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Imagen para la propuesta 175 . . |
EL LIBRO DE MIS BUENOS MOMENTOS*Un libro para escribir
más de quinientas situaciones que te ayudarán a recordar los mejores momentos de tu vida. *Este libro es una herramienta para capturar con palabras nuestros buenos momentos contando las sensaciones que nos hacen vivir y los detalles necesarios para evitar que caigan en el olvido.*Contempla unas quinientas situaciones que todos hemos vivido o viviremos, con varias preguntas para cada una de ellas cuyas respuestas nos permitirán captar y disfrutar con más intensidad esos instantes irremplazables.*De venta en librerías y en www.sobrelineas.com
libros para escribir y luego leer
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Emilia, tiene solo 3 añitos de edad, y es muy, pero muy inquieta y ràpida. Es un pequeño torbellino. Saliò unos dìas a la playa; con sus papàs y los abuelos de la mamà. Llegaron a la casa de veraneo de la abuela de la mamà, una casa amplia, grande y con mucho terreno vacio, donde crece la maleza, los bichos y los topos.
Luego de almorzar, partieron a la playa los cinco. Le presentaron el mar a la niña, que no lo conocìa, pensando que el ruido y las olas la iban a asustar. Tomò la mano del papà y entrò al agua, pero ràpidamente soltò la mano del papà y en un dos por tres, fue arrastrada por el mar, provocando la angustia de èl al ver que su hijita era botada y arrastrada por el agua. De manera veloz fue al rescate de Emilia y la levantò de un tiròn del agua y èsta con sus cachetes inflados, escupiò el agua que tenìa en sus mejillas, tosiò un poco y le dijo al papà «¡Me ahoguè papà!»… vamos a buscar a la mamà para saltar en el aguita.
Dìas despuès, mientras las mujeres adultas cocinaban y los hombres desmalezaban el frente de la casa; partiò a investigar, sola, corriendo para que no la pillaran, la parte de atràs de la casa, cosa que le pidieron no hacer y le dijeron, para asustarla, ¡Que los topos mordìan a las niñas chicas como ella! y en la noche ¡Vienen a tomarse tu leche!, asì que era mejor que no la viesen. A pesar del susto, Emilia querìa conocer a los topos y se encontrò con uno. Conversò con el topo, èste le contò que estaba buscando otro lugar donde vivir, pues la relaciòn con los humanos no era buena. Emilia no sabìa que ella y sus padres eran humanos, creyò que los abuelos eran los humanos a los que se referìa el topo, pero se dio cuenta que al aparecer su padre, el topo desapareciò. Cada dìa que le fue posible ir a la madriguera del topo, a escondidas de los adultos, fue. Le llevò leche, su leche, al topo, que èl agradecia mucho, pero no tomaba porque no era parte de su dieta alimenticia.
Cuando tenìan que regresar, llorò mucho, tanto, que su madre se alarmò y quiso llevarla al mèdico, y mientras encontraba el nùmero telefònico, dejò a la niña en brazos de su padre y a èste le contò de su amigo topo y todo lo que hablaron, y que se quedarìa solo y ¡Quièn le llevarà leche! y volviò a apenarse con mucho ìmpetu. Entonces su padre la llevò a la madriguera del topo, la bajò y èl se alejò un poco, para que Emilia se despidiera sola del topo, pero el topo no apareciò, ya se habìa cambiado de lugar.
La mamà ya habìa encontrado mèdico, y tendrìan que llevarla en un par de horas, pero Emilia volvìa a reir, correr y saltar como siempre.
Muy atractiva esta narración. Felicidades.
Gran talento e imaginación. Me gusto mucho.
AGC
Gracias Agustìn, acabo de leer tu comentario.
Se aprecian algunas redundancias en la primera parte de relato.
Creo que el tema principal de tu escrito, es Emilia y el topo, y al tener estos ejercicios, microcuentos como resultado, considero que la historia de la playa se pierde.
A María Luisa le encantaba mecerse en el columpio que teníamos en el traspatio de la casa. Por regla, siempre la acompañaba su osito de peluche, un oso desgarbado, desojado y sin sombrero, del cual nunca se separaba. Recuerdo que mamá se ganaba la vida lavando y planchando ropa ajena, cosa que a María Luisa le disgustaba sobre manera, dado que, la ropa colgada en el patio le impedía mecerse en el columpio hasta que su rayita se le despareciera del trasero. Para sorpresa de todos en casa, un día María Luisa desapareció. Papá estaba colérico, mamá neurasténica, yo con los pelos de punta porque con esa gritería era imposible concentrarse para realizar las tareas. Bueno… lo confieso, María Luisa no me gustaba para nada, se me antojaba una niña tonta y sin gracia. No entendía porque tantos mimos y cuidados con esa mocosa que más parecía una mosca adherida a un pastel. Papá se pasó todo el día buscándola por todos los rincones del barrio: parques, tiendas de golosinas, casas de vecinos, escuelas, todo. Regresó a casa exhausto, con el gaznate seco y los ojos vidriosos. Mama lloraba y lloraba tanto, que toda la casa se cubrió de una penumbra tenebrosa. Hablaba de rapto, de secuestro, de asesinos en serie, de locos desquiciados, de violadores, de trata de blancas; aunque el color de María Luisa fuese más negro que el betún, hasta que papá cansado de oír tanta alharaca la silenció de una cachetada. Yo quedé perplejo, jamás había visto a papá hacer tal cosa, pero, surtió efecto, mamá hizo mutis, se arrellanó en el sofá y socavó sus sollozos entre las rodillas. Papá siguió con sus pesquisas en toda la casa, mamá no decía ni mu. Yo trataba de colaborar para que no se dijera que era un desconsiderado, un mal hermano, un niño sin sentimientos, sin piedad, sin corazón, en fin, hasta que, empezó a desgajarse el aguacero. Mamá dio un salto, me tomó de las orejas y me llevó en dos zancadas al patio. Empezamos a descolgar la ropa: sábanas, fundas, medias, pantalones, cobijas. Ya estábamos a punto de terminar cuando, vemos a María lusa y su osito de peluche, suspendidos de una de las cuerdas, como trapos viejos al viento y al azar y, ella sumida en un profundo sueño. ¿Qué cómo lo hizo? Vaya uno saber, lo cierto es que mamá la descolgó como una de sus prendas de lavado, la arropo con las sabanas, la acomodó lentamente sobre el sofá y corrió a donde papá para contarle de su aparición. Yo me quedé allí, si despegarle la mirada y preguntándome: hedionda mocosa, ¿cómo hizo para colgarse ella sola de la cuerda?
Muy buenísimo! Graciasssss
Lulú vive suspendida en la gozosa niñez, ajena a ninguna otra realidad que no tenga que ver con su fantasía desbordada. Es una niña despierta, dispuesta siempre a regalar su desparpajo, pizpireta y risueña . La alegría que siempre la acompaña, tiene mucho que ver con la armonía de su familia, arropada de la complicidad con sus tres hermanas mayores.
Desde que recuerda, divertida, Lulú juega siempre en el patio de su casa, que al igual que el de la canción, es particular y cuando llueve se moja como los demás …
La comba, las gomas y » el Calderón » * la sumen en precipitados saltos, que con pericia a diario, hacen las delicias de una muchachita intrépida y revoltosa como Lulú, que solo vuelve al mundo real, cuando el estómago le reclama con urgencia, la suculenta merendola que le prepara mamá…
Corriendo, felices sus trenzas llegan antes que ella al regazo de mamá, que amorosa la estrecha sin necesidad de motivo.
Se deja abrazar mimosa por un breve instante, para salir de nuevo al encuentro de sus amigas, corriendo con un apetitoso bocadillo de chorizo entre las manos y regalándole a mamá una sonrisa vivaracha llena de gratitud.
En su precipitada carrera por juntarse con el resto de niñas, esquiva con garbo, a su vecina Dña. Pauli, que primorosa extiende la colada de ropa blanca inmaculada.
Lulü, no desaprovecha ocasión, para zambullirse de bruces en su mundo mágico y por un momento se imagina divertida, suspendida en volandas sujeta por cico pinzas, de la misma cuerda donde Dña Pauli orea al viento sus sabanas.
_Lulü , venga, merienda rápido, te esperamos !!! _ le dicen ufanas sus amigas, rescatándola de su efímero » vuelo » …
Me encantan tus cuentos. Echè de menos tus escritos, como los de Azul Bernal.
¿Dime?… ¿Las propuestas se suspendieron?… No recibì màs.
Hola Sandra,
No creo que se hayan suspendido las propuestas por que si mal no recuerdo, al principio se dijo que habría 365.
Saludos.
Sueño de lavandería
Tuve un sueño muy extraño, soñé que era otra vez niño y era aquella época de mi vida en la que aún no teníamos lavadora, mi mamá solía lavar la ropa a mano; y estábamos en uno de esos días soleados en que lavaba bastante ropa, la ropa de todos, yo le ayudaba un poco como podía, mi mamá también solía cocinar al mismo tiempo que lavar, era muy hábil ella, lograba terminar ambas labores justo para las doce del día.
En mi sueño había abundante ropa de muchos colores, ropa que no recuerdo haber visto antes, había tinas enormes que tampoco los había visto antes y abundante agua. En una de las tinas lavaba la ropa, en otras dos las enjuagaba. De pronto mi mamá me preguntó dónde estaba mi hermana menor, lo cual me extraño, pues yo era muy niño en el sueño y mi hermana nació cuando yo era ya grande, ¿cómo es entonces que ella estaba ahí? La llamaba una y otra vez pero no contestaba, yo no la llamaba pero si buscaba alrededor y no la encontraba tampoco.
De pronto escuche su voz y unas risas que eran de ella,- ¿Dónde estás?- Preguntaba mi mamá – ¡Aquí estoy!- respondía ella, pero no la encontrábamos; cuando de pronto cayó en una de las tinas de enjuague, entendimos entonces que estaba en el balcón del segundo piso, mi mamá pronto la sacó pues estaba toda mojada, tenía en sus manos un pequeño osito de peluche que también se mojó.
-Y ahora ya no tienes más ropa- dijo mi mamá. Y tubo la loca idea de que la ropa se secara sin quitársela a mi hermana colgándola en el tendedero a mi hermana con la ropa puesta. Y me dijo que traiga unos ganchos y empezó a suspender a mi hermana de la ropa húmeda en el tendedero, tenía una blusita blanca con un pantalón corto de tela; mi hermana solo sonreía, como si todo aquello se tratase de un juego, también el osito de peluche fue tendido junto a ella. Así es como vi en mi sueño a mi hermanita colgando de un tendedero como si fuera una más de las ropas lavadas
Un día de verano
Recuerdo que ese verano llegó con mucho calor, mucho más del acostumbrado en mi pequeño pueblo sureño. Desde la mañana hasta el anochecer, yo no paraba de quejarme de las altas temperaturas y la única manera en que dejaba en paz a mamá era si me permitía jugar con agua. Mamá no tenía problema con ello mientras mis juegos los hiciera en el jardín. Las complicaciones comenzaban cuando por una u otra razón yo hacía caso omiso de sus instrucciones y entraba como un torbellino a la casa, dejando arroyos a mi pasaje. Lo peor era cuando decidía ir al interior justo después de que mamá acababa de limpiar. Extrañamente en esos momentos sentía un antojo incontrolable por comer algo, o la necesidad de entrar a buscar algún accesorio que pudiera servir en mis juegos imaginarios. Por ejemplo, imaginaba que una tormenta llegaba, (creada con la manguera, colgando de uno de los tendederos de mamá y sostenida con ganchos de ropa y alguna cuerda perdida entre los utensilios de jardín de papá) y me era necesario entrar a casa a buscar un paraguas, porque sin duda debía protegerme de esos torrentes de agua que caían sobre mí. Cada vez que eso pasaba, Mamá me gritaba diciendo que era totalmente absurdo lo que estaba haciendo y que por favor, por la enésima vez, me abstuviese de entrar, particularmente cuando acababa de pasar el trapeador y se destinaba a continuar con otras labores del hogar. Por supuesto sus peticiones eran vanas, las necesidades y los antojos que me acontecían no eran algo que a mi temprana edad pudiera contener.
Uno de esos días extremadamente calurosos, me levanté muy temprano, desayuné con gran rapidez y como siempre me destinaba a jugar en mi mundo imaginario donde el agua era el principal elemento. Antes de salir al jardín, mamá me dijo que esa tarde tendríamos una invitada, por lo cual, la casa debía mantenerse limpia, puesto que no queríamos dar una mala impresión. Además, agregó que después de comer yo tendría que quedarme al interior, vestirme con ropas adecuadas y que tranquilamente esperaríamos la llegada de la visita. En mi prisa por salir, dije que sí a todo, sin realmente escuchar las indicaciones que ella me daba. A mis escasos seis años que podría importarme la llegada de una visita. Además, ni siquiera sabía de quien se trataba, y tampoco lo quería saber. Dado las peticiones de mamá me dije que seguramente sería alguna persona aburrida, fea y de mal humor. Y la verdad es que ese tipo de personas no eran mis favoritas.
Por supuesto que mamá se dio cuenta de mi falta de interés y para evitar mis entradas sorpresivas y acostumbradas a la casa, puso una tranca en la puerta que daba al jardín. Esta tranca me permitiría abrir la puerta solo un poco desde podría echar un grito a mamá, en caso de que tuviera una verdadera necesidad, como ir al baño o me encontrará en algún pequeño problema.
Molesta por la osadía de mamá de no dejarme entrar, decidí darle un verdadero uso a su idea. Mientras ella limpiaba con más esmero que otros días, a mí me surgieron muchas necesidades e ideas. Todas eran importantes y no estaba dispuesta a abandonarlas. Así que me paraba en la puerta abriendo lo más que podía y gritaba sin parar, hasta que mamá cansada de mis gritos se daba por vencida y prefería ceder. De hecho era bastante cómodo para mí, porque mientras ella iba a buscar lo que le pedía, yo podía seguir jugando. A veces, hasta olvidaba el uso que daría a alguno de los numerosos objetos que no paraba de solicitar.
Cuando la hora de comer llegó, mamá vino a anunciármelo cargando una toalla y ropa seca para que pudiera entrar a comer. Ella lucía particularmente cansada y de muy mal humor. Yo se lo atribuí a la famosa visita que llegaría en un par de horas más, ya que a diferencia de otros días, hoy yo no había ensuciado la casa. Contrariamente a ella, yo no me sentía tan cansada, probablemente por todas las veces que evité subir y bajar escaleras gracias a la idea genial de mamá de poner una tranca en la puerta. Es más, le diría que ya ni siquiera necesitaba poner la tranca. Podríamos seguir sin problema alguno con esa dinámica. Yo me acercaría a la puerta cada vez que necesitara algo, gritaría con todo lo que tenía en mis pulmones para asegurarme de que ella me escuchara, aun cuando estuviera arriba o distraída por esas labores que ella tanto disfrutaba – ¿cómo no podía disfrutarlas si todos los días las hacía, de la misma manera en que yo jugaba con el agua todos los días en el jardín? Sin duda mamá y yo formábamos un excelente equipo.
Al terminar de comer, llena de energía me destinaba a salir y seguir con mi actividad preferida de ese verano. Pero mamá me paró en seco y muy molesta me dijo, que ni se me ocurriera. Primero que nada tenía que recoger mi plato, limpiar la mesa, e inmediatamente después, subir a cambiarme con la muda de ropa que se encontraba sobre mi cama. En mi cabeza infantil yo pensaba que mamá lo que quería era jugar conmigo, pues quería que yo también hiciera algunas de sus actividades favoritas.
Una cosa era jugar con mamá, aunque confieso que sus juegos no me gustaban mucho, y otra era que ya no me dejaría jugar a lo que yo quería. Por supuesto hice un berrinche, que no duró mucho. Este paró cuando mamá me advirtió que si continuaba con eso, los últimos días del verano tendría que encontrarme una nueva actividad en que ocuparme porque ya no me dejaría ir a jugar al jardín con agua. Por supuesto mis súplicas y explicaciones sobre el tremendo calor que hacía y como no podría sobrevivir el verano si ella ya no me permitiese jugar a eso, no valieron de nada. De mal humor recogí mi plato, y limpié la mesa como ella lo había pedido. Por supuesto el peor momento fue cuando me tomó por la mano y me llevó a mi cuarto. Esperó a que me vistiera con la ropa que ella había elegido y después me sentó sobre la cama para peinarme. Yo estaba muy molesta, tenía mucho calor y necesitaba salir. Estar en casa me ahogaba. Pero no podía hacer nada, al menos no en ese momento. Mamá me dejó unos libros, me sacó los crayones y me propuso leer un poco o mejor aún, crear un bello dibujo, el cual ofreceríamos a la invitada sorpresa que llegaría muy pronto. Mientras tanto ella iría a tomar una ducha para prepararse también. Me dio un beso y salió de mi cuarto.
Quise complacer a mamá y comencé a dibujar algo, una bruja sería apropiada, me dije. Como ya era muy ágil para hacer esos dibujos -mi maestra en el kínder me dijo que era muy buena dibujando, y estaba segura de que mi nueva maestra en la primaria diría lo mismo- terminé muy pronto. Mamá por su parte, no había terminado aún. Le grite si podía ir a ver la televisión, y como no me respondió asumí que era un sí. Tranquilamente bajé a la sala. Mamá había jugado mucho. La casa lucía muy linda. Incluso un hermoso ramo de flores adornaba la mesita de la sala. Me senté, prendí la tele. Mamá tardaba mucho en bajar y yo no encontraba nada interesante que ver. Además hacía un calor horrible y el vestido que mamá había elegido para mí era muy caliente e incómodo. Perdida estaba en mis pensamientos cuando apareció una imagen en la televisión que me parecía muy familiar, un grupo de niños se divertía jugando con agua, todos gritaban y reían. Alrededor de ellos había mamás contentas, sonriendo también. Y como a los seis años, las decisiones aún no están basadas en un sería reflexión, me dije que mamá disfrutaba mucho cuando yo me divertía y que seguramente si ella bajaba ahora y me veía allí sentada, aburrida y sin una verdadera ocupación, me diría que mejor fuera a divertirme al jardín. Así que sin pensarlo más y con la certeza de que mamá estaría contenta con mi decisión, me levanté y me entregué a cuerpo y alma a mi actividad favorita del verano: jugar con agua.
Supongo que solo unos minutos después de que yo me salí, mamá terminó de ducharse y prepararse. Su invitada sorpresa llegaría en unos cinco minutos. Llamándome fue hacia mi cuarto y lo único que encontró fue mi hermoso dibujo de bruja. Molesta –no sé por qué- , escuchó la televisión y se dijo que yo estaba abajo. Bajando las escaleras seguía llamándome y diciéndome que no estaba contenta con el dibujo que había hecho. Una bruja no era algo muy simpático para regalar a una persona tan especial como la que vendría a visitarnos.
Cuando llegó a la sala se encontró con la sorpresa de que la televisión funcionaba para una audiencia inexistente. Pensando lo peor se apresuró a buscarme por la puerta trasera cuando escuchó el timbre en la puerta del frente. La visita había llegado, se trataba de su más querida amiga de infancia, a la cual al parecer no había visto desde hace más de veinte años.
Feliz por el encuentro, se olvidó por un instante de mí y la invitó a pasar al interior. Era verdad que hacía calor.
Ocupada con mis juegos, no escuché nada y hasta me había olvidado de la visita de mamá. Una idea me surgió y recordé el bello jarrón donde mamá había puesto su ramo de flores, éste sería excelente para mis propósitos. Corriendo entré a casa, con chorros de agua resbalando por mis vestidos, y como una tromba me dirigí al salón. Debido a la sorpresa de ver a una linda persona sentada en el sillón que me quedaba de frente (y no a una bruja como la que había dibujado) me tropecé con la pata de una pequeña mesa. No hubiera pasado nada grave si no hubiera estado usando solo calcetas mojadas sin zapatos. Por supuesto, me resbalé, y al tratar de evitar mi caída agarrándome de lo que podía, hice caer como un dominó la decena de portarretratos que mamá tenía sobre una cómoda.
Además del ruido provocado, lo más espectacular fueron los cientos de trozos de vidrio volando de los portarretratos que al caer se quebraron.
Cuando miré a mamá parecía que fuego le iba a salir de los ojos, pero sorprendentemente, en unos segundos su mirada cambió, miró a su amiga y le dijo -‘“Anastasia, efectivamente hace mucho calor. ¿Qué te parece si tomamos el té al exterior?, Por cierto, esta es mi hija.” Y sin mirarme, le dijo “ven conmigo por favor”. La linda señora me sonrió y con cuidado rodeó lo trozos de vidrio sobre el piso y siguió a mamá.
Cabizbaja yo también las seguí, dejando un rastro mojado por donde pasaba, aun cuando no había sido invitada. Entraron en la cocina. Mamá sacó del refrigerador mi pastel preferido, un delicioso pastel de chocolate. Lo dispuso sobre una bandeja que tenía listo un servicio de té para tres personas. Conversando con su amiga, retiro uno de los servicios de la bandeja y la invitó a salir al jardín. Me quedé mirándolas partir y sentarse en la mesa del jardín. Unos segundos después mamá entró. Sin decir nada, me tomó de la mano y me sacó al jardín. Nos acercamos a los tendederos y le pidió a su amiga le ayudara. Yo no sabía que decir, solo podía pensar en que mamá estaba actuando muy raro y que me moría por comer un pedazo de pastel. Mamá me levantó, me puso en horizontal como pudo, pidió a su amiga, tomar los ganchos de ropa que se encontraban en un baldecito a la sombra de un árbol, y engancharlos entre mi ropa y la cuerda. Sonriendo mi mamá le explicó a su amiga que lo más importante que me había pedido ese día era mantenerme seca, y como no era el caso, me dejaría secar allí junto a la ropa que había lavado esa mañana, mientras ellas disfrutarían de un rico trozo de pastel de chocolate, bien merecido.
Y allí me dejaron, haciendo caso omiso de mis suplicas. ¿Qué aprendí ese día? Aprendí que su amiga no era una bruja, también que mamá tenía muchas ideas sorprendentes, pero sobre todo aprendí que cuando su paciencia se colmaba su voluntad era de hierro.
Los niños saben jugar.
Suspendidos en el limbo de la inocencia,
pasean sus sonrisas entre la mediocridad.
Y lo malo es que cuando crecemos,
dejamos que se escape la sonrisa
y son las máscaras las que mandan en el juego.
Culpables somos todos
de no ser Peter Panes constantes
y de llevar los calcetines del mismo color.
En lugar de volar nosotros en el hilo de la ropa,
ahora nos toca tender la sucia.
En un sabado número siete de 2006 alguien dijo que el Limbo nunca existio, que era una vieja discución teologica o algo así; no crean nada… aquí estoy colgada en él, mi nombre es Eva y no puedo jugar en los verdes prados del paraíso pero tampoco puedo ver los rios de lava del infierno. Estoy aquí, como colgada de un hilo que me ahoga y no me deja ir para arriba ni para abajo, pero tampoco puedo moverme mucho y no se bien porqué. Esto último no me molesta tanto como sentir esta soledad inmensa, este frio caliente que me recorre el cuerpo, este movimiento inmóvil que veo a mi alrededor, en definitiva este no se qué que experimento en cada bocanada de inmortalidad. Ya no recuerdo cuando vine a parar acá. Recuerdo que un día cerré los ojos esperando algo bueno, y aparecí aquí. Siento que a cada minuto o cada año, no sé bien, voy perdiendo la cordura y se me van olvidando algunas cosas, es desesperante y frustante, me siento sola y solo escucho esa vos que viene… no sé de dónde viene… pero me reprocha y me hiere, me critica y culpa… para acallarla solo me queda reir.
profundo
Hermoso!!!
Mientras más que observo gotas asesinas y suicidas en un tiempo que plasma revoluciones de lluvia, un pequeño charco revive tu nombre y tu gesto sonriente, aunque más que un recuerdo es un castigo permanente. Pequeña poza deformada por apuros irreales y desinterés forzado que interrumpen, aunque no en realidad, la silueta de tu rostro, imagen viva y latente.
Oigo tu voz entre ondas efímeras y superfluas. Me contagia tu sonrisa de dientes de leche y así pierdo la caridad de aquellos que me miran extrañados al verme remembrando en la soledad.
Nadie siente como yo siento. Nadie sabe de tu rostro invencible en aquel charco pisoteado. Solo es mío aquel pasado que en la ciénaga se hace presente y te recuerda mi ausencia.
Hoy no tengo frazadas ni cartón donde dormir, en mi rostro la lluvia se camufla en mis lágrimas, y así acerco mis rodillas a mi pecho y las rodeo con mis brazos en un intento en vano por protegerme de las inclemencias de los recuerdos y del tiempo.
La cordura cogida con pinzas. Siempre que veo una niña colgada con pinzas recuerdo la cordura. Será porque siempre se recuerda lo que no se tuvo demasiado. Yo era un poco díscola en la infancia. Recuerdo un verano en que había mucho revuelo porque iban a escoger a Miss Playa. Y yo, claro, era una niña presumida y creía que podía ser seleccionada. Tendría unos seis años y me enfadó mucho no ser Miss Playa. Después de mi frustrado concurso de belleza, aprendí, con el tiempo, que para ir a un concurso había que apuntarse previamente y tener una cierta edad.
Una niña con pinzas puede ser imagen surreal o incluso lo más real que conozcamos. No es fácil separar lo real de la ficción. Sily estaba en un tendal porque no se había portado demasiado bien. Se había tirado al río y su madre decidió secarla con la ropa puesta. A ella le pareció normal, a fin de cuentas, la ropa también se secaba allí y podría tomar el sol un buen rato. Pero las pinzas no suelen aguantar mucho peso. ¿Qué hacer entonces? Su madre le había puesto una ropa elástica y las pinzas llevaban unos tornillos y no podían soltarse.
La cordura es una verdad con pinzas. Asida con pinzas. Está y no está, todos deberíamos saberlo. La suerte es tenerla, pero si un día desaparece tampoco es extraño. Y si al final caemos, si nos descolgamos de la cuerda, nadie podrá describir la magnitud del precipicio al que llegaremos. Nadie.
Sily era un rayo de sol, luminosa, alegre, locuaz. Nada parecía poder perturbar aquella realidad porque Sily era sencillamente perfecta. Perfecta y frágil como una niña colgada de un tendal.
La cordura es una verdad con pinzas. Con pinzas asida. Con pinzas. Y un precipicio. O nadie. La cordura. La cordura se escapa. Me agarro a la pinza. Lo inevitable es una pared blanca de azulejos sin ningún asidero y tú cayendo. Cayendo, cayendo…
No, por una oreja no, se me va a enganchar el pelo…
Paciencia, no sé si llegará a oírme siquiera, cuanto más escucharme, pero yo lo intento
En fin, tampoco sería una tragedia, lo cierto es que no peso demasiado, soy de tamaño pequeño y una oreja es un sitio como otro cualquiera para prender una pinza
…
Se ve bien desde aquí arriba, cambia la perspectiva, veo por encima de la casita de Walter, que ya no me puede alcanzar, con lo que gruñe rabioso y sorprendido a la vez por esta situación inesperada; veo el manzano de tía Linda que ya asoma su primera rama por encima de la valla, uhm, ¿aguantará un columpio?, no sé, pero probablemente me envíe de excursión en breve, residencia de verano, misión de prospección del nuevo territorio y muy atractivo lugar de escondite de tesoros lejos de manos ajenas y pringosas, testearé la estabilidad, capacidad y acceso de la rama para, posteriormente, ser acompañado en la estancia de mis compañeros: pelotas, tazas, rotuladores…, ay! Que dura la vida del juguete favorito!
Un final muy inesperado y muy sorprendente, ¡un texto muy curioso!
De niña siempre fui mitad huracán, mitad animal. Era indómita y libre, sobre todo muy libre, pasara por donde pasara nada quedaba intacto, arrolladora sería la palabra. Era feliz muy feliz, me gustaba pasar el tiempo en el pueblo, correr por las colinas y hacer bicicleta. Nunca iba a casa a cenar y me perdía por los bosques, recuerdo la sensación de ver la luz del sol colándose entre las hojas de los árboles, la humedad de la hierba, sentía paz y también la magia. Hay algo mágico en la naturaleza, sensaciones únicas como el sentir la lluvia en la cara, o la brisa que te trae un recuerdo que creías olvidado. Olvidamos muchas cosas con los años pero esas son sensaciones que nunca olvidas. Recuerdo también a Ángel le gustaba tirarme de las trenzas y robarme los zapatos cuando me descalzaba para meterme en el río, fue mi primer amigo luego vendrían más pero ninguno sería como él, recuerdo cuando íbamos a su casa y no esperábamos a merendar, le cogíamos las torrijas a su madre y nos íbamos corriendo a jugar, ella siempre me decía que iba con las trenzas despeinadas, pero yo nunca le decía que la culpa era de su hijo, siempre guardaba su secreto. Muchas veces era él el que me llevaba en la bicicleta, me sentaba en el manillar y bajábamos juntos al río. No me puedo bañar le decía yo, mi madre no me deja. El me llamaba miedosa y me decía que si no me bañaba le diría a todo el pueblo que no sabía nadar. Siempre me convencía. Todo el mundo siempre a pensado que le amaba, lo cierto es que muchas veces yo también lo he pensado. Los amores de niños son los mejores, en ellos solo hay felicidad, fui tan feliz con él, siempre le decía que si quería que le leyera mis libros, decía que odiaba leer y nos enfadabamos, luego me escribía un poema hablándome de mis ojos verdes y se me olvidaba. Mis mejores días las pasé con él yendo al cementerio por la noche, bailando en las verbenas o montados en los coches de choque y en eso quedó en unos días pasados, en los recuerdos de una joven que amaba el pueblo y que se fue a cumplir sus sueños a la gran ciudad
El día que me regalaron a Luis me parecía que lo conocía desde hace mucho, disfrutaba todo lo que hacía, jugábamos tantas horas. Mi padre lo llevó una noche muy tarde, todo a oscuras y sospechaba que me llevaba algo. No me imaginaba…
Desde el momento que lo vi, me puse a querer conocer todo de él, y me dijo este ratoncito -juguetón y bajito- muchas cosas que le gustaban y otras que le desagradaban. Algo me pareció raro y fue que no soportara la idea de bañarse y que lo secaran como a un trapo viejo, así me dijo con honestidad, pero luego, entre tantos juegos, de eso yo me olvidé.
Jugábamos por horas interminables, Luis y yo en la casa de mis abuelos, después de la lluvia salíamos a caminar, correr, eso solíamos hacer…
En una mañana nublada, nos retiramos hacia donde percibíamos más luz y yo, que estaba muy contenta, saltaba mirando el ramaje de la punta de los árboles, con Luis en mis brazos; cantábamos juntos, cuando, por sorpresa, se levantó un torrente de agua tras un salto bien impetuoso y nos empapamos.
Lo apreté contra mi pecho para quitarle el frío porque pensaba que calmadamente se quedaría, sin embargo empezó a llorar y a preocuparse… me confesó que no era el agua lo que le molestaba, sino lo que sabía le iban a hacer, bañarlo para quitarle todo y tenderlo al sol para que se secara esto sí que le iba a molestar y que no quería quedarse solo. Fue en ese momento que recordé lo que me había dicho al conocerle. Solo insté a decir:
-No te preocupes, chiquito, no estarás solo, le pediré a papi que me ayude a tenderme como a ti, a la misma hora, será así, mientras estés tendido, me la pasaré tendida yo también, me divertiré, nos divertiremos, compartiendo las risas y la emoción de ese gran momento.
Me gusto tu manera de escribir y la forma que enfocaste el tema.
Este es mi correo electrónico correcto:7madeleine.permuy@gmail.com
……………HOJA MOJADA……………………………
CANTANDO A LA NOCHE DE ESTA LLUVIA
DE DULCE FRAGANCIA A SAL MARINA
LA NICOTINA EN MI MANO DA GIRONES
DE TU PIEL SONROSADA EN MIEL CARMESI
GOTA A GOTA CAE AZUCARADOS PETALOS DE SAL,
CABILANTE DE LA IDONEA TEMPESTAD
QUE MIS LABIOS DESPERTABAN EN TI
DESPRENDO LAS MARGARITAS DE MIS OJOS
DESPERDICIANDO EN ELLOS IRA COMO TRUENOS
DE LA TEMPESTAD QUE GENERE EN OCEANO
PUESTO QUE ENCALLADO EN TI ESTA
UN TIBIO LLUGAR LLAMADO HOGAR
MI LUGAR FAVORITO, MI PARAISO
AVECILLA DE CORAZON NEGRO Y BLANCO
RECORRE TU CIELO INFINITO
SONRIE, DEJA EN ESTA ATALAYA SUYA
UNA FLOR, NICOTINA Y LA PROMESA APOCRIFA
DE UNA COPA TEÑIDA DE PIEL Y SUEÑOS
LA NOCHE YA AVANZADA NOS PEDIRA PARTIR
MI CONPAÑERA LLENARA DE LAGRIMAS MIS OJOS
LLENARA MIS PASOS DE FRIAS CALLES
NEGADO DE APAGAR EL CIGARRILLO
PUES LE PERMITO PARTIR A ESTE AMOR
CON ESBOZOS DE MI CORAZON
YA QUE SERA DE MAÑANA LA CICATRIZ
POR HOY CAEN MAS Y MAS GOTAS
QUE MAÑANA SERA ROCIO.
¿Qué es la gravedad, papá? ¿Por qué las personitas de abajo de la tierra no se caen?
En el cole solo me dicen que es así, y que tengo que aprenderlo para ser alguien muy importante.
La gravedad es aquello que nos mantiene en el suelo, lo que hace que los planetas estén como están. Es aquello que nos empuja al centro de la tierra para que no escapemos de ella.
¿Y si no existiera? ¿Podría volar?
Sí, sin gravedad todos estaríamos flotando y pesaríamos diez veces menos.
¿Entonces la gravedad es lo que nos hace normales? Si no hubiera gravedad seríamos mágicos, volaríamos…
¿Y por qué no puedo verla y decirle que se vaya? No me gusta la gravedad. Me hace normal y yo quiero volar.
¿Y para qué quieres dejar de ser normal? Nadie estaría donde tú, nadie te entendería ni podría seguirte.
¿Y quién quiere ser normal si no sabe lo que es no serlo? ¿Por qué nadie le dice a la gravedad que se vaya?
¿La gente es tonta?
Hija, necesitamos ser como los demás, si no nunca serías feliz. Deja de hacerte preguntas.
¿Cómo voy a dejar de hacerme preguntas si no entiendo las cosas?
¿Y no crees que hay preguntas sin respuesta?
Sí, pero … No me gustan las respuestas.
¿Qué quieres decir?
Me gusta pensar que podría ser sin saberlo, hacer preguntas y no saber las respuestas.
Creo que has conseguido aprender a volar.
Hacernos preguntas nos hace libres; asumir las respuestas, mediocres.
¿Y qué es la libertad, papá?
24 horas de guardia con solo tres episodios de 1 hora de sueño en la madrugada. Manejaba por la via expresa con dirección a mi casa luego de una larga jornada. Agotado, asfixiado por trafico en el centro de la ciudad, aturdido con el ruido caotico, irritante saturado de bocinas, motores y voces ambulantes, manejaba con torpeza por el sueño enmascarado con un cafe expreso de la maquina del hospital, soportando el calor que se colaba por todas las ventanas de mi auto, sintiendo humeda la espalda, sintiendo la pirexia en en centro de mi pecho, sintiendo que no volveria a dormir jamas.
Conteste una llamada, era mi abogado me decia que el juez rechazo el pedido de regimen de visitas a mi hija de 3 años y que aun le tenia pendiente una cuota de 300 dolares por la ultima consulta. Le colgue sin decirle mas. Entro otra llamada era Rojas del hospital que ansioso me dijo con esa voz nasal que se agudizaba mas con el altavoz del celular que la paciente que operamos en la guardia habia vuelto a entrar por hemorragia severa, que le pusieron sangre y problablemente tendrian que sacarle el utero luego de la cesarea que nosotros le habiamos realizado. Prendi la radio y pasaban la cancion del dia de mi boda, me acorde de mi ex-esposa, de mi boda, me acorde de los primeros dias en casa viendo tele hasta tarde, comiendo comida chatarra, tomando vino esuchando esa misma cancion, recorde tambien sus lagrimas cuando encontro con su prima saliendo de un hostal, y recorde el silencio eterno de mi habitacion al dia siguiente que se entero que le fui infiel.
El trafico se desato y cogi la costa verde sin dificultad. Volvi a sentir la velocidad, ese placer mundado de sentirse volar dejando el ruido de la vida, los errores, las malas decisiones. Sentia mis obesos 48 años flotar a travez de la brisa del mar sin dificultad alguna. Senti como mis ojos se cerraban en una milesima de segundo donde no habia dolor solo aquella sensacion de estar suspendido en tu infancia siendo feliz para siempre.
niña bendita, pones el mundo de cabeza y esa es tu realidad. Tu risa, la magia que explota burbujas y fantasías y me pone a volar…
ya no importa mi propia desolación, tu alegría alcanza para las dos, tomas mi alma de la mano y veo todo con tu cristal. El mundo se siente suave, tibio, amable, esperanza y mas esperanza. No sabemos dónde vamos, pero no importa porque vamos juntas, te amo de una manera que no puedo describir, no hay limites entre las dos, te siento una parte de mí misma…. la mejor parte de mí misma.
Quince años pasaron y ya no eres esa niña que se mece de maneras imposibles, mi amor sigue indeleble, impoluto, pero ya no tienes esa risa en los ojos, ya no crees que todo es posible. Con mucha melancolía y mucha culpa me pregunto cuanto de ese candor perdido es por mi culpa, porque no vi que era tan importante cuidar toda esa magia en vos. Tal vez en lugar de mostrarte la realidad para “prepararte”, lo que necesitabas era una cómplice de juegos que se atreviera a poner el mundo de revés con vos y enseñarle a la realidad como debe ser…. Si todo no me pesara tanto, si tan solo pudiera relajarme y dejarlo ser, si tuviera la capacidad de dejarme llevar sin querer jugar a cambiar todo una y otra vez.. sería tanto mas fácil, si tan solo pudiera aceptar que las cosas serán no importa cuanto yo haga al respecto…
Vos decís que ya es demasiado tarde para que recuperes tu inocencia? Te veo hacer planes y siento tus ganas de volar.. te aliento a volar, pero quisiera no ser tan seria sobre las cosas de la vida y mostrarte que esta bien ir liviana viendo que pasa.. en este mismo instante te estoy mirando y si la busco, la niña sigue ahí, solo que no jugas mas conmigo, ya te demostré que no se jugar… cuando yo deje de ser la niña que se mece de maneras imposibles…
La niña estaba aburrida. Hacía rato que estaba en el patio y no encontraba lo que hacer. Estaba sola con su peluche Teddy, al que su mamá había lavado y puesto en la cuerda a secar al sol. Ella estaba acompañando a su fiel compañero de juegos, pero el tiempo pasaba y Teddy no se terminaba de secar. ¿Qué hacer mientras tanto?
Su imaginación volaba hacia mundos lejanos donde podía hacer lo que quisiera, donde ese patio desaparecía y se convertía en un mundo lleno de desafíos.
Por eso miró la cuerda donde estaba colgado Teddy y le dijo: Te voy a acompañar Teddy, vamos a secarnos los dos. Así va a ser más divertido para ambos.
Con mucho cuidado puso los palillos en su suéter y se «colgó» a secar en la cuerda.
Como por arte de magia, su cuerpo se sostenla, era como flotar. Su alegría era tan grande, no podía dejar de reír, con una alegría que solo pueden sentir aquellos que todavía pueden imaginar y soñar que todo es posible.
Y el aburrimiento paso y ya no se sintió sola.
¿Cómo llegamos aquí? – Le preguntó Lili a su querido Kiko, mientras lo miraba suspendido en el aire a la par de ella.
Kiko siguió inmóvil, en silencio, como cada vez que ella no podía inventar con rapidez una respuesta que saliera de sus labios de felpa.
Unos segundos tardó Lili en comenzar a reír, despacio al principio, descontroladamente después, sin poder evitar las carcajadas cuando imaginaba que al menos ella estaba colgada por su ropa y no de las orejas, como el pobre Kiko.
Tan sólo seis años y ya había aprendido en un momento las cosas más importantes de la vida: Que no importa cómo llegamos a donde estamos, pero es mejor estar bien acompañados; que por más extraño que se presente un problema, reir siempre ayuda; y sobretodo, que por muy mala que parezca la situación, por lo menos no colgamos de las orejas!!
Junto a su monito la niña colgaba en el tendedero, eran broches en su propia ropa lo que la sostenía, en su pensamiento estaba sentir lo que el monito, mientras se secaba al sol. Eso le daría suavidad y aroma a serenidad, al igual que a la niña, de ahí se desprendía su alegría, sabiendo que cuando transcurriera el tiempo necesario estaría llena de dulzura y el amor que necesitaba, mientras el monito colgaba de la oreja, y sin querer le transmitía un sinfín de sentimientos.
Sentimientos que ansiaba obtener en su interior, aunque por fuera demostrara lo contrario, esa felicidad que se veía era momentánea, dado lo gracioso que le parecía colgar como su monito, pero por dentro necesitaba ser amada, necesitaba el cariño de una familia donde se sentía como una extraña, y a los que sentía como extraños.
El monito conocía todos los secretos que guardaba en su corazón y la animaba a sentirse bien de a ratos, con la suavidad y el calor que le daba dia a dia, llenaba ese vacio que sentía la niña.
Retroceder en el tiempo y apreciar una sonrisa que se desvaneció con la corrida de los años, recuerdo cuando era pequeña y así como la imagen me retrata era así, tal cual se puede ver.
No tenía un diagnóstico de la vida y no tenía miedo de las inseguridades ni de las montañas que luego debería de escalar, mi única escala era un viejo árbol donde podía sentir que era la reina del mundo, no necesitaba nada material, con una simple rama ya tenía mi varita mágica, todo era cuestión de mi imaginación de creer con tantas fuerzas hasta que se hiciese realidad. Era feliz y no tenía la consciencia de lo que era un problema, tampoco sabía lo que era crecer y adolecer yo solamente quería jugar y vivir de mi imaginación. En mi hogar no había espacio suficiente para mi y mucho menos en el corazón de mis padres, todos los días eran breves discusiones y digo breves por qué mi padre se aseguraba de acortarlas con un puñetazo en la cara de mi madre. No comprendía ese tipo de cosas y supongo que tampoco perdía el tiempo en preguntarme por qué mi vida tenía que ser tan dura hasta que un día crecí, con el pasaje de los años empecé a comprender todo lo que sucedía y la verdad me arrepiento de que la adultez me haya iluminado de esa manera, no tenía inseguridades y era feliz con tan poco. En mi vida no existía la tristeza ni la mentira los sentimientos que tenían siempre eran de felicidad e imperactividad, rebasaba los problemas y evadía el daño de mis padres imaginaba que eran tiernos y amorosos y que mamá me esperaba con un dulce desayuno, imaginaba que papá en las noches me arropaba y me daba el beso de buenas noches que me hacía sentir una princesa pero, eso jamás sucedio, lo único que me deseaba buenas noches era la oscuridad de la habitación y mi canción para dormir eran los gritos de mis padres, sus acusaciones de que no me amaban era el beso de buenas noches que mi corazón necesitaba. No había monstruos en el closet ni sábanas protectoras, mis mas grandes monstruos fueron mis padres y mi protección solo fue mi imaginación. Hoy con la edad de 30 años me siento a admirar está foto para recordar lo fuerte que era ya que cada peldaño era una aventura nueva para mi, me duele tener que ver las cosas con más claridad y haberme vuelto una esclava de la monotonía adúltera, tener que hacer lo que la sociedad manda y ser el peón igualista en este ajedrez corrompido, desearía poder tener la imaginación que tenía cuando era pequeña pero me toca tener la revelación de todo lo que estaba esquivando. Jamás tuve una vida normal, solo vivía en mi mundo de fantasías, en ese mundo donde hoy me toca afrontar que jamás existió y de lo más profundo de mi corazón, me eh dado cuenta que eh vivido en una felicidad que era completamente imaginaria.
Recuerdo mi infancia en blanco y negro. Pero no por ello cada momento fue carente de color. Vivir parecía pura inercia. Sin porqués y sin lugares concretos a los que llegar. Pero las cosas más sencillas me llenaban el alma.
Sobrevivíamos con lo básico y tal vez era buena esa austeridad. Haber crecido entendiendo que se puede avanzar con lo mínimo, me hace anhelar menos y entender mejor.
Padre, trabajaba como agente comercial. Su porte imponente me hacía mirarle con admiración, cuando le veía marchar con el maletín y el sombrero. A veces nos iban mejor las cosas y la comida se tornaba abundante, sólo por unas semanas.
Madre, siempre en casa, nos amaba a su manera. A momentos, desde el amor y la comprensión, a rachas desde el enfado y la indiferencia. Hubo un tiempo en el que casi creí que amar esa eso. Cambio, inestabilidad, incongruencia.
¡Hermano, ven! Juguemos al colmado. Ponte aquí y yo te vendo comida. ¿Cuántos gramos quieres de lentejas?
¿Otra vez…? Está bien…pero luego jugaremos a indios y vaqueros.
Terminábamos con los brazos magullados, la ropa sucia y el pecho vacío de tanto reír. Sus mil y una trastadas me hacían sentir que siempre iba a tender a mi lado un compañero.
No he vuelto al pueblo, pero recuerdo cada detalle. El pozo de piedra. El patio con animales. El olor de la hiedra.
Eran, sin saberlo, las carcajadas más humildes y también las más llenas.
María está de vacaciones. Vacaciones eternas, porque es una niña. Y los niños viven en unas vacaciones que no acaban porque así ven la vida: como una fiesta continua. María ríe como si no hubiera otra cosa que hacer en la vida. No tiene miedo de que los alfileres de la ropa que la sujetan cedan y la dejen caer porque para los niños el miedo no funciona igual que para los adultos. Sencillamente se deja llevar por el momento. María está teniendo conciencia plena del juego y si se cae, se volverá a levantar y seguirá adelante con las rodillas heridas y el pelo revuelto y lleno de tierra. Su imaginación precoz de niña feliz le ha impulsado a imitar a su mamá, que tendiendo la ropa canturreando para sí, la animó a hacer con su peluche lo mismo que ella con la colada. María que aprende rápido coge a su peluche «Tico» y con la misma ceremonia de mamá, lo cuelga de una orejita. María que es audaz y temeraria le pide a su madre entre saltitos de alegría que la «tienda» como a Tico. Su mamá al principio le dice que no, que cómo va a hacer semejante cosa, que puede caerse y hacerse daño. Pero María que no entiende de miedos absurdos ni de reglas, frunce su infantil ceño y no se da por vencida. Junta sus pequeñas y sucias manitas en un gesto de rezo mientras muy inteligentemente le dice a mamá tres » porfis» en un intento sutil de convencer a su madre. Ante tal actuación de entusiasmo y teatro, cede tras pensar que a María no siempre podrá protegerla de las caídas que tendrá en su vida así que sin pensarlo más decide regalarle a su hija ese momento de felicidad tan fácil y gratuita. La foto la capturó ella misma con su móvil sin casi poder enfocar ni mantener quieto el teléfono de los movimientos que la risa le hacían dar, porque María estalló en una carcajada que resonaba en el fondo de su alma como la mejor de las canciones.
Hoy inicio una nueva etapa en mi vida, mi alma y mi corazón se enfocan en ti y el valor de tu persona, tu eres la representación absoluta de la belleza, la cual inspira mis sentidos y mi emociones, ellos siempre contentos por lo que tu representas en mi vida, ha sido una bendición haberte conocido y el privilegio hoy de estar cerca de ti, mirar tus hermosos ojos, es como mirar el cielo, mirar tu sonrisa, es como mirarla un jardín de rosas, mirar tu pelo, es como mirar, las nubes, escuchar tu voz, es como escuchar a un ángel, escuchar tu risa, es como escuchar la dulzura de un bebe. ver y escuchar lo que nace de ti es una de las alegrías mas grandes para mi alma y mi corazón. Por eso hoy agradezco al universo que formes parte de esta gran locura que domina mis sentidos y emociones, es tan fuera esta locura, que siento me tienes de cabeza.
Y luego crecí.
Hace un tiempo he venido reflexionando acerca del desaprender cotidiano, ese que comienza con aquello que llaman conciencia o uso de razón. Ya sabes, cuando se supone que estás aprendiendo y en realidad comienzas a limitarte. He concluido en algunas cosas, por ejemplo que con la literatura recuperamos un poco la apertura mental que poco a poco va desapareciendo con los manuales de texto, los “no se hace” los “ten cuidado” y los “deja de hacer el ridículo” y “no hables sola niña o conocerás el consultorio de un psicólogo antes de que te aprendas el camino del súper a casa”. Entonces dejas de hacer, porque poco a poco se destruye toda aquella lógica que encerraba el mundo tal como lo veías hasta que empezaste a leerlo desde un manual. Y luego, la literatura, allí vuelves a sentirte libre, allí, todos esas formas en que conocías el mundo llegan a decirte que no has perdido todo, que estás a salvo mientras no cierres el libro. Pero luego el libro se cierra y entonces debes andarte con cuidado. Caminas perseguida de una especie de caja invisible, que recicla todo aquello que se derrumba de la realidad como la conoces hasta que creces y los escombros se convierten en dosis de chiste o delirio febril y comienzas a ponerte colorada, si dices mal una palabra, si tropiezas y tu ropa luce desalineada, si te despeinas y nadie te avisa y lo peor, si hablas con quienes siempre lo hacías. El refrigerador ya no habla cuando se abre la puerta, poco a poco olvidas su voz gruesa y profunda debido a su frío interior. Los lápices de colores no dicen nada acerca de cómo va quedando el dibujo, ni hablar de tus amigos, ni el camioncito de plástico ni los osos de peluche, ni la muñeca a la que le falta un brazo y se le cae un poco el vestido. Casi sin que te des cuenta tu única aliada, tu única oyente y confesora acaba siendo la almohada siempre y cuando le hables bajito, al oído, como si cantases una canción entre lágrimas, que no se entiende demasiado porque se te olvida la letra y solo balbuceas incoherencias que no importan, porque el mono que parece haber quedado hecho piedra, colgado de la puerta del armario, ya no se ríe de vos. Cierras los ojos y cuando despiertas, has crecido y nada es una risa, reírse pasa un poco de moda y pintar fuera de la línea (de tus labios, de tus ojos) se vuelve un acto ridículo.
He estado pensando, tratando de recordar, para ser sincera, cuál ha sido el momento, si sucede en un determinado instante de la vida, si es como un apagón del mundo y luego, todos abrimos los ojos y ya crecimos. Aunque esta idea parece un poco fuera de la lógica de este nuevo mundo, ya que esa visión que tenemos de las edades hasta que crecemos se reduce a dos estados, nosotros siendo niños, siempre niños y los adultos siempre adultos. Los cumpleaños son un simple simbolismo, un pretexto para comer cosas dulces y jugar alocadamente… bueno, a decir verdad, eso no cambia luego de que creces, pero un día estás del otro lado, ya no sos el niño que siempre es niño, ahora sos un adulto y tienes que aprender todo desde cero. Buena parte de lo que sabías se vuelve polvo, pero como en todo derrumbe, algunos escombros se conservan bastante enteros, le llamamos “recuerdos” y los guardamos en un cajón que se abre tal vez una o dos veces a lo largo de toda la vida en ese después. Algunas veces, con suerte esos recuerdos se ganan la categoría de anécdota y entonces se desempolvan en cada reunión familiar, de amigos, en navidades y por si acaso un día recorres la calle de tu infancia o pasas por una tienda de juguetes viejos y te acuerdas del mono que colgaba del armario… y te permites un instante escapar a ese pedazo de universo anterior, que en minutos se vuelve un suspiro de nostalgia. Cuando creces pierdes el poder sobre el tiempo, todo empieza a depender de un reloj despertador y casi no recuerdas a qué huele el pasto cuando te acuestas a observar el camino de las hormigas. Una tarde el cansancio te sumerge en la quietud de una alfombra con el abrigo a medio quitar, los pies descalzos y la mirada hacia una mancha de humedad en el techo que nunca habías notado. Y sientes un perfume que llega desde la ventana abierta, el aroma de la ropa recién tendida de alguna vecina. La mancha de humedad en el techo desaparece, sobre tu existencia, solo se ve el cielo. Huele a pasto fresco y te sientes pequeña, etérea, todo a tu alrededor tiene el peso de una pluma y volar no es un imposible. Es una tarde temprana, o quizás una mañana cerca del mediodía y el sol está bien alto pero la brisa es fresca, parece abril. Tus ojos se achinan dejando una imperceptible ventanita por la que alcanzas a ver a ese ser peludo y de orejas grandes, que parece un oso, o un ratón, o un topo, despeinado, inmóvil, con la mirada hacia la nada, en silencio, espera, descansa, vuela, o quizás se sostiene de un hilo casi invisible bajo los rayos del sol. “yo también quiero, yo también, anda, yo también quiero volar como él” escuchas tu voz como saliendo de un gran agujero, tal vez del camión de escombros, tal vez del cajón de los recuerdos que cada tanto asoman y se sacuden el polvo. No sientes el suelo bajo tu espalda, esa sensación, que bajo la mancha de humedad se llama vértigo, bajo el cielo se llama libertad, se parece mucho a eso que sientes cuando sacas de la biblioteca un libro que leíste hace mucho tiempo, y lo acaricias justo antes de empezar a releerlo.
Tus ojos se achinan en una sonrisa sin tiempo, solo queda una delgada ventanita a través de la cual puedes ver la mitad de la mancha de humedad y hacia la derecha, en una repisa llena de polvo, que hace ya rato no notabas, una foto de esa tarde temprana, o quizás esa mañana cerca de mediodía, volando en ese hilo imperceptible bajo los rayos de sol junto a ese ser peludo y de orejas grandes, que parece un oso, o un ratón… despeinada, con los ojos achinados por una sonrisa sin tiempo, viendo, a través de la ventanita, la cámara y las manos… “¡whisky!”
Y luego crecí, amiga. ¿Un brindis por ello? Pero no saques fotos, debo estar despeinada y el flash me achina los ojos.
Fragmento de algo.
Aguanta ahí!
Desde pequeños introducidos a tener que aguantar, soportar, aferrarse, sostenerse a lo inevitable, a negarnos a lo natural de la fuerza de gravedad, como el poster del gatito en el cubículo del oficinista. Intento ver hacia la lateral ya que cada caída conlleva un cierto lapso de visión del pasaje hacia el descenso, piensa en las vistas rápidas que ve el suicida al lanzarse de rascacielos, la progresión de imágenes rápidas, ¿Se combinara con los recuerdos más importantes de su vida, que se dice que es lo que vemos en los últimos instantes previos al corte de la vida?, ¿Qué color resultara de tal combinación?; sería posible tener una sonrisa ante el vértigo de la caída, el niño sonriendo ante la incertidumbre de un posible encuentro contra el suelo, el creador de las pinzas de madera alguna vez habrá pensado en su haber que su invento serviría para aguantar niños y abrirnos prospecciones filosóficas; yo lo desconozco y me gustaría saber su opinión.
Si mi identidad, mis valores y mi moral son tan flexibles, maleables y poseen tanta flexibilidad como lo haría la ropa en el tendedero, supone mijar un poco el carácter y hacerlo secar ante la opinión pública de la sociedad, aquel oso será mi alma, un ángel de la guarda, un espectador que mira juiciosamente las decisiones que tomo que bien no puede crear opinión alguna, por supuesto el sabría con mas oficio que yo, el cómo llenar los párrafos.
Atascarme de sonrisas o ser inerte ante la caída y la bendita fuerza de gravedad, aprender a construí paredes invisibles ante la fragilidad de lo que llamo identidad, creada de simbolismos ya humedecidos y remasticados por mis parientes y semejantes.
«El hombre nace libre pero en todas partes esta amarrado»
Soy carol y acabo de llegar nuevamente a mi ciudad natal Los Angeles, creo que hacia mucho que no venia aunque aqui esten mis padres y mis hermanos..
Y justo alli esta mi hermano esperando a la entra del aereopuerto lo amo.
Hola sam (abrazo fuerte) ya te queria ver, creo que eres lo unico bueno por lo que volvi a este infierno que llamas casa!
(Sam): jajaja al parecer no has cambiado tu opinion de tu laberinto?
(Carol): mmmm no!
Con que me persuadiras para quedarme aqui por mas de 2 semanas hermanito?
(Sam): ja! No te imaginas lo que he preparado y algo me dice que tu sola tomaras la decision
(Carol): ok sorprendeme
Mmmm hogar torturado hogar! Aqui vamos a enfrentar a su majetad la reina victoria(mama)
Hola mama parece que tu trono no te dejo organizar una bienvenida a tu hija!!
(Mama): al parecer tu humor sigue siendo el mismo
(Carol): jajaja No Es Humor es sarcasmo ma.ma.. por lo menos la otra parte de la realeza no esta. Me voy a mi habitacion chao disfuta tu dia..
(Sam) pfff mmmm salio mejor de lo que esperaba por lo menos no se mataron …mmm aun!!
Continuara…
Propuesta 175
JUGANDO CON LOS GANCHOS DE ROPA
Cuando niña, observaba a mi madre lavando ropas ajenas por tardes enteras, lo hacía con tanto cuidado, las restregaba suavemente entre sus manos, dejaba que el agua del tanque saliera transparente antes de la última juagada y luego las apretujaba para sacar el exceso de agua, las sacudía provocando una suave brisa que llegaba a mi rostro, para terminar las depositaba en el balde y se dirigía cansada hacia las cuerdas, extendiéndolas y sujetándolas con aquellos ganchos de colores, que eran mis juguetes unos minutos antes.
Ella me amaba, no me cabe duda, pero su duro trabajo de lavandera, había endurecido su corazón de tal forma que no podía abrazarme, solo cuidaba de mí, con mucho esmero, pero sus manos toscas no acariciaban mi cabello, tampoco podía sentir alguna caricia o palabra cariñosa de su boca. En esas tardes de lavandería, yo imaginaba que era una falda, o una blusa y que ella me bañaba, me estrujaba entre sus brazos y luego me llevaba a las cuerdas con todo cuidado, junto con mi único oso de peluche, me dejaba suspendida y me aseguraba con los ganchos como un tesoro, para que el viento no me arrebatara nunca de sus brazos.
Eduardo Celis C.
Propuesta 175
Una fotografía a blanco y negro sin fecha ni nombre del autor muestra a una chiquilla de no más de seis años sonriendo, divertida, metida en unos pantaloncillos de mezclilla y una blusa de botones demasiado holgados sujetos al lazo de un tendedero por cinco tenazas de plástico o de madera. La felicidad, que la infancia no siempre garantiza, luce tierna en la resplandeciente edad de la chiquilla congelada en la imagen y no deja de evocarnos cierta alegría (que aun alcanzamos a percibir por partida doble los que somos padres), de aquellos años fugaces e irrepetibles que puede llegar a convertirse en un consuelo invaluable o en una amarga nostalgia cuando, viejos, cobramos consciencia de que el tiempo es un gusano viscoso que se arrastra de la nada a la nada,
Con toda la fotografía no es un reflejo directo e inmediato de la realidad. Es una realidad poética, una realidad imaginada. Esto lo digo en un sentido muy preciso: la realidad siempre resulta un poco más fantástica que la imaginación. Como afirmo Dostoievski refiriéndose a la literatura. La realidad literalmente tomada nunca es verosímil. Nos burla, nos hace desatinar porque no se ajusta a las reglas; el escritor, o en este caso, el fotógrafo es quien debe ponerlas.
Así como lo terrible, la felicidad es siempre inaparente. No es lo que imaginamos como tal, está siempre en lo más sencillo y es incomunicable por su inverisimilitud, que no sabemos demostrar por cierto pudor del goce o del sufrimiento para expresarse como algo impresionantemente verdadero.