Propuesta 176 – Taller de CREATIVIDAD LITERARIA

taller de creatividad literaria-176En esta ocasión debéis escribir una historia de no más de 3.000 caracteres que comience con el siguiente párrafo:  

 

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Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.

 

De EL BUFÓN QUE NO HACÍA REÍR. Maena García


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Recordad que para contar los caracteres de un texto, podéis usar el menú Herramientas de Word o cualquier contador de caracteres en línea como estos:

 

 

Enviad vuestros textos en el espacio para los comentarios.

 

Para ver todo el taller de Creatividad literaria, pulsa AQUÍ.

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El libro de mis buenos momentos

EL LIBRO DE MIS BUENOS MOMENTOS
*
Un libro para escribir
más de quinientas situaciones que te ayudarán
a recordar los mejores momentos de tu vida.
*
 Este libro es una herramienta para capturar con palabras nuestros buenos momentos contando las sensaciones que nos hacen vivir y los detalles necesarios para evitar que caigan en el olvido.
*
Contempla unas quinientas situaciones que todos hemos vivido o viviremos, con varias preguntas para cada una de ellas cuyas respuestas nos permitirán captar y disfrutar con más intensidad esos instantes irremplazables.
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libros para escribir y luego leer

  27 comments for “Propuesta 176 – Taller de CREATIVIDAD LITERARIA

  1. Iracema
    8 septiembre, 2018 at 01:46

    Donde dejo mi escrito? En este espacio veo que dice TALLER 175 y en realidad estaba pensando escribir para el TALLER 176.
    Comentarios por favor.

    Gracias

    • 11 septiembre, 2018 at 12:02

      Hola, Iracema:

      Este es el espacio para escribir la Propuesta 176.

      Saludos.

      • Pequeña Escritora
        8 marzo, 2019 at 17:31

        No me deja publicar ningun tipo de comentario y realmente me gustaria participar. ¿Que puedo hacer?

      • ecelis7
        30 noviembre, 2020 at 13:27

        Propuesta 176.
        El bufón insufrible.
        Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras. Afligidos se conocen muchos. Tristes, como este rey, ninguno. Una vez, una hora antes del amanecer partió montado en su enorme corcel negro hacia tierras por él inexploradas, en una campaña que debía de durar más de tres años. Pero al cabo de poco tiempo volvió a vérsele en el reino. ¿Qué le sorprendió más en su corto viaje, majestad?, le preguntaron los ancianos barbados de la corte. El rey los escucho contemplando las nubes y luego vomito desde el trono. Visualizar que el sinsentido de la muerte es lo que exacerba su horror. El castillo fue asediado varias veces, lo que resultaba inexplicable para un rey que descendía de gallardos caballeros y en las armas fue instruido desde niño. No más violencia, dijo el rey. Ahora estoy en una búsqueda profunda de mí yo autentico y preciso estar tranquilo y relajado. ¿No cree en el arte del disimulo y en el valor de las máscaras, alteza? Yo creo en la sinceridad, dijo el rey. Su reina era una princesa oriental que siempre amenazaba con abandonarlo. He visto sus retratos al óleo. Poseía una belleza ordinaria. Sus ojos expresaban un dolor furioso e irritado. La visualizo en un templo tibetano o en la recamara de un palacio de la dinastía Yuan con las ventanas cerradas a la luz de las velas sentada en el suelo sobre sus rodillas comiendo trocitos de pan de trigo y un plato con leche de yegua. Por lo que se dice el desposorio real salvo al reino de ser arrasado. La discreción es una manifestación de la dignidad, dijo el rey sin entrar en detalles. A mí por el contrario me gustan más las rubias, contesto el bufón en su último intento de sacarle una sonrisa.

  2. Raquel
    23 septiembre, 2018 at 20:39

    PROPUESTA 176.
    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras. Harto de éste sufrimiento decidió que la mejor solución sería encontrar al amor verdadero, y así ello curaría todos sus males. Una tarea difícil, pues el rey debía buscar a una reina de verdad, de los pies a la cabeza y para ello se ingenió de una prueba que toda pretendienta del rey debía pasar para convertirse en la reina del palacio. El rey pedía a cada una de las damas que pasara una noche en su castillo, en la última habitación del último pasillo en el último piso del palacio, y al día siguiente la pretendienta debía esponer su noche. Todas y cada una de las damas que pasaron por aquella habitación coincidían en el veredicto, » una noche fantástica, sin apenas ruidos ni molestias a mi alrededor». Ninguna era la reina que estaba buscando. Pero un día una de las damas que accedió a ser la esposa del rey, insitió en que había sido la peor noche de su vida, no había dormido nada e incluso se había levantado varias veces, «tenía algo que me molestaba» aludía ella.
    Tras muchas búsquedas, ella fue la reina del palacio, ella había pasado la prueba. El rey quería a una reina de verdad, una reina sensible, de piel fina y delicada, ella fue la indicada, pues el rey dispuso un pequeño guisante debajo del colchón, y aquella dama que notara algo, estaba destinada a ser la reina que buscaba.

  3. Fernando Palma
    25 septiembre, 2018 at 06:39

    “Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    El sabio, quien por costumbre realizaba sus labores a través de una suerte de preguntas sin respuestas, cuestionó al rey acerca del origen de sus pendencias. Y dijo le así:”
    —¡BODEGA! ¡2 SUPER OCHO, 2 LECHE BOMBILLA, 1 TIRA DE PAPAS DE 30, 1 TIRA DE SUFLES DE QUESO Y 2 PACK DE COCA COLA DE 500!—
    El bodega, como todos le decían, busco rápidamente el pedido en la alacena donde se encontraba, arrojo por el agujero en el suelo, descontando mentalmente de su inventario personal.
    Sacudió el pequeño sillín donde se encontraba y continuo: “La estrategia de los 67 de Sisfané, fue atacar solo a aquel que atacaba a su compañero y aguardar estoicamente que otro compañero atacase al cruzado quien con su espada arremetía. Fueron 500 soldados muertos con esta confusa estratagema, del pueblo que como uno solo defendió.
    Pocos días antes…”
    —¡BODEGA! ¡UNA DE PREFRITAS, 5 CHOCOCHIP, 3 GALLETONES, 2 GOMITAS Y 1 CAJA DE DURAZNOS CONSERVA!—gritaron a la azotea de la distribuidora.
    —¡SE FUE LA ULTIMA DE PREFRITAS!—respondió El bodega mientras buscaba las cajas mentalmente.
    Solo con su memoria administra la bodega, de quizás 1000 productos o poco menos, siempre manteniendo un total enfoque en su trabajo; pero cuando tocaba aquel sillín su único sueño salía correr.
    “Cuando ella doblo la esquina, el aliento de cada ser se detuvo, los ojos de esa chica transportaban la pasión de una nueva religión, sus movimientos obligaban a la felicidad y su risa, el único sonido en la calle, sonaba a un hermoso recuerdo; Entonces Juan lo comprendió, así como ellos no estaba enamorado de la muchacha, sino de su juventud. Tomo el teléfono y…”
    —¡BODEGA! ¡5 SERRANITAS, 7 CHOCMAN, 1 TIGRE CHOCOLATE, BOMBILLITAS 3, PAC MINI CUKY 6, PAPAS FRITAS GRANDES TIRATE 8, PEPSI DE 500 Y 9 DISPLAY DE LECHE ENTERA!—.

  4. Fernando Palma
    25 septiembre, 2018 at 06:42

    PROPUESTA 176.
    “Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    El sabio, quien por costumbre realizaba sus labores a través de una suerte de preguntas sin respuestas, cuestionó al rey acerca del origen de sus pendencias. Y dijo le así:”
    —¡BODEGA! ¡2 SUPER OCHO, 2 LECHE BOMBILLA, 1 TIRA DE PAPAS DE 30, 1 TIRA DE SUFLES DE QUESO Y 2 PACK DE COCA COLA DE 500!—
    El bodega, como todos le decían, busco rápidamente el pedido en la alacena donde se encontraba, arrojo por el agujero en el suelo, descontando mentalmente de su inventario personal.
    Sacudió el pequeño sillín donde se encontraba y continuo: “La estrategia de los 67 de Sisfané, fue atacar solo a aquel que atacaba a su compañero y aguardar estoicamente que otro compañero atacase al cruzado quien con su espada arremetía. Fueron 500 soldados muertos con esta confusa estratagema, del pueblo que como uno solo defendió.
    Pocos días antes…”
    —¡BODEGA! ¡UNA DE PREFRITAS, 5 CHOCOCHIP, 3 GALLETONES, 2 GOMITAS Y 1 CAJA DE DURAZNOS CONSERVA!—gritaron a la azotea de la distribuidora.
    —¡SE FUE LA ULTIMA DE PREFRITAS!—respondió El bodega mientras buscaba las cajas mentalmente.
    Solo con su memoria administra la bodega, de quizás 1000 productos o poco menos, siempre manteniendo un total enfoque en su trabajo; pero cuando tocaba aquel sillín su único sueño salía correr.
    “Cuando ella doblo la esquina, el aliento de cada ser se detuvo, los ojos de esa chica transportaban la pasión de una nueva religión, sus movimientos obligaban a la felicidad y su risa, el único sonido en la calle, sonaba a un hermoso recuerdo; Entonces Juan lo comprendió, así como ellos no estaba enamorado de la muchacha, sino de su juventud. Tomo el teléfono y…”
    —¡BODEGA! ¡5 SERRANITAS, 7 CHOCMAN, 1 TIGRE CHOCOLATE, BOMBILLITAS 3, PAC MINI CUKY 6, PAPAS FRITAS GRANDES TIRATE 8, PEPSI DE 500 Y 9 DISPLAY DE LECHE ENTERA!—.

  5. Juan Cruz
    17 octubre, 2018 at 19:05

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    Como este bien querido y noble rey, no quería cambiar sus hábitos y seguir durmiendo todas las mañanas, todas las tardes, y disfrutar sus fiestas, banquetes, bailes y cazas nocturnas. Decidió mandar a buscar a un viejo brujo que vivía solitariamente apartado en una colina alejada del reinado.
    Al cabo de tres días sus hombres volvieron.
    El rey preocupado y dolorido les pregunto donde estaba el brujo. Ellos le dijeron que este les había dicho que debía ir personalmente a visitarlo a las colinas y hacer todo lo que el le encomendara para que la tristeza se esfumara.
    A la mañana siguiente con gran esfuerzo el rey logro madrugar ,preparo lo suyo para el viaje, monto su caballo y partió solo cumpliendo la petición del viejo brujo.
    Luego un día y medio de viaje ya casi por llegar a la cabaña del curandero lo agarro una fuerte tormenta y se metió en una gran cueva que encontró, ahí se quedo dormido hasta que paso la tormenta. Cuando se despertó su caballo había huido por el susto de los ruidos de los rallos.
    El rey preocupado triste y hambriento saco un sándwich lo comió y mas aliviado con la panza llena y el mapa en mano, se dispuso a buscar al hechicero.
    Con ciertas dificultades y esfuerzo este logro encontrar la cabaña. A su sorpresa encontró un hombre pequeño, mas joven que el, con rostro familiar que lo hacia recordar a su infancia, y sentía una cierta cercanía hacia el pero un trato medio hostil de su parte.
    El brujo le dijo al rey que su mal tenia cura pero debía hacer ciertos sacrificios. Debía levantarse todos los días a las ocho y treinta de la mañana, preparar su propio desayuno, encerrar y ensillar su caballo , lavarse sus calzoncillos a mano, no podía tomar alcohol, fumar pipa y menos comer carne excepto pescado todo eso por 15 días.
    Le dio unas hojas medio violáceas y eso tenia que beberlo como te todos los días a las siete de la tarde.
    El brujo recito las siguientes palabras…noctámbulo noctámbulo, ojo de gato trasnochelo, tristeza de azules marinos, si haces lo que te pido el dolor en quince días ya se habrá ido. Y le soplo un polvo en la cabeza. Pero si no, un monstruo en ti habrá crecido, y le soplo otro polvo en los pies del rey.
    Cuando bajaba caminando de la cumbre, el rey se encontró con un pastor, al que no podía ver bien por el efecto del hechizo y no sabia si era una ilusión o en verdad existía, pero lo escucho con atención.
    Este le dijo que el brujo que vivía arriba del cerro según decían los rumores era el hermano desaparecido y no reconocido del rey el cual había sido exiliado por motivos injustos. También le contó que en menos de 15 días venia la princesa e hija mas hermosa del rey Strefinger de todas las tierras del sur.
    Por eso nuestro rey organizo una gran fiesta en bienvenida a la princesa, esa noche, bebió mucho alcohol, comió carne, y cuando fumo luego del postre, el fuego le empezó a salir a bocanadas ardientes por nariz y boca ,le crecieron alas y se convirtió en un enorme dragón, el cual rompió el ventanal del castillo y salio con mucha furia.
    Hoy día todavía se lo ve al dragón coronado,
    Vagando por las cumbres sin el amor de la princesa sureña, sin dolor ya, pero en busca del perdón de su hermano brujo , al cual prometió cuidarlo ,custodiando la montaña hasta que este rompa el hechizo.

    Fin.

  6. Julia
    5 noviembre, 2018 at 08:25

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.

    Sobre su mejilla, marrón ocre, se deslizaba una lagrima dorada. Esta brillaba con la luz de la luna. Cada noche el rey lloraba por una pena que ningún súbdito conocía. Los ecos de sus sollozos se escuchaban por cada uno de los rincones del palacio.

    Noche tras noche sus llantos retumbaban en el palacio y escuchados por los gatos noctámbulos y regordetes de comer peces que los pobladores cazaban del fornido río que llamaban Surd que surcaba al norte del enorme y avejentado palacio. Peces de todos los colores amarillos y verdes, violetas, grises, morados, celestes y dorados. En las pupilas de los felinos se reflejaba cada uno de estos colores.

    No solo los brillantes peces se representaban en los ojos de los gatos noctámbulos sino que las penas del rey se vieron reflejas en ellas ocho años atrás.

    Si te acercas al gato más regordete y aseado podrás ver en sus pupilas negras las penas del rey. Acércate más!!! Y más!!! Un poquito más!!

    Una lluvia tenue en una noche de luna llena. Como una interfaz entre nubes, lluvia y luna. Cayendo, sobre el río prominente por las abundantes lluvias de los meses más estivales. Se ve al rey sentado a la orilla del mismo sobre un gran tarro de metal oxidado y de color ocre. Podrido por el agua y los fuertes vientos insistentes que por años han golpeado sin remordimiento el sobrio metal.
    Sin más. Se ve aproximarse a una figura negra que se desdibuja entre las ráfagas de viento, las sombras de la noche y la cortina de agua. Segundo a segundo, centímetro a centímetro se aproxima la figura desconocida. Y cuando está a escasos pasos del rey se puede ver en su mirada que reconoce al individuo.

    Su hijo. El primogénito.

    Se corta la lluvia por treinta segundos. Dicen que es suficiente para cambiar una vida.

    Un segundo. Se abre el cielo y la luna brota de la bóveda azul.
    Dos segundos. La mirada sórdida del primogénito.
    Tres segundos. Una sonrisa burlona de la reconocida figura negra.
    Cuatro y cinco segundos. El rápido movimiento y la presentación de una navaja.
    Seis, siete, ocho y nueve segundos. La dorada arma refleja la luz blanca de la luna.
    Diez segundos. Un paso.
    Once, doce, trece, catorce segundo. Pasos acelerados hacia su padre.
    Quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve segundos el joven hijo se frena ante su padre lo mira fijamente y sostiene su arma sobre su rostro.
    Veinte segundos. Una lagrima brota sobre el ojo derecho del rey. Lagrima q nunca secara.
    Veintiún, veintidós, veintitrés, veinticuatro segundos. Unas débiles palabras razonan entre dientes amarillentos del primogénito. «Tu mí rey. Eres el culpable de su sufrimiento.»
    Veinticinco segundos. La plateada arma blanca ingresa lentamente en el vientre del rey.
    Veintiséis segundos. A borbotones emerge sangre de color azul marino.
    Veintisiete segundos. Se escuchan ruidos de armaduras acercándose rápidamente.
    Veintiocho segundos. Las finas y largas espadas de la guardia del rey relucen ante la luz pálida de la luna.
    Veintinueve segundos. Una a una es clavada en la figura negra que ataca al rey.
    Treinta segundos. La sangre azul marino brota a borbotones del cuerpo con escasos segundos de vida. La luz de la luna se pierde en la gran oscuridad de la noche. Y la lluvia vuelve a surgir.

    El gato regordete con su lento andar retrocede. Pareciera darse cuenta de lo que sucede. Y huye lenta mente.

    Ahora ya sabes las penas del rey. Está en ti divulgarla o no.

  7. 10 diciembre, 2018 at 04:48

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    Era un rey solitario, ojeroso y de rostro bonachón, la barba le cubría un poco los labios que era imposible contemplar la bella sonrisa que tenía. Una de esas noches en que lo atacaba el demonio de la asedia, tomó la decisión de consultar a un hechicero, quien no encontró cura para su mal. Se puso a meditar sobre la pobreza que imperaba en el Mundo, él había sido un niño privilegiado, quizá aportando algo a la humanidad pudiera terminar con ése mal que consideraba más delicado que lo que él padecía. Decidió renunciar a su trono y donar toda su fortuna a las buenas causas. Estaba próxima la navidad, tenía que apurarse, se encargaría de que todos los niños tuvieran una cena en noche buena. Como por arte de magia, nunca más volvió a padecer el fenómeno de la asedia.

  8. 16 enero, 2019 at 01:50

    Diosss!!, creo que el mejor hasta ahora, felicidades, me ha encantado

  9. Pequeña Escritora
    8 marzo, 2019 at 13:07

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras. Probablemente este era el secreto mejor guardado del rey, ya que no podía mostrar debilidad ante su pueblo. ¿Que clase de rey permanece triste a pesar de tener poder y riquezas? Nuestro pequeño rey. Ante los ojos de la gente era guapo, amable, generoso (tanto como pueda serlo el rey de los cinco reinos )… La mayoría de jóvenes se paseaban por delante del del castillo durante todo el día solo por si el rey asomaba y podían llamar su atención. Y es que, el rey no había encontrado esposa todavía, había tenido miles de ofertas, e incluso su madre le había llegado a organizar ya tres bodas, pero él no encontraba a la adecuada. Y todo porque quería que fuera especial, quería encontrar esa chispa de la que hablaban los cuentos de su madre cuando era pequeño.
    Sin embargo, nuestro rey había empezado a perder la esperanza de encontrar esa persona especial que lo hiciera feliz y así afrontar su gran tristeza, hasta que un día decidió salir a dar un paseo disfrazado de artesano para conocer a alguien de verdad, sin que lo trataran diferente por ser el rey. Esa misma tarde, en un pequeño comercio del pueblo mientras compraba unas telas para su madre conoció a Elda. Elda era una joven morena de ojos negros cuya belleza estaba oculta por los harapos que llevaba. Tenia que pasar la mayor parte del día trabajando para ayudar a su familia. Su padre falleció hacía un año en la guerra, su madre estaba enferma y tenia que comprar muchas medicinas, que por esa época no eran nada baratas, y además tenia un hermano pequeño, a quien le estaba pagando los estudios para que pudiera tener un buen futuro.
    Mientras nuestro querido rey le pedía las mejores telas a Elda, pudo ver un brillo especial en sus ojos, un brillo que transmitía alivio, ya que necesitaba el dinero. De este modo, el rey le compro las mejores telas y Elda sin entender nada le agradeció miles de veces su acto. Justo antes de irse el rey decidió darle una oportunidad en otro contexto, se había quedado con las ganas de conocerla mas en profundidad. Así pues, la invitó a comer a palacio al día siguiente para hablar y conocerse. Elda no daba crédito y mientras escuchaba las palabras del rey se sintió muy avergonzada y empezó a hacer reverencias. El rey le pidió que parara y que lo tratara tal y como lo había hecho hasta ahora.
    Al día siguiente la comida fue tal y como el rey había soñado mil veces y esa misma noche pidió matrimonio a Elda la cual aceptó solo con la condición de tener libertad para seguir trabajando y tener su propia tienda de telas.

  10. Pequeña Escritora
    8 marzo, 2019 at 17:30

    Buenas tardes,
    Esta mañana he publicado la propuesta y no ha aparecido todavia en los comentarios, me pregunto a si ha sido fallo mio o tarda mas de un dia en ser publicado.
    Gracias

  11. Beatriz
    28 junio, 2019 at 14:52

    Erase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    Poco a poco y pasado un tiempo, los lugareños fueron corriendo la voz y así, toda la comarca y las de alrededor fueron conociendo la noticia:
    ─ “Nuestro amo no se encuentra bien, la tristeza lo va a matar” ─
    decían algunos.
    ─ “¡Algo habrá que hacer, busquemos a los más sabios para que encuentren una solución a tan penosa situación”! ─ vociferaban otros…
    Se reunieron pastores, condes y duques, con vizcondes, barones, damas y cocineros y votaron a mano alzada a siete miembros de la Asociación por el progreso y el cambio, (que según vieron, de los conocidos, eran los más sabios…)

    Y así, luego de deliberar durante un período de cinco días y cuatro noches (aun sabiendo de antemano cuántos y cuántas métodos y estrategias había experimentado el monarca sufriendo más y más angustia y frustración cada día, no pudieron hacerlo más corto), idearon la fórmula mágica que lo quitaría para siempre de aquel largo y angustioso dolor que estaba ya a punto de convertirse en agonía.
    Ah, se me olvidaba… ¿La fórmula?
    “Todos y cada uno de los jóvenes del reino, incluyendo a los dos sexos, deberían presentarse ante el rey al atardecer para explicarle, uno a una, qué sentían y qué pensaban de su reinado y cuáles eran sus aspiraciones”
    Es que los sabios, en su indagatoria para conocer la raíz del problema del monarca, habían descubierto que su tremenda pena se debía a que no tenía descendiente para su trono y tampoco tenía en el horizonte, perspectiva alguna de tenerlo…
    ¡Lo que el rey necesitaba era un SUCESOR!
    Tardes, noches, madrugadas y días enteros pasó el rey eligiéndolo, tanto así que sus movimientos se volvieron torpes y sus cabellos se volvieron blancos; pero cuando lo encontró, la fiesta comenzó y todo el pueblo bebió, comió, bailó y festejó en esa comarca y en las de alrededor. Y así, en todos los condados pudieron conocer la historia de aquel buen rey. que de triste sin fin
    pasó a ser el monarca de ese tiempo que más alegría y abundancia repartió, que más privilegios y beneficios otorgó y a quien su pueblo más quiso y admiró…
    Y algunas noches, en los jardines de su palacio, cuando las noches son claras y brilla la luna, llegan con la brisa, en susurros, su música y sus fiestas… envolviéndolo todo con su alegría, por siempre, jamás…

  12. Victoria
    28 agosto, 2019 at 04:44

    Erase una vez en un pais no muy lejano , un Rey que sufria de acedia , una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino , los gatos noctangulos y las personas trasnochadoras. Un dolor que se apodero de el Rey durante todo el pasado mes , sin darse cuenta ni buscarlo ya no podia mas con tanto malestar en su interior que termino fatigandose demaciado. El rey habia quedado viudo hacia ya dos años , lo cual todavia no lograba superar ; de el modo que con su problema de acedia y la perdida de su Reina ivan acabando con su pasiencia , su tranquilidad , su vida y la posibilidad de ser feliz junto a una nueva esposa para poder formar una familia , por ello el Rey tambien esta muy angustiado ya que no solo murio su esposa al lanzarse de la torre del castillo si no que se llevo con ella a su hijo en el vientre ; El deseo de el Rey era ser feliz nuevamente pero… ¿como serlo si no tenia quien lo motivara para seguir en la vida?. Fue asi cuando dias despues llegaria a su vida quien lo cambiaria todo por completo , llego a la ciudad un Rey de un pais poco poblado junto con su unica hija 10 años menor que el Rey pero tan hermosa como una gema pulida ; el Rey al verla quedo encantado de tanta belleza , parecia un regalo de el cielo que dios habia enviado a esta princesa para darle una nueva oportunidad… Y asi fue se enamoraron , se casaron , todo era perfecto y como enorme sorpresa la nueva Reina se embarazo de gemelos y desbordaron de felicidad junto a esos dos hermosos bebes de cabello dorado como el oro , por fin los problemas de el Rey desaparecieron ,y pudo ser feliz nuevamente.

  13. Sandra
    28 mayo, 2020 at 03:15

    Èrase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedìa, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras
    El rey, un enorme felino, que siempre tenìa una mueca de aflicción y severidad en su semblante, otorgaba las instrucciones que debían seguir en el reino y asignaba las tareas obligatorias de cada habitante para evitar que el contagio por el cual estaban atravesando, afectara a un mayor número de la población. La regiòn se encontraba cruzando por una pandemia que nunca imaginaron posible y por lo mismo el lacayo designado a atender todos los requerimientos del rey, enfermó, y por ley lo reemplazaba un familiar cercano, en este caso fue la hija, Melina, pues la esposa también enfermó y ambos fueron recluidos en un sector aislado del palacio.
    Melina sentía mucho susto de este soberano seriote, que mantenía a sus padres encerrados, lejos de ella, sin ningún tipo de contacto ni información y sin algo que aliviara a sus progenitores. Ella fue la encargada de servirle la merienda y sucedió lo siguiente:
    _ ¡Niña, deja de temblar! ¡Mira lo que has hecho! -rugió el Rey, cuando a Melina se le volteó el tazón con agua de hierbas, caliente- ¿Por qué me temes tanto niña?
    _Disculpe, majestad. -trató de controlar su temblor-
    _Eres muy joven para trabajar. -con el ceño fruncido y la mirada agria-
    _Reemplazo a mi padre, majestad.
    _ ¿ Y que le pasa a él que no cumple su función? -con un vozarrón que estremecía las paredes-
    _Enfermó, majestad.
    _¿Y tu madre niña, es ella quién lo debe sustituir?
    _De igual modo enfermó, majestad.
    _ ¿Cuál es tu nombre, cuántos años tienes? -le mandó tranquilizarse y responder sus preguntas-
    _Me llamo Melina y tengo 12 años, majestad. -con sus ojos vidriosos-
    _¿Por qué es tan excesivo tu temor hacia mi? -irascible-
    _Ud majestad, constantemente está enojado y yo creo que es porque no ve a su familia y si Ud. no se encuentra contento, yo no volveré a ver a mis papás. -sollozando profundamente-
    El monarca, no reveló en su cara conmoción por lo que le ocurría a Melina, pero la muchacha logró causarle un poco de compasión y ternura. Por lo que la hizo sentarse y escucharlo:
    _Melina. . . Dime que síntomas tuvieron tus padres. -en tono mas indulgente-
    _Mi papá tuvo fiebre alta y tos. A mi mamá le dolieron los huesos y le costaba respirar y Ud. los mandó a ambos a encerrar lejos, a donde yo no los puedo ver, majestad, y quizás conmigo haga lo mismo. -llorando-
    _Melina, hay un virus muy fuerte que nos enferma a todos, algunos mueren, otros no. No lo sabemos combatir. De lo único que disponemos ahora para frenarlo es la distancia, solo asì superaremos este germen. Yo voy a dar una orden para que puedas ver a tus padres con los resguardos apropiados.
    La joven pudo ver a sus papás a través de una ventana frecuentemente, hasta que salieron del aislamiento y se abrazaron y besaron y prometieron no dejar de tocarse, hablarse, mirarse, aunque estuvieran enojados, porque 30 días sin saber nada de nadie, es mucho tiempo.

  14. Auri
    1 septiembre, 2020 at 19:04

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras. Este fenómeno, de por sí poco sorprendente, era una rareza cuando se tenía en cuenta que el rey era bastardo, solo una vez había soñado que se convertía en gato y tenía la costumbre de dormir nueve horas diarias para mantenerse despierto a través de las largas cenas con dictadores del oriente medio. Pese a lo que se rumoreaba en la prensa rosa, tampoco sus encuentros con amantes diversas le quitaban el sueño, pues tenía por norma visitarlas durante el día, preferiblemente en el extranjero o mientras su esposa estaba en la peluquería, actividad a la que asistía con perfecta puntualidad y de la que por lo general volvía más tarde de lo planeado.

    Esto nunca provocó ningún tipo de revuelo por el simple motivo que nadie tenía especial interés en su afección. La reina se encontraba con sus amantes —una de las cuales, curiosamente y sin que ninguno de los dos estuviera enterado, se acostaba tanto con ella como con su marido— durante las visitas de este al médico, y la monarquía había tomado precauciones para que la debilidad del rey no llegara nunca al oído público. De este modo, el rey sufría su acedía en silenciosa y diminuta aceptación. O eso parecía. En la privacidad de su habitación, cuando se miraba al espejo y veía sus ojos grandes y nublados, subrayados por aquella tristeza tan regía, se decía que no era sino la marca del destino que le esperaba. Soñaba un futuro de verdadera realeza, donde jugaría el papel protagonista en intrigas políticas, negociaciones a vida o muerte y conflictos económicos de dimensiones inconcebibles para aquellos externos a las más altas esferas sociales. Se imaginaba como el titiritero, el maestro de las sombras, la figura dual que el pueblo admiraría y las corrientes ocultas del poder respetarían. Se veía, a través del tinte de su tristeza, como un hombre trágico cuyo futuro —brillante, peligroso, lleno de escenas de tensión— aún tenía que desplegarse.

    De este modo las fantasías del rey sobrevivían al tiempo, amparadas en aquella afección cuya causa —como reveló un médico unos meses antes de la muerte del monarca— era simplemente la tendencia de los miembros de la casa real a estirarse después de las comidas, sin importar lo copiosas que fueran, unida a una propensión genética al debilitamiento del esfínter muscular entre el esófago y el estómago. El único destino reservado al rey era el de una existencia nimia, puntuada por eventos insignificantes y que culminaría en la metástasis de un cáncer de pulmón.

    Pero él, esto, no lo sabía. Y cuando por la noche se quedaba mirando el techo, sus sueños sobre el futuro lo mantenían despierto.

  15. maia
    10 septiembre, 2020 at 18:10

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras. El nombre del rey era Leonardo. Su vida era una constante cadena de excesos, juergas y festines que siempre acaban a altas horas de la madrugada. En su reino, la monarquía tenía un papel puramente institucional, de forma que tenía bastante tiempo libre para sus diversiones. En dichos convites, acudía toda la corte y también gente noble que, incluso, procedía desde tierras muy lejanas. Las fiestas organizadas por Leonardo eran mundialmente conocidas. Así vivía el rey Leonardo.
    No obstante, nuestro rey siempre amanecía invadido por una profunda tristeza de la que nadie podía despojarle. Había acudido a los máximos jefes religiosos, curanderos y loqueros más populares y exitosos. Ellos le recomendaban tomar largos baños, escuchar todo tipo de melodías, pasear al aire libre, seguir una alimentación concreta…pero nada hacía al rey sentirse mejor.
    Un buen día, el rey daba un paseo por el pueblo. En las afueras del mismo, ya cuando volvía a palacio sus ojos se posaron en una viejecilla que recogía hierbas junto al camino. La curiosidad pudo al monarca y mandó parar al carruaje. Descendió con cuidado y se aproximó a la anciana, preguntándole qué plantas eran esas que estaba recopilando. Ella le contestó que servían para hacer más fuerte el cuerpo (lo que hoy entenderíamos como una mejora de las defensas). Sin dejar responder al rey, la viejecilla se fijó en los ojos apagados y apesadumbrados del monarca y comentó:
    -Señor, con todos mis respetos, sé cómo aliviar su profunda tristeza. Es sencillo pero debe mostrar disposición absoluta.
    Leonardo, sorprendido y al mismo tiempo inquieto por el atrevimiento de la mujer, quiso saber más.
    -¿Usted, amable señora, sabe cómo puedo alcanzar la felicidad?
    La mujer le respondió que al caer el sol se metiera en la cama, cerrando todas las ventanas sin dejar pasar ni un solo rayo de luz. Después, también le indicó que todo a su alrededor debía estar en silencio.
    El rey accedió sin pensarlo. Al llegar a palacio, mandó colocar cortinas en todos los ventanales y a las 8.30 cuando caía el sol, se acostó, sin oír nada a su alrededor puesto que había prohibido cualquier ruido en todo el palacio.
    Al día siguiente, la viejecilla llegó al palacio antes de que despertara Leonardo, pues quería comprobar si el rey había seguido fielmente sus recomendaciones y, por supuesto, si estas habían surtido efecto.
    El monarca bajó las amplias escaleras con un brillo especial en los ojos. Su expresión facial mostraba relajación y lucía una ligera sonrisa. La mujer preguntó a Leonardo:
    -¿Cómo se encuentra, su majestad?
    El rey no podía evitar sentirse dichoso y quiso saber cómo la señora conocía la clave para evitar la tristeza.
    -Es sencillo- respondió ella-. Usted sufría de una tristeza provocada por la falta de luz y de un ritmo de sueño alterado que le provocaba angustia y desazón por las mañanas. De hecho, esta enfermedad afecta también a los gatos que trasnochan sobre los tejados y, por supuesto, a todas aquellas gentes que viven más de noche que de día. Esto no solo le ha afectado a su majestad, sino que toda la nobleza (exenta de trabajo diario) se ha dejado llevar por la vida nocturna y de esta manera todos padecen de dicha enfermedad. Solo tiene que pensar, es lógico, desde los inicios de los tiempos, el hombre siempre ha vivido marcado por el sol y ha sabido educar a su cuerpo para dormir por la noche, algo básico para estar sano- culminó la viejecita.
    Así pues, el rey Leonardo y los cortesanos celebraron menos fiestas por las noches, aprendiendo que la buena salud y felicidad reside ,en buena parte, en aprovechar el día y descansar por la noche.

  16. susana akuliw
    13 septiembre, 2020 at 16:08

    Erase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedia, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    Todo el castillo tenia un ambiente sombrío, pues la música se había escondido y las risas se hundieron en un pequeño rió,,al igual que los colores perdieron su hermoso brillo. Nadie sabia que pasaba , porque sumido en la tristeza , el rey no emitía palabras, tan solo lloraba sin consuelo , sin producir ningún sonido . El silencio, y la penumbra de la noche , hacían compás con aquella tristeza, en medio de su soledad..Un día el rey se asomo por su ventana y vio una estrella fugaz , su mirada fue tan profunda que la estrella se volteo a mirar , viendo en el un alma en pena que la hizo suspirar .
    La estrella se acerco , preguntando a su majestad por que tanta tristeza, si ya por ser de la realeza tienes todo lo que tu quieras . con solo dar unas palmadas, se aparecen tus sirvientes dándote a manos llenas lo que tanto desearas . pero el rey impresionado que una estrella le hablara , le contesto susurrando lo que yo quiero es nada.. Pero la estrella que podía ver la transparencia de su alma , vio que había mucho amor encerrado y decidió buscar al hada maga , para que la convirtiera en mujer pues la tristeza del rey se terminaría si llegara amar a una mujer ,a quien siempre le escribía poemas sin saber quien es » Aquí estoy… en la espera agonizante sin tener la certeza de que algún día te tendré entre mis brazos.Solo escucho el grito de tu alma,aclamando que te espere…» escribía una y otra vez y su tristeza se agudiza cada mañana al saber que ese amor que el esperaba , estaba sin aparecer .
    De repente se oyen las trompetas ,turu anunciando la llegada de alguien al castillo. sorprendido se asomo al balcón , porque hacia tiempo que nadie visitara el castillo. Decide bajar las escaleras con una actitud recelosa , pero diviso una luz que poco a poco se fue esparciendo , que tenia forma de mujer , no lo podía creer , sorprendido de la belleza que emanaba de aquel ser , su alma pareciera que se salia de su pecho diciéndole siempre estuve en una búsqueda incesante, sintiendo tu presencia.en un mundo tan ancho que sé hacia imposible Hallarte. te acariciaba y aun no existías.te besaba y aun no existías…te sentía intensamente y no estabas.pero siempre con la ilusión de encontrarte, Con la esperanza puesta por delante de que en un momento mágico te vería y mi alma saltaría de alegría advirtiendo que eras tu… Sintiendo algo dentro de mi encendido .divariaba, casi en locura, te visualizaba . Al escuchar la mujer esas hermosas palabras , le confeso que era la estrella que en aquella mañana , voltio su mirada y que había regresado , gracias al hada maga , para compartir ese amor que en su alma se encarnaba , haciendo regresar los colores , la alegría y la música en todo el castillo , viviendo felices para siempre,

  17. Raquel Sempio
    14 septiembre, 2020 at 18:46

    (Propuesta 176)

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.

    En fin, dolorosa para cualquiera… para cualquiera que sufra tristeza. Este rey sentía que despierto o dormido en su vida reinaba el sin sentido. Él, monarca absoluto de las realidades ajenas, no podía reinar sobre su tristeza ni su falta de sentido.

    Todo sabía a nada, todas las personas le parecían aburridas, la imagen que le devolvía el espejo le parecía insulsa. Por eso había mandado a cubrir todos los espejos del palacio. No toleraba nada que le recuerde que no había nada importante que recordar.
    Todas sus necesidades básicas estaban satisfechas. Demasiado satisfechas.
    Toda su mirada de la realidad, agotada, porque sólo había aprendido a mirar sentado en su trono. Y las únicas historias que había escuchado, los únicos testimonios, los únicos consejos y advertencias provenían de alguien que también había pasado toda su vida sentado en el trono. El mismo trono.
    Ese mediodía, después de almorzar, casi nada, porque ya todo le daba asco. Con la sensación de no aguantarse ni a si mismo y mucho menos a los demás … decidió dar un paseo a campo traviesa sin seguir los senderos reales.
    Y como nunca había salido de los senderos reales, obviamente se perdió.
    Como ya nada le importaba, tampoco le importó perderse.
    Así vago errante por su reino. Tan desconocido para él como su propia alma.
    Cuando parecía distinguir algún punto de referencia conocido que le permitiría volver, cambiaba el rumbo y marchaba en sentido opuesto a lo conocido.
    La tarde iba cayendo. La oscuridad iba constituyendo el más acorde de los escenarios. Había un equilibrio entre la ausencia de luz interna y la noche.
    Fue experimentado la falta de abrigo, el estómago vacío, la dureza de las piedras, el silencio absoluto, el miedo.
    Con algunos descansos obligados nunca dejó de internarse en lo recóndito de sus desconocidas propiedades. Ya amanecía.
    Perdido y a la vez fascinado por la extraña experiencia de la falta, no alcanzó a distinguir al mendigo que yacía bajo un frondoso ciprés.
    Tropezó con las pierdas extendidas del extraño cayendo de bruces contra las hierbas bañadas por rocío. Rápidamente se da vuelta y ambos, en el suelo, se encuentran a la altura de sus ojos.
    El hombre le dice al rey: tengo hambre, tengo frío y estoy solo.
    El rey responde: Yo también.
    Y fue en esa mirada, en la que se encontró.

  18. Arantxa
    16 octubre, 2020 at 14:44

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.

    Había consultado a todos los médicos del reino y de los reinos vecinos pero nadie daba con la solución a su problema, que cada día se volvía más insoportable.
    Nada le consolaba de su pena, ni los fastos de la corte, ni la compañía de su séquito de fieles damas, ni los juegos de poder, ni los viajes exóticos, ni el escondite financiero, NADA.
    Su sangre azul marino se había convertido en un peso insoportable. La falta de esa alegría que tanto le había caracterizado antiguamente, hacía que su entorno empezara a sentirse incómodo en su presencia.
    ¿Dónde está la solución?, pensaba, pero nadie era capaz de facilitarle una respuesta.
    Una tarde salió a pasear (no andando por supuesto, ya que cualquier fuerzo físico estaba contraindicado en su estado) . Desde su carroza el rey observó a sus súbditos ocupados en sus quehaceres diarios, en actividades incomprensibles para él pero que visiblemente ocupaban el tiempo de aquellas personas que sin embargo parecían estar en un perfecto estado de no-acedía.
    ¿Cuál será el secreto de estas gentes?, se interrogó y decidió preguntárselo. “Buenas gentes, ¿por qué no padecéis de acedía?. Sus súbditos se miraron sorprendidos, “¿Acedía?, contestaron, pero si nuestra sangre no es azul, no tenemos derecho a esa clase enfermedades, lo nuestro es sobrevivir”, contestaron satisfechos.
    Sangre corriente, esa era la solución, cambiar el color de su sangre, ¿pero cómo?.
    Los médicos y asesores se pusieron manos a la obra en una ataque de frenesí: ¿cómo cambiar el color de la sangre?, preguntemos, interroguemos, escuchemos…
    Tras varias semanas de observación en ciudades y pueblos, de apagar la tele y mezclarse con la gente en bares y restaurantes, de acudir a manifestaciones y contra manifestaciones, de no prestar atención a los políticos, los expertos reales llegaron a la conclusión de que sobrevivir pasaba por convertirse en alguien implicado, consciente, desinteresado, luchador, determinado y tenaz, pero también, para una parte de los súbditos, en alguien discreto, inexistente, trabajador sumiso y duro, forjado en mil batallas y dispuesto en todo caso a sobrevivir, aunque eso representara dejar su piel.
    “Nuestro rey no podrá tener sangre corriente” pensaron, no conoce estos términos. Inventemos algo, fabriquemos sangre normal para paliar la enfermedad, puede que funcione si echamos una dosis suficiente de simpatía, cercanía, familiaridad… Del resto ya se ocuparan otros expertos.
    Dicho y hecho, las transfusiones empezaron. Funcionaron durante un tiempo y el rey vivió tranquilo y feliz en su palacio de oro. Pero la sangre del rey era muy azul marino, el rojo no alcanzaba a imponerse. Puede que finalmente la sangre son sea el problema, pensaron, puede que lo que necesite nuestro rey sea cambiar su palacio por otro más soleado, más cálido, más tranquilo, donde la gente no le moleste con sus quejas. Así, el rey se mudó de palacio, se rodeó de gentes que no se sentían incómodas con su presencia y que consolaron al pobre rey de su dolencia, aunque nunca comprendieran que la acedía fuera dolorosa. Si el rey se curó de su dolencia…lo sabremos cuando vuelva.

  19. VIVALO
    2 noviembre, 2020 at 01:30

    ERASE UNA VEZ
    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    El rey hasta el sueño había perdido y lo lamentaba mucho. Soñar era lo suyo, ahí podían surgir las mejores políticas para su reino; en especial en ese momento entre que te despiertas a una hora inopinadamente temprana y los esfuerzos para dormirte de nuevo. En esa vela sueño revolotean los recuerdos, las ideas, los sentimientos y otro género de ocupaciones mentales que terminan por arrojar luz a tus preocupaciones más importantes y cotidianas.
    Fue así como una madrugada encontró la genial respuesta a la insuficiencia de recursos de su reino: cobraría impuestos por cada ventana que tuvieran las casas y ese impuesto se triplicaría para aquellas casas que no tuvieran ninguna.
    Maravillado por su ingenio se sobresaltó, lo cual lo obligo a despertarse percatándose de que su sensación de ardor en la garganta provocada por el exceso de ácido en el estómago, debido a la ingesta de manjares y licores generadores de su acedia, le volvieron a la realidad: mas impuestos así, igual a rebelión social: ¡oh, tristeza!

  20. Leydi Dy
    3 noviembre, 2020 at 18:09

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras. Nunca pensó que su dolencia sería una maldición para su reino; los súbditos sonámbulos, empezaron a quejarse de sus trasnochadoras noches, no encontrada en los libro de curanderos. Habían pasado varios años de su dolencia y el reino aumentaba su desgracia; las mujeres abandonaban a sus hijos y se iban a las cantinas a emborracharse, mientras sus maridos las dejaban solas a merced del tiempo. Los animales domésticos taciturnos, sufrían de una demencia extraña, mientras él, y toda su prole de palacio caminaban confundidos chocándose unos con otros sin pegar un ojo siquiera. Entonces mando buscar a los mejores hechiceros de los reinos circundantes, les propuso que si lo aliviaban de su tormentosa tristeza daría la mitad de su reino. Los encantadores comenzaron sus faenas y ninguno acertó, y fueron despedidos uno por uno. Un día un caminante con aspecto de mendigo se acercó al reino y oyó los rumores de la dolencia del rey y pidió verlo. Le propuso un trato. Él lo curaría del mal que lo aquejaba y a cambio, sería un mejor rey para su pueblo. Aceptado el trato el mendigo comenzó a trabajar; al cabo de unos días empezó a mejorar, las personas comenzaron a ser mas humanas, ayudarse unos con otros, a ser agradecidos, y el rey comenzó a compartir sus riquezas con los pobres. Al cabo de un mes, ya las personas del reino se querían más y cantaban agradecidos. “Tan solo el amor convierte en milagro barro…” se dice que el reino de aquel país no muy lejano, el rey ya no sufría de tristeza; que junto las personas de su reino entonaban cantares místicos mientras recogían las abundantes cosechas. El vagabundo volvió por donde mismo se vio llegar, y nunca más se supo de él.

  21. 10 febrero, 2021 at 17:04

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    El rey aunque era de sangre azul, dudaba de su ascendencia, por la particular enfermedad que padecía.
    Pero no era más que un pensamiento que rápidamente lo anulaba, llamando al brujo para que le prepare un brebajo que lo saque de se trance.
    Preparado el brebaje el brujo se lo traía y el rey lo tomaba, curiosa y rápidamente el rey transformaba su acedía, en un sentimiento positivo.
    Ya no veía a los gatos noctámbulos, y las personas trasnochadoras las veía sin ojeras y con una gran sonrisa.
    Como se sentía de maravillas, el rey le pedía a su sirviente, que prepare un banquete e invite a toda la comarca.
    Empezó el banquete a las 21 hs, todos sonreían, comían y tomaban, mientras el rey con una sonrisa los miraba.
    Bailarinas, danzaban al ritmo de un tambor, que estremecían a los hombres por sus movimientos y curvas muy pronunciadas.
    Las mujeres miraban disimuladamente a los guardias, fornidos hombres que no pasaban desapercibidos para ellas.
    Algunas mujeres disimuladamente con pequeñas senas escapaban con ellos al campo, quien sabe a qué.
    Todo transcurría normalmente, hasta que a las 3 de la mañana el rey dio por terminada la fiesta.
    Mando a llamar al brujo, que apareció al rato con cara de poco amigo por estar durmiendo,
    el rey lo felicito por el brebaje que todavía duraba su efecto.
    El brujo entre dientes le contesto, no rey, el brebaje no fue, le di agua, le dijo el brujo, el rey sorprendido lo miro, el brujo le dijo, lo que lo saco, fue sus ganas de curarse.
    El rey levantó los brazos insinuando, bueno lo importante es que me siento bien.
    Con la luz de las velas apagada, cada uno se fue a sus aposentos, el rey con una sonrisa, y el brujo con una mirada perdida por él sueno que tenía.
    Moraleja, eres lo que crees ser, no lo que percibes.

  22. Nataly
    29 junio, 2021 at 21:20

    PROPUESTA 176

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.

    No importa cuánto intentara mejorar, pasaban los días y el rey no lograba deshacerse de ese pesar que sentía por la pérdida de tantos seres queridos en la guerra contra los barbaros, no podía conciliar el sueño, apenas probaba bocado alguno y cuando llegaba la hora de salir de sus aposentos para continuar con sus mandatos como así lo exigía su pueblo, era el momento del día cuando la acedía lo invadía con mayor fuerza, se sentada en el trono con los ojos tristes y empañados de angustia, semblante alicaído, tes pálida, cabello enmarañado y en ocasiones cuando alguien se acercaba para informarle algo notabas como su mirada desdeñosa podía pasarte todo su malestar. Con solo verlo de reojo se notaba como cada extremidad de su cuerpo le pesara el doble de lo normal. Sus mayordomos y sirvientes se preocupaban que si la condición del rey seguía así no podría elaborar sus tareas correctamente y los llevaría a la ruina a todos.

    Un día el rey mando a llamar al su lord maestre con uno de sus sirvientes, el palacio completo callo en los rumores y susurros. No hubo ni un solo rincón de cada habitación en el que no se hablara de los motivos por el cual su majestad después de tantos días al fin solicitaba la presencia del lord. Muchos de estos eran por supuesto disparates, pero otro no tanto, aunque después de todo, en los pasillos de un palacio siempre se dicen cosas de las que uno no esta tan seguro de cuanto porcentaje de verdad contienen.

    Pasaban los días y el Lord maestre se negaba a contar cualquier detalle de su conversación con el rey, su aura se había transformado por completo y siempre andaba apurado de acá para allá sin intercambiar palabra con nadie. Era como si lo que sea que su majestad le haya comentado fuera de un valor tan grande que no pudiera dejarlo perder un minuto.

    El pueblo comenzaba a impacientarse por la falta de recursos naturales que había disminuido notablemente desde la llegada de los barbaros, había sequías y en las tardes los rayos del sol eran tan grandes que cada dos por tres caía un animal muerto, si continuaba de este modo llegaría el día en que no quedará ser vivo que les diera sustento, llevando al pueblo a la muerte inminente, al menos que su rey tomara cartas en el asunto, enviando marinos a explorar tierras nuevas y así traer riquezas y alimentos para asegurar su futuro. Pero ya no quedaba tiempo, pues una tarde el rey solicito una audiencia con todo aquel que viviera en su territorio y les conto con el maestre a su lado como había tenido una gran epifanía luego de la muerte de sus seres queridos, el dios Loky de los Barbaron existía e iría en pocos días para exterminar a todo el pueblo y así darle una lección a todo aquel que fuera en contra de los Barbaros y sus tradiciones. No les quedaba ya esperanzas de que el Dios de los católicos pudiera salvarlos de este falso dios ya que se había presentado ante el rey para advertirle que no les daría una segunda oportunidad de redención, así como él no se las dio a sus seguidores los vikingos. Tal noticia hizo que cada ciudadano comprendiera la acedía que había invadido a su Majestad y así fue contagiando uno por uno hasta que al fin llego el día y ya no hubo más que rogar que todo fuera un terrible engaño de los Barbaros para apoderarse de sus tierras.

  23. guto
    24 febrero, 2022 at 05:02

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    Siguiendo los consejos de sus asesores, intentó curarse celebrando fiestas, banquetes, vino y mujeres; donde todos debían tomar, cantar, bailar y reír. Pero lejos de curarse, su condición empeoraba.
    Una noche se apareció en el palacio el mago Migán. Éste le reveló al rey que, para curarse de acedía, debía traerle un puñado de florilla, planta herbácea que solo crece en lo alto del monte Aceyer. El racimo debía ser arrancado de raíz por el mismo rey y con éste el mago preparía la pócima mágica que lo curaría.
    El rey organizó personalmente la expedición, que comprendía más de sesenta vasallos de distintas profesiones.
    Marcharon todo el día y llegaron al pueblo de Vallán, al pie del Aceyer. Los pobladores se veían débiles y famélicos, la cosecha ese año no había sido nada buena. El rey ordenó a su séquito compartir las provisiones de alimentos con todos los pobladores, quienes estuvieron muy felices y agradecidos. Ese día, ni el propio rey probó alimento alguno.
    Al siguiente día marcharon hasta llegar en plena noche al pueblo de Meset, que se encontraba a medio camino hacia la cima del Aceyer. Toda la población era de edad muy avanzada y padecía mucha soledad. El rey decidió quedarse unos días para que los expedicionarios acompañen y atendian a los pobladores. El propio rey conversaba, vestía y daba de comer a muchos de ellos. Los abrazaba y les acariciaba la cabeza. La población estaba encantada y los despidió muy contenta cuando prosiguieron su camino a la cima. Al final del día, llegaron al pueblo de Nevis, donde los pobladores se estaban muriendo de frío. El rey dispuso que todos compartieran sus abrigos con los pobladores, quienes rápidamente se calentaron. Nevis era el último hito antes de llegar a lo alto del Aceyer. Al alba el rey salió solo en busca de florillas, escaló todo el día y no encontró ninguna. Solo había nieve y más nieve. «¡Maldito Migán!» Al bajar a Nevis a la hora del crepúsculo se contentó de ver a los habitantes alternar alegremente con su séquito. Luego recordó lo bien que la había pasado también en Meset y Vallán. Entonces se percató de que desde que llegó a Meset hasta este día se había curado de acedía. Y entendió el por qué. «¡Bendito Migán!» Y sonrió para siempre.

  24. Lola
    5 febrero, 2023 at 21:35

    Érase una vez, en un país no muy lejano, un rey que sufría de acedía, una forma de tristeza particularmente dolorosa para las gentes de sangre azul marino, los gatos noctámbulos y las personas trasnochadoras.
    Cada noche sudaba sangre azul que se desprendía de sus imponentes ojos, silenciosamente tomaba del cajón de su mesita de noche, un delicado pañuelo de la más alta seda proveniente de oriente, secaba su río de penas y a la mañana siguiente lo lavaría él mismo como normalmente hacía, haría sus labores de rey y fingiría una sonrisa para su reino, pues a pesar del vacío que sentía en su interior quería a su pueblo y no le gustaba la idea de verlo sufrir. Pero esa noche, entre la oscuridad el rey se ahogaba dentro de sí mismo, inmerso en su lago de sangre azul, no lo soportaría ni un segundo más, pero antes de que pensara tomar una decisión de la que se arrepentería para siempre, escuchó una maullido que hizo que se asomará al jardín, y pudo ver la cosa más hermosa jamas vista, envuelto por un pelaje negro azabache que resaltaba su dulce sonrisa, hizo una reberencia, y saludo al sol del imperio, este no comprendía cómo era posible que ese pequeño felino pudiera desbordar tanta felicidad, pues tenía entendido que los gatos noctámbulos también padecián de su misma enfermedad, no se aguanto más y preguntó el causa de su fortuna. El felino le contestó extrañado, ya que pensaba que todo el reino ya sabía de su bendición, le dijo que cada noche tenía la oportunidad de sentir la tristeza, para que al día siguiente, cuando el sol lanzará su primer rayo pudiera disfrutar el resto del día, era un recordatorio para que nunca olvidará lo magnífico de las pequeñas cosas de la vida.

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