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EL LIBRO DE MIS BUENOS MOMENTOS*Un libro para escribir
más de quinientas situaciones que te ayudarán a recordar los mejores momentos de tu vida. *Este libro es una herramienta para capturar con palabras nuestros buenos momentos contando las sensaciones que nos hacen vivir y los detalles necesarios para evitar que caigan en el olvido.*Contempla unas quinientas situaciones que todos hemos vivido o viviremos, con varias preguntas para cada una de ellas cuyas respuestas nos permitirán captar y disfrutar con más intensidad esos instantes irremplazables.*De venta en librerías y en www.sobrelineas.com
libros para escribir y luego leer
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Se vistiò con su mejor camisa y su mejor sombrero de Rafia, para ir a la degustaciòn de mariscos a la cual fue invitado por el municipio, junto a todos los visitantes veraniegos. Esta actividad logra sacar del sillòn y de la televisiòn, a su cuñado Fèlix, que pasa las vacaciones en su casa, y para èste, su descanso ideal es no moverse del sillòn frente a la tele.
Fue muy agradable el ambiente reinante al comienzo de la actividad: pusieron una especie de tarima, que hizo las veces de escenario, donde un presentador iba detallando los productos propios de la zona y mostrando unas pàginas enormes, que iban cambiando en forma automàticaque daban cuenta del consumo anual mundial y el consumo anual del paìs (bastante bajo). El andamio que protegìa del sol, se cayò, y quedò la pelotera. Habìan varios stands o puestos de venta de productos de la zona, y uno de ellos, tenìa de adorno una làmpara de gasolina, con gasolina que con el derrumbe del andamiaje, se cayò, se rompiò y el combustible se derramò y con el calor a esa hora se prendiò. Se produjo un incendio, que no llegò a mayores, gracias al actuar ràpido y asertivo de los pescadores, que cuchillo en mano y pechera de hule puesta, para abrir moluscos; apagaron en dos tiempos el incipiente fuego. Tambièn habìa dispuesta una gran parrilla, para asar cordero que igualmente se degustarìa.
La actividad se acabo abruptamente, con la salida masiva de la gente, que corriò en tropel, al caerse parte del entarimado…
Sentado en el andamio, en el techo del mundo, con la camisa flotando al viento cierra los ojos. Desde esa altura todo parece posible, es como tener la lámpara de Aladino y sentir que ningún deseo en imposible.
Por eso fue tan difícil caer, dar vuelta la página y comenzar a ver el mundo sentado desde el sillón del living, las noticias en el televisor no son alentadoras, arrastrando los pies, se levanta hacerse un te.. la soledad como un cuchillo en las tripas, cuando fue que dejó escapar todo su futuro, cuando la gasolina se agotó y solo se quedó parado ahí mientras el mundo seguía girando
Cuando llegó a la dirección indicada se encontró con una escena difícil de procesar. Tirado en el sillón, con la camisa abierta y empapada en sangre, aún con el cuchillo clavado en el pecho, yacía la víctima. En medio de la habitación, partes de una lámpara que quizás arrojó para defenderse. A su lado, un libro destrozado al que parecía que le habían arrancado una página; eso despertó su curiosidad, pero sabía que no debía perder tiempo.
Volvió al coche a buscar el bidón de gasolina y la roció por toda la habitación.
-Ya no harás tus travesuras en el andamio- le dijo al cuerpo inerte mientras encendía el fuego y se volteaba para marchar.
Sorteó con un movimiento gracioso el sillón de la recepción. Aun debía llegar al piso 3.
“Este ascensor está más lento cada día” pensó mientras golpeaba la puerta. Cuando se abrió ahí estaba él, con su mejor camisa y aquella sonrisa triste que ella evocaba desde la noche anterior, casi de manera compulsiva.
Junto al fregadero descansaba abierto en la página de carnes un libro de cocina y él volvió a la tarea con el cuchillo y su delantal. Mientras ella sirvió vino. Ya no le importaba la lluvia que repiqueteaba con un sonido metálico sobre el andamio asomado en la ventana y que hacia una hora atrás ayudó a la odisea por conseguir gasolina en la víspera de un fin de semana largo.
La lámpara del living fue única testigo de esa cena, de las miradas, de sus bocas. Otra vez las agujas del reloj que se desconocen y luego sentir que el tiempo se escurre como agua. Sentir la eternidad en el peso de su cuerpo y el terror paralizante de su ausencia.
¿Qué le importa saber que es efímero este idilio? Que dura segundos antes de que caiga ese velo, de que se acelere ese ascensor, que se hagan vegetarianos, que se convierta la eternidad en vencimiento.