la puerta hablando con otras bailarinas y también había pasado por el bar para tomar algo con sus compañeras de profesión.

    La hemorragia que le había provocado la navaja era tal que ya no había nada que hacer, así que llamó a la policía y a una ambulancia; alguien tenía que ocuparse del cadáver.

  2. Naddia
    15 enero, 2018 at 22:00

    ¿Sería verdad lo que aquel camarero le había contado? Decía que la señora que limpiaba el bar a las seis de la mañana era una empedernida consumidora de series truculentas y periódicos morbosos como El Caso. En cuanto llegaba el diario lo abría con avidez por la página de sucesos y veía los asesinatos y homicidios que habían ocurrido y las nuevas de los que ya conocía. Era un personaje la señora Engracia. Todo el mundo le parecía sospechoso. ¿Se ha fijado en ése? ¿No le tiene mirada de truhán? Decía a menudo. Y el camararo asentía porque no llevaba mucho tiempo en el local y prefería seguirle la corriente. Y estando así una tarde tomando un cognac, el mismo camarero le contó que un día por la mañana a las seis y pico había llegado el dueño para abrir y se puso a organizar las cajas en el almacén y en esto llegó la señora Engracia como todos
    los días y después de quitarse el abrigo se puso a gritar: ¡Señor Pepe! ¡Señor Pepe!
    Tal fue el alboroto que el señor Pepe salió con una pala creyendo que habían entrado unos ladrones: ¿Qué pasa, señora Engracia? Y la señora Engracia casi sin color le dijo: ¡Creía que se había usted ahorcado!
    El señor Pepe,pala en mano, se quedó sin gesto definible, la boca abierta y la incredulidad en la mirada. ¿Ahorcado? ¿Por qué ahorcado?
    Es que no lo vi y como no contestaba y estamos a final de mes, pensé que igual le había desaparecido dinero o se había fugado su mujer con otro, que esas cosas pasan mucho y no hay que despistarse. Y como usted es muy sensible ya lo veía yo con la soga al cuello y eso no lo podría soportar porque a los que mueren así se les va el pis y se quedan morados y a mí no me gustaría verlo así, señor Pepe, que yo le tengo mucho aprecio.
    Y el señor Pepe, todavía con cara de tonto, le agradeció el aprecio y le dijo que no se preocupara que no pensaba ahorcarse.
    Doña Engracia se puso el mandil con cara desconfiada. Nunca se le escapaba la cara de un suicida…

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