![]() En la propuesta de hoy debéis escribir un texto con la forma y género que prefiráis de máximo 2.000 caracteres que transmita algún tipo de ternura diferente a la provocada por los niños o por los cachorros de cualquier animal. Por favor, no olvidéis enviar comentarios a los textos de otros con críticas constructivas para mantener la dinámica del taller. .
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Me aproximo, duermes, te miro, te amo. Ahí tendida, bajo las sábanas, pareces mucho más pequeña, más vulnerable, más dependiente de lo que realmente eres. Las luces neón no cierran los ojos ni un momento. Las enfermeras no bajan la voz. Tus compañeras de cuarto se entretienen mirando las paredes, están solas en esto. Pero tú estás para mi. Para mis manos que te recorren el cuero cabelludo al ponerte el shampoo, masajearte, enjuagarte. Para mis ojos que persiguen el jabón por donde va dejando surcos cuando te baño. Existes para mi, hoy, porque te amo. Porque ni el yeso en tu brazo ni el bastón en la mano te permiten valerte por ti misma, y la vida te lleva a abandonarte entre mis brazos. Me recibes, con mis caricias y las palabras que pronuncio, y la risa que ocaciono, y los deseos que voy juntando para cuando salgas de este hospital y podamos ser inmensas en nuestra propia cama, sin luces neón ni enfermeras toscas, sin compañeras de cuarto, ni cortinas, ni sueros, ni yeso, ni bastón. Hoy te observo mientras duermes. Me bebo tu imágen, babeo con tu piel y la cuenca de tus ojos. Me extasío al escuchar que respiras, porque vives ya vivir iluminar mis días, mis noches, mis trances. En silencio aguardo, espero ese momento en que despiertas, porque cuando despiertas te das cuenta de que estoy ahí, contigo, para ti… Y te sabes tan, pero tan amada… Y sonríes, y te ves tan descansada en el hecho mismo de saberte por mi amada.
Quisiera criticarte algo… que pasaría si hicieras el relato algo más largo? utilizarías la misma manera de escribir? o escribirias con un leguaje más sencillo… no digo que el que usas sea complicado… pero parece bastante meditado para que quede tan bien como ha quedado….. no sé si me explico….
Una mujer camina a lo largo del andén con paso firme y decidido, pero su mirada ausente traduce no estar allí… Al oído del silbato vuelve a la realidad y con un grácil movimiento accede al peldaño que separa el andén del vagón de primera clase, escenario familiar que busca reanudar un inequívoco destino. Tras ella una adolescente la mira con inusitada atención, algo en esa mujer la fascina, quizá lo resuelto de su caminar.
Justo cuando la mujer sube al tren, la muchacha advierte sorprendida como desde la bolsa de viaje de aquella desconocida, planea una carta hasta posarse en el andén. Absorta con la escena tomar la carta y la esconde en su pecho acelerado. Subyugada por aquella mujer, no puede resistir el imperioso deseo de saber de ella. Quizás, se dice así misma , a través de aquel pliego de papel… Ansiosa comienza a leer ávidamente…
Ante todo quiero que sepas, que soy de las que entiende, que para estar bien con alguien se ha de estar bien con uno mismo. Me atrevería decir que he encontrado en muchos aspectos, la conciliación entre mis deseos y mis metas cumplidas. A lo largo del camino he ido cubriendo etapas, realizando sueños y cometiendo errores… Todo ello hace de mí una mujer inquieta y resuelta, aunque también en ocasiones tambaleada por algunos miedos inseguridades. Quiero a pesar de ello afrontar el futuro con optimismo y determinación, me siento con ilusiones renovadas y con el empuje necesario para hacer con mi vida lo que quiero.
Siénteme a tu lado cariño, estas presente en mi pensamiento. Quiero vivir muchas cosas contigo, que lo que siento a tu lado y la atracción y el deseo que me suscitas, permanezca en el tiempo.
Cariño nos espera una cómplice charla en los escalones de la Plaza del Pi… Largos paseos aderezados de charla y mágica intención… Plasmar emociones juntos a través de la música y pintura y todos los aderezos que se nos ocurran, para saborear el estar juntos.
Entre tanto voy a tu encuentro …
No parece una carta estaría firmada. Son los sentimientos de una mujer desgranados en el papel.
Alzando los ojos advierte atónita que el tren ha partido.
Aflora la ternura, una lágrima resbala por la mejilla arrebolada de la muchacha hasta desaparecer.
Te observo como duermes, envidiando sanamente tu dormir relajado: no sè si existe la envidia sana, pero no siento rabia al ver que tu duermes y yo me desvelo. Paso mi mano por tu rostro, muy suavemente para no despertarte, y dibujo con mis dedos tus facciones: tus ojos con pequeños estrìas a su alrededor, tus labios que todavìa se muestran insinuantes y tentadores, tu nariz fea y tu barba de un dìa que raspa mi mano y demuestra los embates del tiempo. Recuerdo que cuando pololeabamos y nos proyectàbamos con hijos, yo te decìa: quiero concebir un hijo con tus ojos, tus labios, tus dientes y tu estatura. Tuvimos dos hijos, con los que formamos nuestra familia y son nuestra razòn de ser. Tu pelo ahora con manchones blancos, me hace traer a la memoria, nuestro inicio de vida de pareja. Recuerdo que cuando tenìamos 20 o 22 años, y decidimos casarnos, nuestros padres no estaban de acuerdo. Ninguno pensaba que pasariamos el año juntos; porque tù eras muy apasionado y un tanto irreflexivo y ademàs machista y yo muy ingenua, idealista y con una visiòn de la vida de pareja idìlica y romàntica, que chocaba bruscamente con nuestra realidad. En esa època me preguntaban ¿Què le haces a èste hombre, para que te trate asì? …
Han pasado màs de treinta años, seguimos juntos y aùn me preguntan lo mismo, ¿Que le haces a este hombre?. Si consideramos que hace màs de 20 años que me enfermè, que perdì mi autonomìa, que mi capacidad para caminar se fue reduciendo hasta llegar a la silla de ruedas. Mi motricidad fina casi no existe…, pero el amor incondicional tuyo ha permanecido intacto. La disposiciòn con que me llevas y acompañas a todas partes, despierta la envidia y la ternura; aunque podrìa decirse que son dos sentimientos que se contra ponen; en este caso puntual, no es asì.
El salaz apetito mutuo había sido saciado, los dos cuerpos inermes reposaban en la cama, los pechos que subían y bajaban debido a la fatiga y el siempre incómodo sentimiento de no saber qué decir. Él ni siquiera la conocía, la pasión del deseo carnal impulsado por el veraneo de varias fechas lo condujo a esa situación. Seguía sin saber qué decirle, y probablemente preguntarle su nombre sería algo supremamente inapropiado, así que simplemente no se atrevió. Preguntarle si le había gustado sería la entrada al mundo de la idiotez donde reposan los simios alfa que se enorgullecen de su virilidad, más bien no lo hacía primero, porque odiaba a esos simios viriles y segundo, porque sabía que una respuesta negativa derribaría su autoestima. Ella se acercó suavemente hacia él, se giró de medio lado y reposó en su pecho – un clásico cliché de película, pero que agrada -. Inició a acariciar su cabellera lenta y suavemente, disfrutándolo más él que ella. Se sobrecogió de tal manera que su cuerpo acurrucado yacía junto a él como una cría recién nacida en busca del calor de su madre, la impulsaban esos salvajes resabios que restan de la evolución, donde una hembra busca la protección de un macho de manera inconsciente. Y un acto igual de natural fue la respuesta por parte de él. Sin darse cuenta estaban acurrucados, combinados en una sola maraña de brazos y piernas, pero las miradas ajenas a ese entrecruce de extremidades permanecían fijas la una en la otra. Lo invadió la ternura, se sentía en la responsabilidad de cuidar ese ser que no conocía más allá de lo sexual. Era interesante ver cómo en estos tiempos modernos el proceso sexual podía perfectamente pasar a la primera etapa, prescindiendo de las otras, pero dicho acto no era tan ajeno a las otras etapas como nos queremos vilmente hacer creer, o eso era lo que dejaban entrever eso dos desconocidos que, mientras él le acariciaba la mejilla, ella con su pulgar rozaba su labio inferior. Ese calor sobrecogedor que no demandaba un intercambio de palabras era el ejemplo vivo de que por más que queramos ser una sociedad sexual y desinhibida, estamos en busca de amor, y que, si bajamos la guardia por un momento, este se escabullirá por cualquier intersticio de la vida y terminaremos enmarañados con quien sabe quién, amando sin saber que estamos amando.
Satisfechos, se miran con el ardor controlado en los ojos
Ella aun se encuentra sobre él y sus respiraciones agitadas casi se unen en uno, o eso cree ella.
Tarda un minuto más en bajarse, pues teme que aquella atmósfera de intimidad pura y dulce placer se pierda.
El lentamente, como si le doliera, aparta sus manos de sus caderas y las deja caer a su lado. Ya echa en falta el terciopelo de su piel y las palmas le arden.
En silencio, con un cierto numero de sonrisas por medio, se recuestan uno al lado del otro, generalmente con la mirada perdida en los labios del otro. A veces el acaricia su espalda de arriba abajo, como una pluma y otras ella pasa su mano por el rostro de el con amor.
No hay necesidad de palabras, ni siquiera de gestos, pues el mundo cambio de un acto violento, húmedo y lleno de sonidos a la ternura típicamente encontrada en los enamorados.
Saben que falta poco para separarse, por motivos ajenos a ellos y conectados al mundo exterior, el cual no se puede sentir mas lejos en ese momento y se acercan más. La fusión de pieles se siente como renacer y las manos se entrelazan.
En estos instantes, todas las personas quieren detener el tiempo y no salir de aquella atmósfera, y es comprensible, este momento representa todo lo que esta bien en la especie humana y todo lo que falta en el día a día.
A veces el tedio toma el lugar de la alegria…la sorprende con la guardia baja en una esquina donde se divierte jugando con barquitos de papel en el cordón de la vereda una tarde de lluvia de verano. Con los bolsillos llenos de bolitas perdidas y la mirada encendida de jubilo y esperanza.
Y por un ratito que te parecen siglos toma el timón y pinta de gris y negro tus días…te apaga de a poquito las estrellas que se reflejan en los ojos, la risa incontenible que te desborda el alma y las ganas de andar en bicicleta bajo la lluvia…
Pero todo pasa, todo cambia, todo está en movimiento porque el movimiento es todo….y una noche, tardecita o mañana de septiembre la alegria sorprende al tedio tomando un Carcassonne con cicuta en el porche de tu alma y le abre el gañote con un chicle jirafa de los que venian cuando yo era chico….en ese instante perfecto en el que se te estira la cara vislumbrando una sonrisa y el corazón se te llena de pedacitos recortados de cielo….y todo cambia. No hay motivo aparente pero se te antoja otra vez comerte al mundo sentado en un paredón con vista al mar, mezclando ideas inagotables que los ciegos no pueden ver ni en cuatro vidas…
Después de aproximadamente cinco meses, necesitaba ir a la peluquería. Mi cabello se movía en bloque, no tenía ninguna forma y al final, como nunca quedaba bien, acababa por recogerlo en forma de moño, soltado cuatro puntas más claras que el resto del cabello, para darme un toque algo más sexy. Mechas californianas, no. Puntas quemadas, sí. Cuarenta años llevo con el mismo color de pelo, sin hacer ningún tipo de mechas ni cambios de color. Me dicen que es una suerte. El color es bonito, apenas tengo canas y por lo tanto, eso que me ahorro porque…Menudo dolor de cabeza el tema de los tintes. Que si color, que si retoques cada mes, que si me lo hago en casa que es más barato, que si no soporto estar cuatro horas en la peluquería, que si mi pelo se está volviendo rubio platino… las hay que no se quejan y les encanta.
“En la peluquería has de estar relajada”, me dijo mi amiga Juana. Estoy segura de que alguien lo consigue, pero para mí es un calvario.
“Me encanta que me toquen la cabeza” dice mi amiga María. “Me relaja muchísimo”. Aquí me gustaría poner ese emoticono de la cara medio amarilla y azul, con la gota de sudor en la frente…. Y es que a mí me relaja bañarme en la mar, dar un paseo por el bosque, escuchar música clásica… no que me toquen la cabeza, aunque sea dando un masaje.
Total, que decidida a insertar algo de luz en mi rostro, decolorando con peróxido de hidrogeno partes de mi pelo, me hallo en la peluquería de mi vecina. Una buena chica que me mira con buenos ojos. En ella, sólo cuatro personas. Una chica con apariencia asiática, con el pelo muy corto de color morado y rojo, una mujer de unos cincuenta y tantos, con una melena larga y a mi modo de ver, mucho peor que la mía, mi vecina la peluquera y yo. Tres clientas perfectamente desconocidas y totalmente diferentes.
La chica asiática, mira su móvil de manera compulsiva. Me doy cuenta de que, dentro de otra habitación, hay una chica preparando lo que parece un set de manicura. Se acerca a ella y empiezan a hablar en un idioma que yo desconozco. Veo que la chica asiática señala su pelo, quiere teñirse las zonas más claras de un lila más intenso. Su ropa también tiene los mismos tonos y deduzco de que color se va a pintar las uñas. La miro un par de veces y reflexiono. Nunca me vestiría de esa manera, pero tampoco soy nadie para juzgar o criticar su estilo. En esta vida, he llegado a una conclusión, y es que todo el mundo tiene derecho a ser como quiera ser y nadie ha de cuestionarlo. Ni si quiera es necesario mirar y analizar. No se debería hacer puesto que todo se ha de respetar. Todos somos iguales y nadie es mejor que otra persona. Somos muy valientes cuando nos creemos superiores al resto. Pero en cambio, en situaciones donde deberíamos intervenir, mirar y hacer algo, nos mantenemos al margen.
De repente, empiezo a sentir algo de ternura por la chica adicta al móvil y al color lila. Allí está ella, pasando de todo el mundo, ensimismada en su teléfono. Seguramente, se sienta muy bien arreglándose las uñas y con el pelo envuelto en papel de plata. Empiezo a mirar su rostro y descubro que es muy guapa. Y muy bella interiormente. Se siente muy bien consigo misma y eso se refleja en su cara y en su actitud. Parece sencilla y noble, aunque su apariencia dice todo lo contrario. Pienso en la gente que la mirará sin entenderla, juzgándola y tachándola de no se bien qué. Siento compasión y admiración. Una mezcla de sentimientos rara. Yo ahí por unas mechas, sin tocarme el pelo en cuarenta años por miedo al que dirán. Ella viviendo la vida que quiere, enfrentándose a los comentarios de los demás.
Me llama la peluquera. Toca llenarme el pelo de papel albar y ponerme esa crema color raro en los mechones. No sé que sexto sentido tienen estas profesionales para tener conversación con todas las clientas. En este caso, ha sido muy fácil puesto que somos vecinas: La comunidad. O la comunidad de los horrores, diría yo. Enérgica sacudida de experiencias y situaciones vividas con el resto de los vecinos. Si o si, hay que hablar de ello. Porque que te despierten a grito pelado a las tres de la madrugada no tiene nombre. Que griten socorro sin necesitar socorro, ya es el colmo. Ya le dije yo a mi marido, si vuelves a escuchar gritos y son los vecinos del primero cuarta, no te asustes ni te preocupes, porque ellos hablan así. Lo que para nosotros sería una discusión con fatal desenlace, para ellos es algo habitual que acaba sin derramamiento de sangre, aunque parezca imposible. Le decía yo a la peluquera, que la primera vez y la segunda, me quedé de espía en la ventana, cual vieja del visillo, por si se requería de mi actuación para evitar males mayores, en plan super héroe. Toda la noche en vela para que luego ellos acabaran durmiendo y yo totalmente desvelada. Así que la tercera vez, al escuchar que eran ellos, me giré en la cama y me tapé los oídos con dos almohadas.
Al lado nuestro estaba la mujer de los cincuenta y tantos, con ese pelo estropajoso, esperando ser reparado. ¿Tendría solución alguna? Mi peluquera acaba conmigo y se va hacía ella. Le comenta que tiene muchos problemas de caída de cabello y que por eso hace mucho tiempo que no va a la peluquería. Se está tomando unas pastillas de no sé qué y poniéndose unas capsulas de no se cuántos. La verdad es que mucho no la están ayudando… o eso pienso yo. No puedo evitar escuchar lo que hablan. Ella es profesora de niños muy pequeños en Barcelona. Tiene una voz muy reconfortante. Es dulce y cariñosa. Por lo que comenta, entiendo que es una persona culta. Debe leer muchísimo, utiliza palabras técnicas, sus frases están bien construidas y los razonamientos son muy lógicos. De repente me giro a mirarlas, y entro a conversar con ellas, viendo que me lo permiten. Empiezo a conectar con esa mujer del pelo feo. Compartimos criterios, enlazamos conversaciones, queremos que no se acabe nuestro tiempo juntas. Siento ternura por esa persona desconocida. Siento lástima, no entiendo porque ha dejado su cabello de esa manera. Creo que hay algo triste en su interior que evidentemente no comenta. Ella justifica su dejadez. Intento darle a entender que no pasa nada. Que muchas veces, actuamos de esa manera cuando hay problemas más importantes que ocupan nuestro tiempo. Tengo ganas de abrazarla y consolarla sin saber que le pasa.
La peluquera vuelve a llamarme. Me ha de lavar el pelo y ponerme un “no se que” durante un tiempo más. Me veo saliendo a las tantas de allí y yo que pensaba ser la primera en abandonar el barco.
Después de mí, vuelve con la profesora. Solo le ha retocado la raíz del tinte. Le ha hecho unas mechas, diferentes a las mías, más rápidas por suerte para ella y después de lavarla, le está cortando el pelo. Es una especie de escalado. Lo ha dejado a criterio de la peluquera. Es una mujer insegura. “Corta, corta, todo lo que sea necesario”- comenta. Sólo con ese corte, sin secar todavía y esa mujer es totalmente diferente. Después del secado, su rostro ha cambiado. El color de pelo, con tan pocos retoques, es muy bonito. Una especie de castaño oscuro con reflejos anaranjados. Siento alegría por ver el cambio que ha sucedido en esa persona. No solo a nivel físico, sino a nivel espiritual. Por verse bien y por haber conectado conmigo. Se despide feliz y dándome la gracias. ¿Gracias porque?
Es el turno de la “chica de lila”. Se mira al espejo, se gusta, se siente bien. Yo sonrío por verla feliz. Me llena de amor y de alegría. Se mueve un poco, bailando al son de la música de la radio. Mi mira, me guiña un ojo. Me gusta como es. Cuando acaba, pide que le tiren fotos. Me alegro tanto de haber encontrado alguien así….
Recordaré esa sesión de peluquería, no tanto por el cambio en mi cabello, que fue a mejor.. sino por haber conectado a nivel emocional y personal, con dos perfectas desconocidas, totalmente diferentes a mi. Una mujer valiente y una totalmente desgarrada…. Me gustaría saber la historia de cada una.