Vamos a seguir profundizando en el tema más universal de la literatura: el amor.
En esta ocasión, debéis enviar un texto con la forma y el género que queráis de no más de 300 palabras sobre un amor correspondido pero imposible.
Recordad que para contar las palabras de un texto, podéis usar el menú Herramientas de Word o cualquier contador de palabras en línea como estos:
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TALLER DE NOVELA
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Se va deshojando entre las manos, hilando el corazón con el deseo. Se va tiñiendo en los aromas de la ausencia , en el aroma despojado de toda piel. Nace, anida en la médula del alma, se queda anudado en el buró, con el boche de lágrimas, con el sinsabor. Me deja como despojo de mujer, tendida sobre los sueños. Se va trepando las paredes, impregnando cada bocanada de aire, cada rayo de luz. Da la vuelta, me entrega su espalda. Permanezco así, con la desnudez devastada. No me permite asirle. Se aleja para siempre, y desata en mi polvaredas infinitas.
Está claro que menos es más. Con pocas palabras dices mucho. Me encanta.
-Cuando regresemos vendrás conmigo. –le dijo Juan- Pasaremos desapercibidos.
-Claro. –respondió Carlos.
Los dos se abrazaban en la noche, lejos de la vista de sus compañeros. Juan tenía casi treinta años menos que él, era el hijo de un importante comerciante en Zaragoza. Sin embargo Carlos pronto tendría que retirarse y la idea de pasar los últimos días junto a Juan le resultaba realmente apetecible.
Aquella era una tierra húmeda y fría, la lluvia no había dejado de caer en las últimas semanas.
-¡Nos atacan! –gritó un vigía.
Los dos se levantaron para regresar a la formación. Juan y Carlos estaban uno al lado del otro, defendiéndose mutuamente. Con aquella oscuridad era imposible saber cuántos franceses les atacaban. Carlos no tardó en sacar su toledana y comenzó a dar tajos. La caballería francesa se volvía inútil en un terreno tan pantanoso como aquel, por eso les habían esperado allí.
Estaban siendo rodeados, todo su pelotón moriría ya que las tropas de refuerzo no llegarían a tiempo. Carlos recordaba la despiadada avaricia de la inquisición, incluso desenterraban los huesos de los que acusaban de judaizantes para quemar sus restos inertes en la hoguera. Al heredero de una gran hacienda sin título nobiliario harían lo que fuese por acusarle de algo, sería mejor no ponérselo tan fácil.
Miró a Juan, en su rostro se notaba el pánico, también sabía que estaban atrapados. Necesitaban una medida de despiste para que las tropas de refuerzo pudieran llegar. “Te quiero.” le susurró Carlos. Salió velozmente de la formación al grito de:
-¡Santiago y cierra, España!
Se dio cuenta de que en parte estaba dando su vida por los mismos hombres que le habrían quemado en la hoguera, pero ya no había marcha atrás. Era ley de vida, el viejo muere, el joven sobrevive.
Me parece genial el relato, buena frase final.
Deja la bandeja del desayuno sobre mi escritorio y luego me mira con tristeza antes de retirarse cerrando la puerta de mi habitación. No espero un segundo más, corro hacia mi escritorio y tomo el sobre que espera junto a la taza de té mientras siento el aroma de la rosa que se ha convertido en símbolo de nuestro amor y que hoy, como todas las mañanas, espera junto a la carta de mi amado.
Una lágrima traicionera se escapa en cuanto termino de leer la carta, es la despedida que temí que ocurriera desde el día en que él apareció en mi vida, pero no hay otra opción y tengo que aceptarlo. Esa es la peor parte de ser una princesa, debo anteponer la felicidad de mi pueblo a la mía y para eso debo casarme con el príncipe Richard, un matrimonio arreglado para unir los reinos, al igual que lo fue el de mis padres.
Mi madre decía que con el tiempo aprendió a amar a mi padre y que yo también lo haría cuando me tocara pasar por eso. Pero yo no creo eso porque, a diferencia de mi madre, conocí el amor antes de casarme y no fue precisamente con mi prometido, sino con un sirviente del palacio encargado de llevarme el desayuno todas las mañanas.
Guardo la carta dentro de un viejo libro, que mi madre solía leerme de pequeña, en el que los finales felices sí existen. Respiro hondo al escuchar la puerta abrirse, debo aparentar ser fuerte porque soy la futura reina. Dorothy entra cargando el enorme vestido blanco que usaré hoy en mi boda.
El sacerdote espera mi respuesta mientras yo busco a mi amado entre los presentes, cuando nuestras miradas se cruzan pronuncio esas amargas palabras.
—Sí, acepto.
«Hola Princesa,
Antes de nada, quería darte la enhorabuena por lo que acabas de conseguir. Al fin veo que has encontrado tu lugar, donde brillas con la misma luz que yo veo en ti con tan solo caminar. Hacía mucho tiempo que no sonreía y me he descubierto a mí mismo haciéndolo. Como siempre, la razón tenía que ver contigo. Pero tras esos instantes de luz mi alma me ha arrastrado de nuevo, hacia las aguas abisales donde yace su ancla y se ha construido una nueva morada. Confundí el amarre con el timón, y voy a la deriva. Por ello no quiero arrastrarte conmigo.
Me gustaría ser más valiente, ser capaz de olvidarme de todo, volver a ser feliz a tu lado, pero no puedo, aún no. Necesito tiempo.
Tú me conoces bien, más que nadie en este mundo, por eso entenderás que odio ser como soy ahora, en quién me he convertido.
Sé que me arriesgo a perderte para siempre, pero aun creyendo que existe un camino más corto para llegar hasta ti, mi mente me obliga a coger el más largo y oscuro, pues el camino corto está firmemente sellado con una fuerte e impenetrable muralla de hierro. Así que teniéndote a la izquierda, giraré a la derecha, y daré la vuelta al mundo si hace falta, hasta llegar de nuevo a tu lado, y si cuando vuelva ya no te encuentro, al menos me servirá para darme cuenta una vez más, que el camino de la razón no siempre es el correcto.
Sólo te pido una cosa, por nada del mundo vuelvas a perder tu sonrisa. Yo voy en busca de la mía, la que solía tener, cuando éramos felices juntos».
No lo acabo de pillar, sin embargo me resulta un texto atrayente.
que maravilloso. me siento identificada cien por ciento.
— Eso se supera. — Dijo Pilar y me dio una palmada en la espalda. — ¿Te imaginas? Menudo coñazo irse a Dijon cada puente a ver a ese tío. Además ¿A ti qué se te ha perdido en Francia?
— Sí, en parte tienes razón, no lo había pensado así. Si olvidé a mis anteriores novios, también lo conseguiré con este. Lo que pasa es que esta vez es diferente porque era un buen tío y me quería, no como los demás. —Me acordé del Moñas, de David, menudos elementos, uno un fumeta, el otro un engreído y un misógino, pero Vincent…Seguro que no encontraría uno igual.
— Vamos, hay muchos hombres. Ahora lo vas a pasar mal pero pronto conocerás a otro chico y se te olvidará Vincent. Además, tampoco es tan guapo, es muy bajito y está demasiado flaco. — Dice Pilar para animarme, mientras se coloca el pelo, negrísimo, detrás de la oreja. Es la mujer de hielo, nada le afecta.
— ¿Sabes lo que te digo? Que todo eso es por culpa de las mentiras que nos cuentan desde pequeños. — Pilar suelta una carcajada. —No, lo digo en serio, todo eso de la media naranja y de que en algún lugar para ti, es mentira ¿Por qué nos cuentan esas tonterías? No hacen sino complicarnos la vida.
— En algún lugar hay muchos hombres para ti, no solo uno. — Pilar sonríe, no es guapa, pero tiene carácter. — Oye ¿Por qué no nos quedamos a tomar algo por el Cedro, después de clase? Vamos a celebrar que te ha dejado tu novio Erasmus.
— Vale, quedémonos.
Pilar y yo volvemos a clase, son las cinco y la luz se cuela entre las hojas de los árboles, me recuerda a cuando era pequeña y volvía con mi madre del colegio, era muy feliz entonces.
— Eso se supera. — Dijo Pilar y me dio una palmada en la espalda. — ¿Te imaginas? Menudo coñazo irse a Dijon cada puente a ver a ese tío. Además ¿A ti qué se te ha perdido en Francia?
— Sí, en parte tienes razón, no lo había pensado así. Si olvidé a mis anteriores novios, también lo conseguiré con este. Lo que pasa es que esta vez es diferente porque era un buen tío y me quería, no como los demás. —Me acordé del Moñas, de David, menudos elementos, uno un fumeta, el otro un engreído y un misógino, pero Vincent…Seguro que no encontraría uno igual.
— Vamos, hay muchos hombres. Ahora lo vas a pasar mal pero pronto conocerás a otro chico y se te olvidará Vincent. Además, tampoco es tan guapo, es muy bajito y está demasiado flaco. — Dice Pilar para animarme, mientras se coloca el pelo, negrísimo, detrás de la oreja. Es la mujer de hielo, nada le afecta.
— ¿Sabes lo que te digo? Que todo eso es por culpa de las mentiras que nos cuentan desde pequeños. — Pilar suelta una carcajada. —No, lo digo en serio, todo eso de la media naranja y de que en algún lugar hay alguien para ti, es mentira ¿Por qué nos cuentan esas tonterías? No hacen sino complicarnos la vida.
— En algún lugar hay muchos hombres para ti, no solo uno. — Pilar sonríe, no es guapa, pero tiene carácter. — Oye ¿Por qué no nos quedamos a tomar algo por el Cedro, después de clase? Vamos a celebrar que te ha dejado tu novio Erasmus.
— Vale, quedémonos.
Pilar y yo volvemos a clase, son las cinco y la luz se cuela entre las hojas de los árboles, me recuerda a cuando era pequeña y volvía con mi madre del colegio, era muy feliz entonces.
Totalmente de acuerdo contigo: los Erasmus son una fuente inagotable de desamor.
Totalmente de acuerdo contigo: los Erasmus son una fuente inagotable de desamor.
-Si me dices que no me case, no lo hago -dice Ivàn-
-Si no quieres casarte, no lo hagas, pero no pienses hacerlo por mi, yo no te quiero -respondiò-
Ivàn lleva màs de 10 años de pololo con la mujer con la que se va a casar luego y solo un par de meses, increìblemente enamorado de la hermana de su mejor amigo. Increìble, pues, comenzò como una humorada, una forma de molestar a su polola cuando se peleaban, ya que èsta morìa de celos, al saber que estuvo en la casa de su amigo, dònde generalmente estaban solos. Ivàn, no se dio cuenta como fue prendàndose de èsta «amiga», pero la joven en cuestiòn, veìa que Ivàn visitaba a diario su casa, cosa que fue fastidiàndola, incomodàndola, pues llegaba a horas en que sabìa que su amigo no estaba.
Ivàn, hablò con la hermana de su amigo. Le declarò el profundo amor que ella despertò en èl y le dijo que estaba dispuesto a ir contra el mundo por ella, y ella con toda calma le aclarò nuevamente que no lo querìa, y nunca se enamorarìa de èl, porque ya estaba enamorada de alguien y se irìa a vivir con ese alguien, pues estaba embarazada de èl y…, Ivàn la interrumpe, dicièndole que no tiene que irse a vivir con esa persona, pues èl se encargarìa de ese hijo como si fuera suyo. Pero ella termina la oraciòn que quedò inconclusa… nos vamos a vivir juntos, pues queremos formar nuestra familia y nos amamos mutuamente.
Un día anodino de un asfixiante y pegajoso verano, camino sin demasiado brío, bajo el alado techo de esta alameda. Mi alma agazapada bajo las copas de sus frondosos árboles, huyendo del caluroso estío y de mi destino , rememora las dicharacheras hazañas, que aquí mismo contaba mi padre, ante mis atentas, expectantes e ingenuas pupilas.
Aún hoy oigo su procaz y descarada carcajada, reviviendo las escapadas a casa de la tía Engracia ,en las que al refrigerio de su salmorejo , se salpimentaban no solo las carnes que lo precedian, sino también toda la cotidianidad de Jerez y alrededores, y en el que la mocedad crecía a golpe de fino » Candié «.*
También de las emocionantes becerradas en «Casa Grande», que tanto gustaban al zagal de mi padre y que tampoco gustaban a la abuela , sufriendo primero por tu pellejo y también por el propio, sabiéndose obligada a remendar luego de lleno las magulladas prendas , ó bien a rebuscar en ropero ajeno .- Eran tiempos aquellos que algún alma siempre tenia a bien , regalar ropa, de aquel quinto que hubiera » estirado » más que padre …
Taciturno miro la hora solar, deambulo tentando a la suerte, reviviendo la tenue esperanza, de descubrir en estas tierras, el rastro de un rostro que no conocí. Abrigando la peregrina idea de que en tu vejez, hayas vuelto a dejarte caer por el mismo pueblo que un día sentenció tu destierro y mi vida. El rostro de mi madre, apeada de su vida y de la mía nada más traerme al mundo. Humillada y empujada a olvidarme, por la intransigencia de un padre y de un mundo , que no permitió casaras con padre, el joven bravío gitano de la caballeriza del Cortijo de los Baeza.
*************
*El Candié ( del inglés candy, caramelo y egg , huevo ). Reconstituyente que comúnmente se daba a la mocedad para darla » más alimento . Creación fuertemente ligada a la producción de vinos jerezanos
DIA DE TORMETA
En mi vocabulario la palabra imposible no estaba incorporada hasta que conocí a Margara.
Trabajábamos en la misma institución (algo referente a educación primaria) y la primera vez que la vi ella estaba recogiendo una serie de libros y trasladándolos de una mesa a unos estantes sobre su cabeza.
—Buenos días —saludé al entrar a la oficina.
Ella se volvió, me miró y como sucede en esos momentos únicos algo tronó en nuestro interior. Por lo menos así lo sentí yo cuando sus ojos negros se encontraron con los míos.
—Ho… hola —dijo ella algo nerviosa y con un par de libros a punto de caérsele de las manos.
Yo me acerqué a ella y tomé uno de los tomos en el aire.
—Oh, gracias…
Los días siguientes se fueron convirtiendo para mí en una especie de infierno y cielo de emociones. En primer lugar, estaba la realidad de su presencia física y luego enterarme de su situación real.
Estaba casada con un hombre mucho mayor que ella, tenía dos hijos pequeños y, lo peor, la atracción era mutua.
Esto último lo descubrí una mañana en la cual, por cuestiones de transporte, tuvimos que irnos en el mismo automóvil del trabajo. Nos dejaron en la misma institución y comenzó a llover. Fue una conjugación de eventos digna de Ripley. Nos quedamos, pues, atrapados, solos, en el interior de un automóvil, y mientras esperábamos a que pasara la tormenta comenzamos a hablar como nunca lo habíamos hecho antes. En ese momento y llevábamos trabajando juntos más de tres meses:
—Este temporal va a durar su rato —dije apagando el motor. Estábamos junto a la institución a visitar, pero no podíamos salir.
—Sí, creo que lo mejor hubiera sido quedarnos en la oficina.
—De acuerdo.
Encendí la radio y busqué alguna emisora de música. Encontré, digo por casualidad, una canción de mis favoritas y casi de manera inadvertida me puse a tararear. Y como sucede siempre en estos casos, ella me siguió la corriente. Resultó que esa canción era también su favorita. De repente el ambiente se llenó de coincidencias.
Nos pusimos a hablar del grupo, de la música y de otras cosas.
Cuando la tormenta terminó, nosotros, en el interior de la cabina nos besábamos como dos poseídos.
Si yo hubiera sabido que esa era la primera y última vez, hubiera llegado, como hombre, un poquito más allá de las simples caricias.
Al siguiente día, ella me dijo con contundencia:
—Lo que sucedió ayer no se volverá a repetir.
Yo dudaba de eso y no dije nada. Pero no volvió a repetirse. Ella y su familia cambiaron de ciudad una semana después y ya jamás volví a saber de ella.
Jnpdiaz
Emma empezó a trabajar en una gran empresa, una de éstas que tienen más de una sede, una nevera, un microondas, una mesa de comedor y un horario de comidas por turnos. Todo en su trabajo la hacía feliz, al menos al principio. Porque toda empresa grande cumple muchos códigos ISO para parecer la casa de la pradera. Más tarde llega un día un nuevo director comercial y hay que hacer horarios imposibles para cumplir expectativas. Emma empezó a darse cuenta de que pasaba más horas en el trabajo que en su casa y su ánimo se volvió un poco turbio. Trabajaba mano a mano con un compañero de la otra sede. Nunca se habían visto, solo hablaban a través del correo y del teléfono. Luis era eficaz, discreto y correcto. A mil kilómetros de separación facturaban a diario envíos y devoluciones como si se encontraran uno al lado del otro. Nunca se habían visto las caras, pero poco a poco se fueron colando en los correos frases que parecían afectuosas.
-Tesoro, este cliente tiene un impago.
-Tranquila, cariño, yo me ocupo.
Y en medio de tanto trabajo, se iban filtrando detalles de sus vidas… Tanto se filtró que Emma lloraba los viernes al saber que no tendría noticias de Luis hasta la semana siguiente. ¿Por qué su marido y su hijo la hacían feliz, pero no lo suficiente? ¿Por qué aquel amor sutil y lejano se empeñaba en aflorar a través de la pantalla de un ordenador? Nadie que no haya amado a más de mil kilómetros conoce el significado de la palabra imposible.
Cada vez que se cruzaban andando por la calle, sus miradas se entrelazaban en un beso que hubiese hecho suspirar a las más grandes de todas las frías estatuas que adornaban Madrid. Sentir el amor de ella en sus ojos, besarlos con la mirada, era lo más grande que pasaba en su apática vida.
Al seguir caminando sus vidas, que no entendían de sentimientos, les llevaba a la realidad del astío, del amor por que sí, por que los papeles son así, por que es lo que ha tocado vivir, por los hijos, por el qué dirán, por…. tantas y tantas cosas. Pero les resultaba imposible no acordarse de esa persona que había ganado enteramente su corazón, que estaría haciendo ahora, cuales serían sus sentimientos, sus anhelos, sus ilusiones, sus cielos y sus infiernos. Al final todo volvía a la realidad más dañina, al pasar de los días, al caer de las noches y al amor que sólo es una mera palabra que decir.
Pero las circunstancias eran las que eran, y no fueron valientes para dar el paso definitivo, dejarlo todo y fundirse en un abrazo, apretándose mutuamente hasta que quisieran fundirse en un solo ser.
Y así todos los días, uno tras otro, se cruzaban en la calle, se veían en un bar, se encontraban en sabe Dios que lugar, y con sus miradas se amaban, con tanta fuerza que sobraban los te quiero, y las frases rimbombantes, ya sus ojos hablaban por sí solos.
A veces hay que ser valientes para enfrentarse al destino, por que el amor se puede convertir en un juego muy arriesgado.
Y ahí empezó todo, justo cuando vuestros caminos se cruzaron, esa mirada de un segundo, la sonrisa efervescente de un segundo, aparentemente el mundo se ha parado exclusivamente para ustedes. Despierta, vuelve.
Transcurren los días, y aquella magia de un segundo, se convierte en parte de tu vida, ¿o quizás en tu vida entera?
Esa mirada y esa sonrisa se convierten en la suavidad de una mano que te roza, en un abrazo que te protege, en palabras de infinito amor, en caricias que te aíslan; y sí, te has enamorado, sin planearlo. Quizás, ésa es la única vez en tu vida, que te enamorarás sin previo aviso.
Estamos hablando del primer amor, el cual, puede definirse en una palabra: INTENSIDAD. No había nada tan real.
Todo acaba, y lo único que queda es su esencia.
A partir de ahí, todos tus nuevos proyectos de amor, son la mera necesidad de volver espiritualmente a aquel segundo en el que te sentías morfina de su piel. Hasta que te acabas dando cuenta, que nadie te devolverá a ese lugar, no volverás a correr detrás para evitar su pérdida, no volverás a temblar, no volverás a desear una llamada con la tanta intensidad, no volverás a escaparte, no te volverás en cada esquina mirando hacia atrás. En definitiva, no volverás. Ni volverás allí, ni volverás a ser la misma persona de esos momentos.
Aquella magia de un segundo se esfumó, y en el transcurso de tu vida, escapas de tu realidad, y durante un segundo, recuperamos parte de lo que fuimos.
A pesar del tiempo transcurrido, Álvaro aún se preguntaba cómo demonios había dejado, que su amor por Emilia no hubiese tenido otro final. Sin embargo, ahora entres sus manos tenía la respuesta. La carta era suya y en ella, le explicaba los motivos.
Amor mío:
Eras todo para mí y me hubiese entregado a ti con todas las consecuencias. Pero a veces somos prisioneros de las cargas familiares y yo no he podido abstraerme de ellas.
MI padre hizo unas inversiones ruinosas, que le pusieron ante la disyuntiva de pedir a un usurero, el capital suficiente para poder seguir con el negocio. Pero las cosas se torcieron y las pérdidas aumentaron de tal manera, que hicieron imposible la devolución.
Eladio, que así se llama el individuo, se presentó una noche en casa con todos los documentos y le ofreció a mi padre una alternativa. O yo me casaba con él o a la mañana siguiente entregaría la reclamación en el juzgado.
Aquella noche no pudimos dormir. Los llantos de mi madre y hermanos me llegaron al corazón. No, no podía dejarlos en la estacada, así que acepté el compromiso.
A la mañana siguiente nos personamos en la casa de Eladio y éste entregó a mi padre los documentos que le ataban a él. Pero sin dilación a la tarde se celebró la ceremonia y yo ya no volvería nunca a ser libre.
Sé lo duro que debe resultarte el haberme perdido, tanto como lo es para mí no sentir nunca más tus besos y caricias. Pero las circunstancias nos han abocado a vivir un amor imposible.
Busca la felicidad con fervor y no sufras por mí. He aceptado la situación a riesgo de vivir amargada ante la ausencia de un amor como el tuyo.
No dudes, que siempre te querré.
Recuerdos
Como la abeja ama el verano así yo te amo
Como el cielo ama a la tierra y se besan en el horizonte infinito
El amor es una puta. La puta del nevermore. Todo es mentira. Todo es ficción.
Cuando al fin comprendí que ya no estabas, me odié a mí misma por haberte amado tanto y dejé de creer en Dios, porque un Dios que dice que el amor todo lo puede y luego no cumple, no tiene derecho a existir. Todo murió para siempre. Nevermore, puta.
Emma y Pablo no se han visto jamás en persona. Sí en foto y hasta las fotos de cuando eran pequeños.
-Dime la verdad ¿te irías conmigo? – Emma no dice ni que sí ni que no.
-Me pides mucho. Tú sabes que tengo una familia a la que jamás abandonaría.
-Pero a la que no te importa engañar.
-¿Y qué pasaría si me fuera contigo? ¿Qué sería de mi hijo? Por las noches lo pienso, no creas que no. Pero no estoy segura de que lejos de aquí pudiera reiniciar mi organismo sin más interferencias. Y no creas que es por falta de amor, no. Tengo en la mochila tanto amor que no sabría cómo vivir sin él. Pero a veces hay que saber dosificar y pensar un poco hacia dónde va nuestro instinto. No puedo pedirte que me sigas porque no puedo prometerte nada más allá de una aventura efímera y algún encuentro casual. Yo no quiero prescindir de ti, pero llegará un momento en que te canses de una relación virtual. Dime si puedes soportarlo porque no puedo prometerte nada. Llegarás a odiarme, lo sé. Sin embargo, yo tengo la sensación de que la culpa es tuya. Como si hubieras podido hacer mucho más por nosotros y aún sabiendo que no es cierto, te culpo un día y otro día intentando liberarme de la angustia que me invade desde que te conozco.
-Entonces soy yo el culpable.
-No… pero sí… no sé. Lo siento. Te quiero. No me odies…
eran dos jóvenes con una historia en común. una historia de abandonos, de carencias, de des amor. Se encontraron por casualidad, una mañana fria de invierno. El le quiso enseñar como se cortaba una cebolla sin llorar. Ella le quería mostrar que de a dos era mas lindo.
así empezaron a caminar juntos, a mirar juntos, a pensar juntos.
El la hacia reir, ella amaba reir. Ella se veia feliz en el reflejo de su mirada verde, profunda
No me preguntes cuando fue, no lo se, pero un dia el ya no le quiso enseñar, tal vez ella ya no quiso aprender
no me preguntes cuando fue, pero un dia ella dejo de pensar que era mas lindo de a dos, tal vez el no quiso aprender
solo les quedo el dolor de no encontrase, de miarar al otro y no ver su sonrisa
Solo les quedo el vacio de ese otro que ya no esta.
El siguio amando a esa mujer que reia
Ella siguio amando a ese hombre que la hacia reir
El salio a encontrarse con ese que podia mirar tan profundo y ella salio a encontarse con esa que se reia tan fuerte…
Sus miradas se cruzaron por primera vez en la sala de reuniones. Ya había pasado más de un año desde entonces.
Sin falta, de lunes a viernes desde las ocho hasta las nueve y media de la mañana llevaban a cabo las juntas. Se sentaban frente a frente, con una mesa de por medio, que nos les dejaba acercarse más de lo justo y necesario.
Siempre habían papeles sobre la mesa, por lo que, en más de una ocasión, sus dedos se rozaban de forma accidental, logrando que una descarga eléctrica los recorriera de pies a cabeza.
Sus miradas se encontraban en ocasiones puntuales, cuando sucedía, se sentían desfallecer.
Y entonces, cuando el reloj marcaba las nueve y media en punto, se levantaban de sus puestos y salían, cada uno con su respectiva esposa.
Otra vez más estábamos sentadas en la hamaca de siempre, a la orilla de la playa, bajo la luz de las estrellas.
– ¿Hasta cuándo durará esto? – le pregunté enderezándome.
– Hasta siempre, espero – me susurro al oído.
– Sabes que no está bien
– ¿Por qué? No estamos haciendo mal a nada ni nadie. ¿Por qué tiene que acabar? – me contestó bastante molesta
– ¿No, segura? Se lo explico a mi novio a ver qué le parece.
– ¡Pues déjalo, nosotras somos felices!
– Laura, esto no puede durar para siempre, ambas lo sabemos. Somos dos chicas muy distintas, como el Sol y la Luna, que aunque se atraigan están separadas por millones de quilómetros, nosotras igual
– Pero el amor es lo suficientemente fuerte como para que acabemos así, ¿no? – me miró con un hilo de esperanza a que cambiara de opinión.
– Nos compaginamos pero nuestro amor es imposible. En el caso que siguiéramos duraríamos dos telediarios – le intenté explicar de una forma más ligera de digerir.
– Contigo he sentido lo que con nadie he podido sentir. Me has hecho feliz, más que nunca. Contigo he vuelto a la vida, a ser yo sin preocuparme por nadie más.
– Para mí también es difícil, me ha hecho pasar los mejores días de mi vida pero lo nuestro es imposible. Me voy a casar en menos de dos meses, mi futuro marido llega mañana de un viaje de trabajo y yo he estado estos días con una mujer que conocí en una biblioteca de la que me estoy enamorando muy intensamente, pero no puede ser. Lo siento.
Me gustó tu modo de escribir.
-Me voy a España- Y Jaime miró a José como si le hubieran crecido dos cabezas. Hasta hace unos días habían estado haciendo planes de cómo expandir la tienda.
Jaime tiene 32, y está casado con Teresa, y tienen a Tomas y Juan, de 5 y 3 y la dulce Tatiana de 15, que los unió impensadamente para toda la vida con un amor que fue creciendo parejo junto con la hermosa pequeña.
Y José ha sido parte de la familia desde que conoció a la pareja en la escuela secundaria, formando parte de la mesa navideña, la sala de espera del hospital y las fiestas del colegio. El consiguió las becas de los pequeños y ellos cuidaron de él tras el accidente que casi lo mata.
Pero ya no había vuelta atrás. El pasaje estaba en su mano y la familia entera lagrimeaba al verlo aferrarse a su bolso de mano como si fuera un salvavidas.
Los primeros en abrazarlo fueron los inseparables niños. Uno de cada mano, tiraron de él hasta que pudieron apretujarlo y decirle que vuelva pronto.
Y luego llegó el turno de Tatiana. Las lágrimas bajaban por sus mejillas como pequeños caminitos imparables y los pulgares del mayor recorrieron las mejillas de la niña por última vez. Más que quitar las lágrimas, parecía que sus dedos querían memorizar ese rostro. Entonces ella lo abrazó, con toda la fuerza y pureza que sus 15 años le permitían, escondiendo su rostro en el hueco de su cuello.
-No te vayas, te amo- dijo en secreto. Y él se permitió besar imperceptiblemente su hombro a sabiendas de la discreción que le daba el ángulo en que se encontraba.
Se apartó besando la frente de Tati y le sonrió. Con toda su dulzura, con todo su amor, y con toda la tristeza que albergaba en su corazón.
-Te esperamos…
-Siempre…
Vuelve pronto…- dijeron los dos más grandes, completándose las frases.
-Sabes que eres parte de nuestra familia- Terminó Jaime abrazando fuerte a su amigo mientras palmeaba su espalda.
Y José se alejó de ellos, acercándose a entregar su pasaje.
-Si, lo sé, sonrió José. Y partió.
Al fin me corresponde, pero sigue habiendo problemas de por medio. La madre es católica y, por cierto, homofóbica. Jamás me dejaría estar con su hija aun cuando nos llevamos bien… Solo por el puto hecho de que ambas somos mujeres. ¿Eso que importa? Le dijimos a ella, pero no logramos que entre en razón. Tenemos prohibido vernos. Como si fuese poco, mi amada le gusta a un chico que es hijo de la amiga de su madre; probablemente obliguen a que mi amorío este con él… y yo, yo no podré hacer nada. Si la obligan, quedaré en el olvido, ese en el que me encontré tres años, solo que peor, ya que ahora sé que si me quiere pero no puedo tenerla, no va a ser mi pareja sin importar que le digamos a su madre.
No te dejas amar…
La mujer había sido invitada a la fiesta en aquella casona, como tantas otras veces. De pronto, se sintió rodeada por una tierna caricia humana, levantó la vista y ahí estaba él, que tan solo la miraba. Ella lo había visto muchas veces; y es más, se había percibido bajo la luz de su mirada, lo conocía, lo saludaba… Él estaba casado y era feliz, su esposa siempre estaba a su lado. Ella, por su parte, estaba enamorada de otro. ¡¿Acaso necesitaba su ternura?! ¿Por qué parecía sentirse invitada a danzar por él? ¿Por qué persistentemente la miraba? Las visitas a la casona continuaron como de costumbre, la mujer no podía evitarlas, estaban rigurosamente estructuradas en su agenda social. Pasó a ser un rito de ceremonia secreta dejarse invadir por su ternura, sin hablar, sin decir una sola palabra…
Hasta que un día ella debió partir… Vivieron lejos por muchos años…
Al regresar la mujer, se volvieron a ver en la casona, ella se acercó a saludarlo junto a otros tantos conocidos que lo rodeaban. El se mostró indiferente, a ella no le importó, porque la vida la había ataviado de una armadura de indiferencia de hielo. Fue entonces que sin querer movió su mano helada y lo tocó, allí pareció estremecerse y la miró….
Pocos días después se encontraron, él saludo impasible, aunque pronto buscó redimirlo, se acercó para saludar a otros apoyando su mano en su hombro… Ese día su mirada pareció querer romper la armadura de hielo… Sin embargo, le preguntó si había vivido allí… Al regresar a su casa la mujer optó por envolverse en el hielo de su “no te conozco”. Hasta que un día entendió la tan fiel misión de su mirada y se encontró aceptando su danza de amor…
Toda la familia se encontraba alrededor de la mesa celebrando el noventa y cinco cumpleaños de la abuela. Cuando llegó el momento de soplar las velas, Sara descubrió, casi por casualidad la mirada fija de Julián, el marido de su hermana. Sin saber por qué, se empezó a poner nerviosa y notó que el corazón le latía fuertemente. “¿Cómo a mis cuarenta y cinco años me puedo alterar así?”-pensó…entonces recordó.
Cinco años atrás, alquilaron un apartamento en la costa ella y su marido, Luis, con su hermana Laura y Julián. Estos tenían ya dos niñas, Tamara y Luna de tres y un año respectivamente, y ella y Luis hacía pocos meses que habían tenido a Dani. Todo transcurría con absoluta normalidad y compartieron momentos muy agradables. Pero un día, cuando subieron de la playa, Sara entró en el baño para darse una ducha. Como la estaban esperando para salir a comer, no se dio cuenta y no cerró bien la puerta. Cuando salió del agua se fijó que la puerta estaba entornada y se movía. Se envolvió en una toalla y salió a ver qué pasaba. Descubrió a Julián andando muy deprisa por el pasillo, casi corriendo. No sabía por qué, pero se le puso un nudo en la boca del estómago. El día pasó tranquilamente, pero en un par de ocasiones sus miradas se cruzaron por encima de la mesa. Durante la cena, estaban sentados juntos y Julián disimuladamente acarició su mano. Lo que más le extrañó fue que ella no la retiró … Al día siguiente, cuando bajaban a la playa, Julián le dijo:
-Sara, tenemos que hablar…
-Sabes que no hay nada que hablar, Julián- contestó ella-
Transcurrieron los días de vacaciones sin ningún incidente más, pero desde entonces, siempre que coincidían en un acontecimiento familiar, descubría los ojos de Julián, al otro lado de la mesa, clavados en ella.
Renata A
No te dejas amar…
La mujer había sido invitada a la fiesta en aquella casona, como tantas otras veces. De pronto, se sintió rodeada por una tierna caricia humana, levantó la vista y ahí estaba él, que tan solo la miraba. Ella lo había visto muchas veces; y es más, se había percibido bajo la luz de su mirada, lo conocía, lo saludaba… Él estaba casado y era feliz, su esposa siempre estaba a su lado. Ella, por su parte, estaba enamorada de otro. ¡¿Acaso necesitaba su ternura?! ¿Por qué parecía sentirse invitada a danzar por él? ¿Por qué persistentemente la miraba? Las visitas a la casona continuaron como de costumbre, la mujer no podía evitarlas, estaban rigurosamente estructuradas en su agenda social. Pasó a ser un rito de ceremonia secreta dejarse invadir por su ternura, sin hablar, sin decir una sola palabra…
Hasta que un día ella debió partir… Vivieron lejos por muchos años…
Al regresar la mujer, se volvieron a ver en la casona, ella se acercó a saludarlo junto a otros tantos conocidos que lo rodeaban. El se mostró indiferente, a ella no le importó, porque la vida la había ataviado de una armadura de indiferencia de hielo. Fue entonces que sin querer movió su mano helada y lo tocó, allí pareció estremecerse y la miró….
Pocos días después se encontraron, él saludo impasible, aunque pronto buscó redimirlo, se acercó para saludar a otros apoyando la mano en su hombro… Ese día su mirada pareció querer romper la armadura de hielo… Sin embargo, le preguntó si había vivido allí… Al regresar a su casa la mujer optó por envolverse en el hielo de su “no te conozco”. Hasta que un día entendió la tan fiel misión de su mirada y se encontró aceptando su danza de amor…
Ella es hermosa. Adoro sus manos cuando me acarician; Su sonrisa deja al descubierto dientes perfectos, como una muralla blanca y brillante en sus labios carnosos. Amo su voz, musical y armónica cuando me llama a su lado:
-Estoy acá, Ariel. Ven a mi lado.
Créanme. No me puedo resistir. Su voz cálida, sus ojos grises, su cabello y su forma de moverse son luz a mis ojos; música a mis oídos. Cada paso que doy es sumirme entre nubes, flotar, deslizarme entre sueños. Cada vez que me inclino sobre el plato, solo como si su sombra está a mi lado.
Siento que me estremezco cada vez que se me acerca. Toda ella es caricia; Cuando desliza su mano en mi cabeza o cuando me toma de las manos y me obliga a levantarme y el calor me inunda. El momento más emocionante es cuando bebo. No dejo de mirar el recipiente, porque su rostro se refleja en la superficie. Luego de saciar la sed, me quedo unos instantes observando el agua nada más que hasta escuchar su voz.
– ¿Qué tienes Ariel?
Entonces, y solo entonces, ladro de pura felicidad.
Muy bonito el fragmento y el giro final no deja indiferente 🙂
Los amantes
-Casi siempre acabamos hablando de lo mismo -dijo él con pesar en todo su cuerpo.
-Estamos condenados a ello, ¿no lo ves?- contestó ella con amargura y continuó- No queremos romper con nuestras parejas, no queremos que sufran nuestros hijos… Lo queremos todo y todo no puede ser…
-Solo nos queda la ilusión de pasar juntos unas horas a la semana, aunque siempre querremos más.
-Lo sé… No podemos compartir una vida como una pareja normal que entra y que sale sin estar mirando a todo y a todos a su alrededor
-No hay otra solución, quizás en otra vida, pero en esta no hay solución para nosotros. Tenemos que conformarnos con lo que tenemos: o esto o nada.
-Esto, siempre elegiré esto -dijo ella convencida.
-Yo también. Subamos ya a la habitación -le susurró él al oído.
-Vamos.
Recuerdo claramente el día que lo vi por primera vez. Estábamos en abril y las noches despejadas eran las más difíciles, pues debíamos ser aún más sigilosos al hacer las patrullas. Caminábamos a través del monte en formación cuando el comandante nos hizo detener. “Patrulla del ejército adelante” susurró.
Todos guardamos silencio, con las armas listas por si las necesitábamos. La patrulla pasó cerca, a paso acompasado, concentrados y silenciosos. Y ahí estaba él. Destacaba por su altura y sobre todo por su mirada, ojos hastiados como los míos, de ver tanta muerte y miseria.
Días después estaba en el pueblo, una de las raras ocasiones en que estaba sola; sin tener que ocultarme, sin tener que amenazar. Lo vi de pasada y me detuve, quería conocerlo, quería saber si su alma estaba tan cansada como sus ojos. “Hola, soy Luisa.” Sorprendido, paseó su mirada por mi cuerpo, deteniéndose en mi boca y finalmente mis ojos. “Soy Mario” me dijo con voz ronca, y sonrió.
Y en ese momento nos enamoramos. Apasionada y profundamente enamorados. Vivimos a través de momentos robados, escondidos y sigilosos para que nadie nos viera. Miradas compartidas, susurros a la sombra de los caobos, caricias y besos en la noche.
Palabras de eternidad, de un futuro fuera de las filas. Hablábamos por horas de nuestros sueños, de la familia, nuestro hogar, de todas las cosas que haríamos juntos si solo pudiéramos salir del monte.
Pronto nuestro tiempo llegó a su fin, nos amamos con un amor que duraría mil vidas, nos besamos para la eternidad, nos abrazamos para llevarnos en el alma, y nos despedimos, dejando el corazón con el otro.
CARTA A TU YO, QUE NO ES MÁS QUE MI YO ENAMORADO.
Sentada en mi cuarto, mirando por la ventana a ese horizonte que me lleva a ti y a todo lo vivido, trato de resetear tu yo de mi cerebro; pero se hace imposible; nuestro pasado es una puerta que nos une y que en ocasiones quisiera abrir; pero se me hace imposible, te preguntarás por qué quiero abrirla si fui yo la que decidí caminar sola justo cuando nuestra compañía se nos hacía más importante; pero sabes que vivía un sueño realmente inalcanzable y cuando desperté, justo estaba ella ahí. Sé y estoy consciente que lo nuestro era amor, ella sólo era el compromiso y el miedo de no poder ver más a tu hija, porque sabías que ella no dejaría que la vieras después de que partieras y yo no dejaría que lo hicieras sabiendo lo que te esperaba; preferí sacrificar mi sentimiento antes de que te sacrificarás como padre, nuestro amor podría morir algún día, el amor de un padre hacía un hijo no muere, aunque los separen mil vidas.
Estoy consciente que has intentado abrir la puerta; pero yo te retengo, conoces bien, que soy una mujer decida y que al final no echaré mi brazo a torcer, aunque me muera, pero lo único de lo que podría morir para ser sincera es de amor, si de este amor hacia ti y que es más fuerte que el universo entero, creo que podrían pasar veinte vidas más y yo seguiría aquí amándote como desde el primer día. Creerás que ya no te amo; pero como no amarte si fuiste mi amor desnudo, me enseñaste un amor sin condiciones, sin ropas, sin recelos; un amor incondicional, en que fuiste mi luz y aún lo eres, no has dejado de brillar, aunque nuestros cuerpos ya no disfruten de nuestra presencia; sé que con estas palabras que hoy salen de mi querrás correr a mi encuentro, pero dale, no te apures, que aunque este sentimiento es algo que nos unirá por siempre y que tú y yo estamos destinado a amarnos siempre; yo ya no estoy sola, no lo he estado por mucho tiempo y no es amor precisamente lo que me une a él, no lo será porque mi amor se fue contigo, es solo que él mitiga este vacío que tu ausencia dejó y este imposible que nos separa.
Dirás que para que escribo si no es para volver; pero necesitaba de alguna manera sacar todo esto que mi corazón ha escondido por años, este amor que aún te venera y te busca en todos los rincones, necesitaba agradecerte por todo el tiempo juntos y por todo el que vendrá cuando nuestras almas partan de este cuerpo físico, porque en la eternidad te esperaré para seguir amándote.
Por ahora un hasta pronto y que la eternidad nos esperé con brazos abiertos algún día.
Con todo el amor, esta mujer que aún en la ausencia te seguirá amando.
Aún en la distancia
-Acá hace frío.
-Abrigate mi amor
y sentí mi abrazo entre estas letras.
Te voy a traer aquí,
adonde, todavía, están tibios
el día y mis manos.
Tibio estoy, yo para vos.
Acá llueve.
-Esperame mi amor.
Quiero ser esa lluvia dorada
que a mojarte se atreve,
y te acaricia al caer
y te traspasa la ropa
y te humedece la piel.
uffffff qué hermoso texto.Da para una poesía
Otra vez suena nuestra canción… corro a asomarme a la ventana, esperando ver su perfil recortado en el segundo piso. Nada, apenas el humo de su cigarro me llega, diluido entre el aroma de los geranios que mi madre sembró en nuestra ventana.
Otra vez suena nuestra canción y sé que él está pensando en mí. Así me lo dijo: “será nuestro lenguaje secreto, mi amor”, aquella última tarde en la que, mientras se abrochaba la camisa, dejó caer, como sin querer, que su mujer volvía para quedarse definitivamente, que le habían dado plaza en el materno-infantil.
Tres meses hace que no estamos juntos, y apenas nos hemos visto. Mejor si no nos vemos. Se me vuelve el estómago cada vez que me cruzo en el portal con la perfecta pareja, de la manita y sonrientes, ¡hasta luego vecina!, parece que no le cueste nada hacer el papelón, ¿es que ya no se acuerda de nuestros encuentros en la azotea, donde empezó todo dos días después de la mudanza, cuando tropezó con mi cesto de las pinzas de la ropa, que quedaron sembradas por todo el piso; y las risas y el juego que sucedió justo antes de nuestro primer beso? ¿Se le olvidaron los abrazos furtivos en el rellano, en el que hablábamos de un futuro juntos sin que la diferencia de edad ni su mujer nos amedrentaran? ¿no añorará aquellas siestas en su casa aprovechando que mi madre dormía, mientras le decía que Él era el primero, el único? Pero no, él sigue pensando en mí, el me quiere… otra vez suena nuestra canción.
Bonito relato. Emocionante.
El beso prohibido fue la sentencia que grabo en nuestros corazones por el amor. No puedes ir al paraíso sin haber pisado el infierno; la caricia mejor sentida, el placer mayor experimentado…. Pero con el conocimiento y la certeza de que sería abolido…
A pesar del camino y cualquier riesgo no nos detuvo a escribir la mejor historia de amor…
Desde niños disfrutando al ganar cualquier tipo de juego, cualquier excusa era buena para acercarnos, abrazarnos, sentirnos cerca del uno al otro con disfraces de celebración. Pero cuando el cuervo presencio y vio que podría llegar a ocurrir, en manzana roja lo convirtió todo y separados fuimos… La semilla del amor ya estaba en nuestros corazones y los años siguieron pasando hasta aquel beso a escondidas… Creando un amor inolvidable… El primer amor sentido y escrito con la sangre de nuestras heridas… Sabiendo que no puedo huir de mi destino pues será una condena inapeable al ser alcanzada a corazón abierto. Un océano que cruzar, mareas que nos arrastran pero también corrientes que nos separan; el tiempo pasa y buscar en otras aguas que nadar pero con la condena de recordar. Pero no fue todo incierto el destino me afirmó que estaba de nuestro lado al ver que nuestros caminos, se rozaban en las calles de la vida, cruzándonos la mirada de nuevo repetidas veces sin importar lo que nos rodeaba. Y yo aquí respirando nuestro amor; que quedó tiznado en este papel donde el núcleo son evocaciones de lo que una vez fue tu presencia y en mí se aguardó, recuerdos que atormentan. Amarte sin límite… Dejando migas de pan al lado de estos puntos suspensivos por si decidieras volver a mí… por si nos perdemos… Ocultando las raíces de un amor, el secreto mayor guardado…. El tabú soñado…
Recuerdo el primer día en que nuestras miradas se cruzaron, hace ya 4 años:
Tú con tus gafas de sol, tu sonrisa arrogante, como la de quien se sabe ganador desde el principio.
Yo como siempre, demasiado ilusa y soñadora, no di importancia a ese momento que recordaría siempre.
Me preguntaste con esa forma tuya de decir sin decir si tenía novio, y lo tenía, pero callé.
Pasamos toda la noche tú y yo juntos, hablando de todo y de nada. Hasta el final, hasta sentir esas mariposas en la tripa, cursis pero tan reales y que tanto tiempo llevaban sin acompañarme.
Solo supe que tenía que volver a verte, y no fue fácil. Tuve que esperar 3 años, hasta que el destino, me llevara de nuevo a ti.
Tú me hablaste, pero decías que no sabías quién era. Nunca sabré si es cierto del todo, pero algo en tu mirada me decía que ya me conocías de antes.
Hablamos, como hablan dos extraños que ya se conocen.
Yo ya sabía que tú tenías novia, pero algo irresistible nos llevaba a pasar tiempo juntos. A buscarnos en breves momentos con cualquier excusa.
Bailaste conmigo, y al despedirte me dijiste que había sido un día perfecto, que teníamos que volver a vernos.
Esta vez pasó menos tiempo, y allí estábamos los 2, cada uno con su pareja.
Ese día fue demasiado difícil coincidir y algo dentro de mí me decía que era imposible seguir pensando en ti.
El tiempo fue pasando hasta que otra vez, el destino, nos puso frente a frente, un año después.
Volverte a ver fue una mezcla de ilusión y duda, sin saber si de nuevo volveríamos a generar esa emoción de quien se conoce sin conocerse.
Así fue, tú y yo solos rodeados de tanta gente. Para mí solo estabas tú y por momentos sentía que para ti solo estaba yo.
Recuerdo tus primeras palabras al verme “me acuerdo mucho de ti”. Yo, con mi estupidez habitual no supe que decirte. Por dentro, saltaba de alegría por oír en tu boca la posibilidad de pensarme.
Una vez más te fuiste, esta vez te llevaste un pedazo más grande de mi corazón que solo busco recuperar y no sé cómo, porque de nuevo dependo del destino, y es cruel no saber lo que te tiene preparado. Mientras intento vivir con el trozo que me falta.
Ella, recostada sobre la hoja de aquel naranjo, observaba su danza. Un baile hipnótico y sugerente que ella admiraba como a cámara lenta. No se hablaban pero se sentían. Él, parecía que deseara tocarla con la punta de sus dedos, se estiraba todo lo que podía y aprovechaba las suaves ráfagas de brisa que soplaban en dirección a ella. La conexión entre ellos fué tremenda. Se dieron cuenta de que sus almas, aunque radicalmente distintas, fueron una sola, eones atrás.
El sol brotaba por el horizonte en una mañana aderezada entre los cantos de las alondras y el resoplar de los temporeros que recogían naranjas en aquel día que acababa de empezar. Nadie fué consciente de la magia de los dos enamorados.
La tímida gota de agua se desplazó hasta la verde punta de la hoja para poder estar más cerca de aquel extraño amor a primera vista, demostrando así que nada más le importaba. Sabía que si corría a abrazarlo, ella moriría, y si él le mostraba su ardiente amor, nunca más volvería a disfrutar de aquella perfección en su redondez, de la frescura de su naturaleza y de ser la madre de toda la vida en sí. Él, el fuego, era símbolo de destrucción y muerte. Pero la pureza de aquella a la que amó, superó todo pensamiento lógico y cuando la vió saltar, cerró los ojos y abrió su corazón.
He estado amándola desde el inicio de los tiempos, me he dedicado a sembrar y cuidar obsequios que siempre terminan en sus manos, y ella los acepta, los cuida y me los devuelve en otra forma para demostrarme su amor. Creamos un ciclo en donde ambas nos damos y recibimos la una de la otra, aceptando aquello que creamos, transformándolo y cuidándolo para seguir demostrándonos el amor tan profundo que nos tenemos.
Muchos temen de ella porque creen que es el final, que todo termina al encontrarla, lo que desconocen es que su belleza está en la calma que da.
Siempre la he amado, desde el inicio de los tiempos cuida los obsequios que me quiere mandar hasta que están listos para llegar a mí, y claro que los recibo con mucho amor y los cuido, los transformo y los envío de vuelta, creando un ciclo infinito de dar y recibir, ya que es la única manera en la que podemos demostrarnos el amor que sentimos la una por la otra.
Ella crea, da vida a absolutamente todo para que en el momento en el que estén listos lleguen a mí; les doy calma al término de su ciclo, conservo sus caparazones y envío de vuelta su pequeña luz para que ella pueda seguir trabajando y creando.
Es tan doloroso que la única manera de amarnos sea en la lejanía, sin poder mirarnos, conociéndonos a través de lo que nos mandamos; pero tan solo imagina que pasaría si por la locura de este amor nos dejáramos llevar y sin importar más corriéramos a un encuentro… es la belleza de nuestro amor… vivir en la lejanía para no matarla al abrazarla, amarnos a distancia para que no me destruya con su vida…
Estaba enamorada, sí y era correspondida, lo que era genial. Pero que lo fuera no quiere decir que sea algo que pueda suceder. Juan y yo nos conocimos de casualidad en uno de esos grupitos de redes sociales, mera casualidad. Hablamos todos los días, durante meses. Vídeo llamadas donde las risas no faltaban, y que duraban hasta tres horas. Pero había un problema, eramos de ciudades diferentes. No era un gran problema, pero ambos estábamos en acuerdo que las relaciones a distancia no funcionan. Muy inseguros cada uno, nada bueno saldría de intentarlo. Nos conformamos con hablar regularmente, día a día, como hacíamos siempre. Aunque claro, no todo dura para siempre. Conocí a alguien; Marta. No sé como sucedió, solo pasó. Le hablé a Juan de ella. No estaba feliz, lo notaba en su voz, pero el entendía. Decidimos distanciarnos, desaparecer de la vida del otro, como si nunca nos hubiéramos conocido. Juan, antes de decir adiós, me deseo suerte con Marta, y que fuera inmensamente feliz. Por mi parte le desee lo mismo.
UN AMOR CORRESPONDIDO PERO IMPOSIBLE
Nada era imposible, las emociones jugaban en todo momento a nuestro favor. Pasábamos por días de vino y rosas, los dos juntos de nuevo, el destino jugando a nuestro favor y entre todo el torbellinos de sensaciones agradables, se colaba una luz de realidad, Mario no ha cambiado, es el mismo, me repetia una y otra vez.
Dejé de responder a las llamadas de mis amigas y decidí vivir el momento, sabiendo que tenía un final sino trágico si sería triste como muchas otras veces. Había conocido a Mario mientras estudiaba 4 de periodismo, enseguida conectamos, yo era timida y el extrovertido, juntos hacíamos un binomio, nos dábamos lo que al otro le hacía falta, sin medida nos complementábamos y por ciertos cortos periodos de tiempo nos sentíamos completos, él dentro de mi universo, yo dentro del suyo
Mario me aportaba esa apertura al exterior que tanto necesitaba, con él y sólo con él me sentía la mujer mas completa del universo y aunque sabía que todo era una quimera, me dejaba llevar, por mi parte yo le aportaba un lugar tranquilo en el que cicatrizar sus heridas, sus temores, curar sus adicciones. Mario era drogadicto, dependiente de la cocaína y de los fármacos para aplacar la ansiedad y las depresiones que tan bien sabía esconder.
Nuestro amor era mutuo, por eso volvíamos una y otra vez, juntos habíamos hablado de irnos a vivir a lugares remotos, lejos del círculo vicioso en el que vivía, creíamos que con nuestro amor todo lo podíamos superar.
De nuevo, a la mañana, al abrir los ojos y mirar al otro lado de la cama, volví a descubrir que Mario no estaba. De nuevo había aparcado mi vida por él, queriendo revivir una vez mas ese amor que tanto me consumía
¿te acuerdas el día en el que nos conocimos?
tenias un hermoso vestido rojo, llevabas suelto tu pelo negro brillante y tus ojos color miel me derretían el alma.
indecisa estabas observando el menú de el café.
yo estaba observándote desde varios metros de distancia, tal vez no te diste cuenta, o tal vez si lo hiciste. sin embargo, ese no es el punto.Cuando finalmente decidiste que pedir, llamaste a un mesero, yo inmediatamente me dirigí hacia ti nervioso por lo que pensarías aunque sabia que no me ibas a prestar atención porque al fin y al cabo ¡era solo un mesero!.
con tu mas grande sonrisa me saludaste y me pediste que te encargara un café negro con una galleta de almendra, yo todavía nervioso,asentí sin poder decir ni una sola palabra.
al día siguiente, estabas allí otra vez.
Te sentaste en la misma mesa de el día anterior y sin mirar el menú, pediste lo mismo
estaba asombrado, atónito y emocionado por que pensaba que no te volvería a ver jamas. decidido fui de nuevo hacia tu mesa y te pregunte si querías salir esa noche. ¡sabes lo que me respondiste?,¡un si!.
esa noche te veías mas hermosa que nunca, fuimos a una feria, comimos, reímos, hablamos… la pase genial, fue uno de los mejores momentos de mi vida.
así pasaron los días,todas las noches nos encontramos, íbamos a diferentes lugares, como el cine, el lago, el parque…
hasta que un día nos declaramos, fue hermoso, lo dijimos al mismo tiempo, porque interiormente sabíamos que los dos estábamos enamorados. También me informaste que te ibas de viaje dos días con tus padres.
tenia pensado pedirte matrimonio transcurrido esos dos días.
Cuando me dirigía a comprar el anillo, me fije en las noticias.
esto era lo único que destacaba:
«el avión de las 8.30 con destino a bogota se estrello».»nadie salio vivo»
sabia que ese era tu avión.
entonces, aquí estoy con lagrimas en los ojos hablándote en tu funeral, mientras tu yaces dentro de un oscuro ataúd.
ME ENCANTO TU HISTORIA Y ESE FINAL INESPERADO ME SORPRENDIÓ….FELICIDADES
La primera vez que le vi fue en el paso fronterizo de Idlib entre Turquía y Siria. Su familia y la mía eran de las pocas privilegiadas que ese día tendrían la suerte de huir de una barbarie atronadora para meternos en otra barbarie mucho mas silenciosa pero no menos dolorosa. Esa misma noche mi madre me pidió que fuera a recoger agua a la única fuente del campo de refugiados provisional donde nos habían instalado mientras elegíamos el siguiente paso en nuestra huida hacia Europa. Allí estaba él, refrescando su cuerpo y su larga melena negra del polvo del viaje. Sus ojos verde oliva se clavaron en mi al acercarme a la fuente y notó el fuego en mis pupilas. Mientras llenaba la garrafa se me resbaló derramando todo el agua a los pies de la fuente. Mi instintivo movimiento por cogerla se solapó con el instintivo movimiento de él y nuestras manos se cruzaron a la par que nuestras cabezas chocaban levemente. Sus manos rodearon mi cara, despejó el pelo y se quedó mirando si me había hecho daño. Sus ojos secuestraron toda mi prudencia y le besé en sus rosados labios, él me devolvió el beso con la misma pasión. Mi mundo se detuvo por un segundo, el espacio que me rodeaba se congeló a mi alrededor y por ello no observé que mi madre había venido a la fuente porque necesitaba más agua.
A la mañana siguiente, desperté con la única ilusión de volverlo a ver. Había dormido hasta tarde. Al salir de la tienda mis padres estaban metiendo mi maleta en un pequeño microbús. – Hija he conseguido que vayas con este grupo a coger un barco a Grecia, es una oportunidad única.-dijo mi padre. Sin poder detenerlo y llena de dolor subió al microbús. Observó como la figura de sus padres se iba empequeñeciendo en la distancia. – Era todo el dinero que teníamos para el viaje.- espetó su madre al mientras el microbús se perdía en el horizonte. – Lo que sea por no ver a una hija mía con un kurdo.- contestó secamente su padre mientras agarraba con firmeza su crucifijo.
¿Realmente algo es imposible? ¿Qué hace imposible las cosas?
Los individuos las hacemos imposibles, pero esa imposibilidad de hacer o cumplir algo es provocada por una cantidad considerable de variables o factores que convierten ciertas cosas en imposibles.
Por ejemplo, una buena amiga mía tuvo uno de sus primeros amores hace aproximadamente unos 10 años atrás, pero por temas de distanciamiento físico de cada una de sus familias, la relación se dio por terminada y tomaron caminos separados.
Pasaron 10 años y la comunicación entre ellos, gracias a la tecnología, se volvió a reactivar. Sin embargo, esa distancia física aún se mantenía. Cada uno desarrollaba su vida en un país muy lejos del otro, llevando rutinas, gustos y costumbres totalmente distintas. Se visitaron, viajaron cada 3 meses durante 1 año, pero luego la realidad tocó a sus puertas, las cartas se pusieron sobre la mesa y como dicen por ahí, “la verdad duele” y la realidad es dura.
Este amor correspondido se volvió imposible cuando decidieron que por más que reconocían sentir amor el uno hacia el otro, no estaban dispuestos, y por tanto, se hacía imposible que alguno de ellos abandonara completamente su vida para permanecer, convivir y llevar una vida juntos físicamente.
Hicieron de un amor correspondido imposible.
Las distancias físicas y espirituales, las diferencias en las personalidades, caracteres, prioridades e intereses personales, las metas en la vida, entre muchas variables más, son los que hacen imposibles ciertos amores correspondidos. Al fin y al cabo, si se decide no vivir un amor correspondido por alguna de las razones del ejemplo mencionado, es porque se está poniendo sobre todas las cosas, como prioridad, un amor aún más importante y que siempre deberá ser correspondido, y por tanto posible: el amor propio, hacia uno mismo.
Pensó que tal vez no la vieran detrás de su enorme espalda. La puerta estaba cerca, tal vez lo conseguirían.
Y no era ninguna ingenua
Ya no
Llevaba varios meses allí encerrada cuando le conoció
—Yo te voy a sacar de aquí
No era el primero que se lo decía. Casi que fue lo primero que aprendió en español, eso y “trata de blancas”. Así de típico era escuchar aquella promesa cuando se desnudaba mecánicamente y se abría de piernas.
Creían que así se emocionaría, que le pondrían un toque de ternura a sus abusos, que si conseguían engañarla ella no los aborrecería. Pero no les creía. Nunca les creyó
Por eso se sorprendió cuando al desenrollar el trapo apareció una pistola. El olor del metal, pulido y aceitoso, le resultó excitante. Lo único excitante que le había sucedido en esa sórdida alcoba.
—Ponte a mi espalda, pequeña, nos vamos de aquí
Cada uno tiene sus razones para amar, hay tantas como circunstancias en la vida, y ella le amó en ese momento. Esa es la verdad. A su espalda, recorriendo el prostíbulo, sentía un profundo amor por aquel loco.
Pero los disparos no tardaron en llegar
Y ninguno de ellos salía de su arma
Cayó muerto y ella le acarició con ternura. Incluso le hubiera dedicado alguna lágrima. Pero no lo hizo. Ya no le quedaban
Es un amor imposible, pensó. Y luego pensó en si cobraría por aquel servicio.
Me ha gustado tu escrito, muchas gracias por compartirlo con nosotros.
Diferente, con emoción, llega al lector!
Lucas y Alba se conocían de toda la vida. Habían crecido juntos, compartido escuela, secretos, travesuras, aventuras y amor. Sabían tanto el uno del otro que solo con una mirada podían saber que pensaba cada uno. Fueron creciendo y el amor que sentían el uno por el otro era brutal, cuando no podían verse por sus diferentes ocupaciones sufrían mucho, necesitaban verse cada día para poder compartir así sus penas y alegrías. Pero un día teniendo los chicos 17 años, le notificaron a Alba sus padres, que por trabajo a su padre le habían trasladado a Nueva Zelanda, él era un importante químico y necesitaban de su ayuda para poner en marcha una importante investigación en aquel país. Con ello toda la familia se tenía que trasladar inmediatamente, pues tenía que empezar lo antes posible. Alba creyó morir al oír la noticia, ella no podía marcharse, no podía dejar a Lucas, no podía dejar a su amor. Sus padres lo comprendían pero era inviable que ella se quedara allí, era menor y no tenía familiares que pudieran hacerse cargo de ella, mientras ellos estaban fuera. Con mucho dolor en su corazón le comunicó la noticia a Lucas, él lloraba ella también. La despedida en el aeropuerto fue muy triste, Alba creyó que nunca más se repondría de aquello. Pero pasó, fueron pasando los años, cinco largos años y aunque habían mantenido contacto por carta, cada vez fueron menos. Al cabo de esos años fuera Alba volvió a su pueblo, se había convertido en una mujer muy bonita, con una educación exquisita y un trabajo excelente. En cuanto llegó fue en busca de Lucas, le abrió la puerta la madre y en un principio no la conoció, había cambiado mucho. La mujer en cuanto supo quién era se quedó blanca como el papel, Alba le preguntó que le ocurría y con lágrimas en los ojos le explicó que hacía 2 días Lucas había tenido un accidente de coche y estaba en coma. Nunca más despertó de ese estado Lucas, pero Alba aunque siguió con su vida, siempre tuvo tiempo para visitar al amor de su vida.
Me encantaría poder llevarte a aquella montaña a esquiar, aunque no sepa ni pararme en una patineta. Sería mi fascinación compartir contigo aquel delicioso Martini, que sé que te gusta, a pesar de que deteste el alcohol. Escucharía toda la discografía de tu cantante favorita a costa de que no es mi genero predilecto. Haría todo esto por ti así como sé que tú me escucharías en mi incesantes peroratas de cada nuevo descubrimiento, aunque a veces sea un poco exagerado. Tal y cómo participarías con entusiasmo en cada pequeño proyecto que desarrollaría, a pesar de que sean demasiados. De la misma manera en que soportarías mis serenatas, cartas, besos, abrazos y esas cosas que ni tiene sentido regalar a una enamorada, a costa de que prefieras las cosas menos convencionales.
Así como cada uno aguantaría ciertas cosas del otro, son más las cosas que compartimos, y aun más el amor que nos uniría, pero… no estás aquí, y nunca lo has estado, ni aquí, ni en ningún otro lado.
Fabio vivió por muchos años en la Ciudad de México, sabía que solo estaría ahí por pocos años para cursar varios diplomados y una maestría. Se dedicó simplemente a disfrutar de aquella metrópoli mágica llena de misterios. Faltando poco tiempo para terminar sus estudios, salió de juerga. Y jamás imaginó que México le presentaría a quien flecharía sus corazón. Era atracción a primera vista, una bella chica que salía de todo el concepto que le enseñaron en casa para que pueda ser su esposa.
Era Leonor, una chica despreocupada, con camiseta tan pequeñas pero aflojada que al bailar locamente mostraba bellos tatuajes sobre sus hombros y gran parte de sus pechos, pues ni sostén tenía. Cabellos cortos y teñidos de colores como el rosa y el azul hacían que ella destacara del resto de las chicas.
Fabio intentó acercarse a ella, pero entre los que bailaban no pudo avanzar mucho y termina en el piso, de pronto siente una bota pisándole el culo. Era ella, riendo. Disfrutaba verlo en el piso, según ella que cayó de lo más flipante.
Salieron, pasearon, se conocieron (incluso debajo de las sábanas) y gozaron él uno del otro. El lugar favorito de Leonor era el Zoológico de Chapultepec y el de Fabio era el Palacio de Bellas Artes, tan contrastantes que los hacía tener una armonía casi perfecta.
Pero llegó el día de la partida de Fabio, su destino… más allá de Buenos Aires, y ella se mudó más alla de Montreal. Jamás se volvieron a ver, escribir o llamar.
Hacía mucho tiempo que no la veía. Nos habíamos despedido con una declaración y un temeroso silencio.
En aquel entonces se plantó ante mí y con un titubeante labio profeso un tierno amor. Se marchaba, ninguno de los dos sabíamos si algún día ella regresaría. Yo también la quería mucho y en ese bello momento en donde nuestras miradas se cruzaron como nunca antes lo habían hecho, sentí un antagónico quebrar, tenía un irracional miedo de fallar, de que descubriese mi verdadero ser y se decepcionase, simplemente no quería arruinar lo que teníamos; así que tan solo agaché la cabeza, impotente… triste. Ella se alejó corriendo con lagrimas escurriendo en su rostro. Nunca me perdoné por no haber dado un paso adelante.
Y ahora está a unos metros frente a mí, con nuestras miradas conectadas como aquella vez cuando éramos adolescente.
Nos sorprendimos mutuamente, ella con unos ojos triste y un labio titubeante se quedó pasmada, quizá esperando la respuesta que debí haber dado en ese entonces. Le sonreí, intentando transmitir la felicidad tan fugaz que sentí en nuestro último momento juntos y solté un sutil “te extrañé” con los labios. Ella entendió lo que quise decir, lo que quería decir desde un principio y alegrada, como no la había visto jamás, soltó una sonrisa.
Me acerqué para proclamar lo que durante tanto tiempo me guardé; pero ya era tarde, había alguien mas con ella, y al verla de nuevo comprendí que ya no había espacio para mí.
Di media vuelta y me alejé.
Me acuerdo
Me acuerdo de Felipe y Fernanda llorando en plena fiesta porque su amor era imposible, era lo que nosotros suponíamos, llegamos a pensar que eran hermanos, al mejor estilo de telenovela venezolana de los años 80. Estábamos en la universidad y habíamos logrado armar un grupo de estudio y rumba, éramos doce, con el tiempo se irían sumando y restando miembros. Pasábamos casi todo el día juntos, así que los noviazgos y deslices amorosos estaban a la orden del día. Durante el primer semestre fueron Felipe y Fernanda los que nos deleitaron con su romance no romance, era supremamente gracioso verlos, ellos dos alejados de los demás hablando horas, nos causaba una intriga enorme saber qué tanto era que hablaban, nunca se vio un beso entre ellos y sin embargo las chispas entre ellos eran notables, dentro y fuera de la universidad eran inseparables. Pero era una relación platónica, nunca hubo un beso, una cogida de mano, una declaración. Al terminar el primer semestre, también la neonata relación se desvaneció y Felipe pasó a ser una anécdota para Fernanda y viceversa. Veinte años después aun nos preguntamos cuál era el impedimento de esta pareja, un caso más sin resolver.
Interesante texto. Engancha.
Me llevé una buena tarde dándole vueltas. Obviamente, conseguir caer dormido fue una tarea divertida. Y difícil. Me sentía como un niño chico nervioso en la víspera de algún acontecimiento importante. Después de 163 años, al fin las fórmulas cuadraban y despejaban la incógnita. Por fin lograba ver un arcoíris y la aguja del minutero en el momento de cambiar. Era como sacar tres limones seguidos en un rasca y gana. El jaque mate a las ensoñaciones. La belleza cubista por la que mis semejantes vuelan hacia otra realidad se había presentado ante mí. Ayelén se comunicó conmigo desde lejos y todo se volvió un torbellino y las imágenes revoloteaban por mi cabeza y se mezclaban con un concierto de bambús mecidos por la brisa.
Me miré en la cámara de reconocimiento facial y realicé la operación de escaneo varias veces para asegurarme de que ese era yo. Que yo estaba siendo el observado en esta ocasión por los genios más fantásticos y me habían elegido para entrar a formar parte del ejército de más elevado rango, el de los cantores del Todo.
Ayelén llevaba puesto el atuendo en “t” indicando su afiliación. Me había sintonizado con su vórtice energético y los códigos se habían empezado a acoplar.
Cuando me desperté, decidí que esta vez iba a sonreír- Mientras, una lágrima resbalaba por mi mejilla. De nuevo había soñado con Ayelén y había sido feliz siendo correspondido. Y de nuevo me desperté ante la realidad: ella era hija del fuego y yo, siervo de la lluvia.
Una vez basto, solo una, para que una tenue y deliciosa frialdad recorriera su helado cuerpo,
¡Que hipnotizante belleza su crepitar!
¡El leve calor que despedía hacia mí! ¿Habría algo más peligroso y romántico que su llegada?
Y se que me ama tanto como yo a él, pues su figura danza con nociva y renovada energía cuando me ve.
¡Oh! ¿Cómo resistirme a su indestructible luz, cuando yo vivo en el frio y la oscuridad?
¿Cuándo a través de mi todo se ve muerto y gélido, y a través de el todo cobra vida y poder?
Y todo lo que deseo es fundirme en él, pues se que su calor me extinguirá para siempre.
La carta que perdió su destinatario.
Querido difunto mío.
Durante toda nuestra estadía en esta tierra escuchamos hablar de amores imposibles, crecimos entre las páginas de Romeo y Julieta, Efraín y Maria, y supuestas leyendas del sol y la luna o la no tan conocida leyenda de Edelweiss, aun así nosotros creímos que podríamos ser los primeros en lograr romper esas barreras, no éramos tan decididos como Romeo, tan perseverantes como Maria, ni siquiera tan fuertes como los astros o valientes como Edelweiss, aún así en nuestra ingenuidad creímos que lograríamos salir ilesos al retar la vida e ir contracorriente. Pero ninguno de los dos se imaginaría que hoy, después de un año de nuestra despedida cuando te marchabas a la guerra, mis ojos se desbordarían como presas al recibir la noticia de que has dejado esta tierra. Hoy te escribo esta carta con el objetivo de que alguno sepa que nos amamos y nuestro amor no sea del todo olvidado.
Atentamente: una joven ingenua.
-Zain esto está mal, no podemos seguir engañando a Pame y Andrew. – dije deteniendo el beso posando mis manos en su pecho para separarlo de mí.
-Pero te amo Cath.
-y yo a ti babe, pero no es justo para ellos que juguemos de esta manera con ellos, creo que lo mejor es que terminemos con lo que sea que es esto.
-tienes razón, aunque no es justo que tenga que dejarte aun amándote.
-lo sé, pero es lo correcto, no podemos dejar a nuestras familias, por esto, sabíamos que algún día esto pasaría, ambos casados con hijos, no teníamos futuro por más que lo quisiéramos, el destino no nos juntó ates por algo, tal vez estamos destinados a solo amarnos de lejos, sin estar juntos… – dije con suspiro al final, Zain me miro a los ojos mientras me acariciaba la mejilla con una mano y la otra jugueteaba con mi cabello, tras unos segundos así besó mi frente y al separarse mientras me miraba directo a los ojos me dijo:
-lo sé, tienes razón no puedo dejar a mis niñas y a Pame, si me divorcio jamás me dejaría verlas, tal vez estas en lo cierto y nuestro destino es amarnos a la distancia, alegrarme de lo que sea que hagas de tu vida sin estar junto a ti y viceversa, lo mejor sería terminar esto ahora, justo en este momento creo que es lo mejor y si lo postergamos no podré hacerlo.
-pienso igual, entonces esto es un adiós, creo… – dije con los ojos cristalizados y mi labio inferior temblando por tratar de contener las lágrimas.
-no es un adiós, sino “hasta nuestra próxima vida” en donde prometo buscarte hasta el fin.
-entonces hasta nuestra próxima vida amor – dije y lo vi alejarse para siempre.
Subí los escalones de tu casa sintiendo como temblaban mis piernas. Llamé a aquel timbre que sabía que no sonaba. Dudé por un momento por si no veías la luz de la bombilla que iluminaba ese timbre.
Esos segundos hasta que abrías la puerta siempre fueron cruciales. De no haber sido tan rápido, me habría entrado el pánico y habría bajado corriendo esos escalones para refugiarme en el coche.
Pero tu esperabas inquieto mi llegada y te apresurabas para abrir solícito. Nuestro primer abrazo se sentía largo pero torpe. En tu intención tal vez aplacar mis nervios, pero yo en ese abrazo casi nunca lo conseguía.
Nunca sentí un deseo carnal ni ganas de abalanzarme sobre ti al reencontrarte.
Quizás porque siempre había transcurrido mucho tiempo desde nuestro último encuentro, quizás porque nos habíamos despedido tantas veces y siempre sin éxito, quizás por la sensación de culpa no me dejaba ser libre,… quizás porque nuestro amor fue siempre mayor que un egoísta deseo.
Una infusión o un trago y una larga sesión de confesiones en tu sofá. Pasado un rato ya podías cogerme la mano, o acercarte a mi sin sentir que temblaba. Siempre tuviste ese efecto en mí.
Siempre tuviste ese efecto en todos. Contigo uno podía pasar de la ansiedad a la calma más indescriptible en cuestión de abrazos. Es un don que yo siempre admiré.
Te conté mi última discusión con mi marido, me contaste tu último altercado con tu fisioterapeuta.
Me indigné con esa charla que te dieron sobre el umbral del dolor y con que lo único que pudiera hacerse es aumentar la dosis de las pastillas. Tu no abriste la boca ante mi nueva revelación sobre la preparación de mis papeles de divorcio. El silencio enrareció por completo la estancia.
Nunca te atreviste a hablar de futuro, creo que nunca visualizaste un futuro a mi lado. Ni yo tampoco al tuyo, a pesar de tanta calma, a pesar de tanto cariño.
Ambos bajamos la mirada, la angustia paralizó siempre cualquier promesa incierta. Nunca, nunca nos dijimos te amo ni nos prometimos nada.
¿por qué crees que es imposible? Te pregunté sin hablar.
Mirándote a los ojos puedo revelarte todo. Tú siempre tuviste el superpoder de saber qué estaba pensando y sintiendo tal sólo con ver mi rostro. Yo siempre tuve el de mirarte y llegar hasta lo más profundo de tu ser.
Siempre decías que te miraba como no lo había hecho nadie, y es que yo podía ver en ti lo que no veía nadie.
Un mal comienzo.
Sus manos tocaban mi cuerpo, sentía una electricidad y una brisa que recorría todo mí alrededor. Su contacto me producía el recuerdo de nuestras miradas, se cruzaron por primera vez, el calor de mis mejillas solo escuchando el sonido de su voz. Su sonrisa que me dejaba sin respirar. Sentía que cada minuto que pasábamos juntos se detenía el tiempo.
Aunque nuestro amor era prohibido, mi corazón se aceleraba solo con su presencia. Nuestra relación iba a cruzar una barrera peligrosa. Mi cabeza solo había preguntas de una chica enamorada ¿iba a ganar el amor? O ¿solo será otra película de miedo? Yo lo esperaba en el puente, donde siempre nuestras vidas se unían en una sola. Era un lugar hermoso llenos de flores que crecían como arte de magia, estaba perfecto para dos enamorados como nosotros. Cuando lo vi llegar, sentía que las mariposas se me escapaban del estomago. Mi cuerpo estaba muy excitado quería salir corriendo a abrazarlo y no dejarlo ir nunca más. Pero en su rostro había algo que nunca pude reconocer, se sentía como unas punzadas en mi corazón que me desgarraban y eso me dolía. Quería escapar pero estaba rodeada. Mis ojos se llenaron de lágrimas, todo el amor se derrumbo en un segundo.
Me tomo de los hombros, su mirada era diferente como si no fuera él. Quería gritar, ¡que no lo haga!, ¡que me dejara ir!, Pero mi voz no salía, tenía una piedra en mi garganta que me ahogaba. Con un solo movimiento empezó mi pesadilla. El lugar se transformo en un segundo, estaba oscuro, la fauna estaba sin vida. Me empujo de una manera violenta que no tuve tiempo de agarrarme de nada. Mi cuerpo se sentía liviano como si estuviese volando, sentía que todo esto era un mal sueño y que iba a despertar pronto, pero su mirada me confirmo la verdad, veía como él se iba alejando de mí lentamente, el viento secaba mis lágrimas que salían como cascadas. Mis pensamientos solo soltaban un ¿Por qué a mí? ¿Por qué haces esto?
Atrás mío estaba lo que me iba a rodear y sumergir para que no sintiera ningún dolor o que nadie me haga daño. Cerré los ojos e imágenes nuestras me pasaron volando, mostrándome lo felices que éramos juntos. Quería volver a ese momento pero ya era demasiado tarde. Vos ya habías tomado una decisión.
Te mire por última vez.
Y
Desaparecí antes tus ojos.
(O eso te hice creer)
22 de octubre del 2079
Me han llamado de la empresa gestora de los Soulmen para confirmarme que, desgraciadamente, el K3-52 no tiene arreglo. Afirman que, pocas veces ocurre, pero existe una probabilidad del 1.5% de que tres androides diferentes, puedan fallar de esa manera. Total, que Mario (número 3), se encuentra en la planta de reciclaje de NewInovation y mandaran un nuevo K3-52 con toda la memoria de mamá. Tardaran unos 15 días, y mientras tanto, no sé que podemos hacer para ayudarla.
Los Soulmen, fueron creados para cuidar a enfermos de Alzheimer en sus propios hogares. Gracias a la ayuda de los transmisores de memoria, generados a principios de la era 5G, tenemos toda la información de la vida de las personas. Sabemos también quienes van a padecer la enfermedad, aunque no tengamos la cura. Así que Montse (mi madre) sigue estando enamorada y viviendo con su marido Mario, que por cierto murió hace más de 30 años, gracias a estos androides y la información que contienen.
Nos comentan que han estudiado el caso del K3-52, “el Mario androide número 3”. Hemos dado permiso para acceder a las grabaciones de este. Nada lleva a pensar que pudiera fallar. Llevaba a cabo todas las tareas del hogar y los cuidados a Montse de manera impecable. Nunca ha habido fallos en la memoria interna. Y todos los controles de calidad, fueron correctos antes de que el prototipo saliera de fábrica.
Me entristece que mamá haya perdido a su querido androide. Al amor de su vida por cuarta vez.
Dice una leyenda antigua, que las almas no viajan al más allá si tienen algo pendiente en vida. Mario nunca demostró su amor por Montse antes de morir y permanecerá, de un modo u otro, junto a ella; hasta que los dos vuelvan a unirse para siempre.
Estamos aquí otra vez, misma rutina de trabajo. Una reverencia para mostrar respeto a alguien de mayor estirpe, preparar el baño, arreglar tu vestido, poner la mesa, verte leer, servir el té, sonreírnos, responder tus preguntas y por ultimo mirar tus labios al decir “gracias por estar conmigo”.
Siempre escucho a los demás en la mansión describirla como una persona tranquila que difícilmente mostraba algo diferente a la seriedad o una risa pequeña, no se percataban de esas sutiles diferencias al reaccionar que yo veo. Ignoran como su nariz se retraerse al probar algo amargo o su discreta sonrisa al probar un dulce; tampoco pueden apreciar su mirada tranquila al leer que los personajes están bien, el enrojecimiento de tus ojos en una escena triste o tus leves suspiros en los momentos románticos. En algún momento, mi corazón empezó a latir rápidamente al verla o doler si hablaba de su compromiso como una de esas historias románticas, me di cuenta que usted me gustaba de una manera que ningún sirviente debería tener por su amo y mucho menos si ambos son del mismo sexo, en esta época es un pecado.
No mucho después de autoproclamarme pecadora, fuiste a casa de tu prometido y al regresar estabas extraña, ordenaste que solo yo te iba a atender el resto de la tarde. Me relataste como el beso que compartieron te dio asco, tu corazón dolía y solo podías pensar en una tierna mucama que estaba siempre a tu lado, me sorprendí e intente adivinar mentalmente quién era. Estaba demasiado distraída como para darme cuenta de tu acercamiento para posar tus labios sobre los míos lentamente y de forma delicada, seguimos un compás creado perfectamente para nosotras. Ese fue probablemente el único que rompimos nuestra rutina para luego separarnos el resto nuestras vida,
-Te quiero- Me dijo mientras bajaba la cabeza y soltaba cada palabra a cuenta gotas, se había armado de todo el valor que tenia para decírmelo. No supe que respoderle, me quede sin palabras pero mi corazón por dentro se lleno de emoción.
-Yo más- fueron las palabras que lograron salir de mi boca.
No había necesidad de muchas palabras entre nosotros, nos entendíamos mas allá de ellas.
-Me tengo que ir, ya es tarde-tuvo que mencionar aquellas palabras que dolían cada vez más. -Esta bien, lo entiendo, no te preocupes- Le respondí mientras mi corazón era apretado por esas mezclas de emociones y sentimientos.
Ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio que anticipaba la dolorosa despedida. Mientras se vestían y recogían sus cosas, sus miradas se cruzaban y podía leerse un: «no quiero irme, pero lo tengo que hacer» y la respuesta: «yo tampoco quiero que te vayas, pero aquí estaré esperándote»
Ninguno de los dos sospechaba que sería la ultima vez que estaríamos juntos, siempre supimos que ese día llegaría, pero no sabíamos cuando.
-¿No sé puede amar a dos personas a la vez?- él rompió el silencio mientras me abrazaba por detrás para despedirse con un beso.
-No puedes amar a dos personas con la misma intensidad, no puedes dividir tu corazón en dos partes porque al final no solo te dañaras a ti, sino a las otras dos personas- Fueron las únicas palabras que lograron salir de mi boca y desde lo mas profundo de mi corazón. No era la primera vez que se las decía, pero si seria la ultima.
Lo busqué al día siguiente, y a al siguiente. Lo espere por días y semanas; y él ya no apareció. Se fue como se lo había pedido, en silencio y sabiendo que él también me amaba; pero que su familia era lo mas importante, siempre lo supe y siempre lo entendí.
Siempre lo amaría y siempre me amaría, simplemente lo nuestro no podía ser
He soñado contigo tantas veces… que vendería mi alma solo para poder tocarte –
Me vuelves loco, con esos rizos dorados, ojos verde azulado, y la piel blanca y cremosa que me encantaría sentir con mis manos. Si quisieras podrías atrapar a cualquiera tan solo con tus palabras y con esa cálida personalidad los derretirías. Yo soy torpe y perezoso, pero tú eres disciplinada y astuta, mejor de lo que podre llegar a ser nunca.
Lo tienes todo, pero el que no puedas estar aquí a mi lado, hace que algo se retuerza dentro de mi, y es algo que siempre padeceré, pues jamás podré verte frente a mi. Esa imposibilidad me quema, me mata. Eres lo mejor que tengo, pero tal vez no debí haberte creado. Fue culpa de la descarada soledad y la terrible desesperación. No me malentiendas, no me arrepiento, jamás me atrevería a pensar tal cosa, tu lo sabrías, tú sabes todo. Sabes que te amo, y yo se que tu también sientes lo mismo.
¿Cómo puedo traerte aquí? Desde hace mucho ya no me satisfacen las fantasías. Juro que dejare estar solo, encontrare la manera para sacarte de mi imaginación.
En su banco habitual, esperaba cada día a que la hora llegara. Parece que se haya sentido algo niña, a la espera de su amado.
Respiraba hondo una y otra vez, e intentaba mirar con disimulo para evitar quedar expuesta ante la mirada de los otros. Otros, los extraños, los que por suerte aún no significaban obstáculos, sino que iban y venían en un vaivén rítmico al que ya se había acostumbrado y eran parte del mundo que la comprendía
En los distintos días, en los momentos previos a aquella hora esperada, las mismas sensaciones se repetían en una circularidad sin fin ‘como si el aire se espesara, el pecho se comprimiera y los zumbidos desde los oídos la sumieran aún más, en su encierro sin rejas’
Día tras día, Yolanda seguía sentadita en su banco de la plaza López, esperando aquella hora, la hora que él volviera, la hora del reencuentro con su amado, aquél que la rescataría de los distintos monstruos que empezaban a atormentarla, porque su amado todo lo podía, así lo había vivido, así lo había soñado y no había dudas… Y cada vez que se acercaba la hora ‘como si el aire se espesara, el pecho se comprimiera y los zumbidos desde los oídos la sumieran más aún, en su encierro sin rejas’
Yolandita, ¿se te escapó el tiempo?1 ¿Hace cuánto que estás esperando que tu Orlando -tu Ulises- regrese de su epopeya para buscarte?
Mi viejita -antigua guerrera, bastante bruja y muy descosida- ¿preferiste perderte en tu eterno sueño que aceptar lo inquebrantable de su muerte? ¿No pudiste soltar la mano de tu amado -pero quedarte con tu amor- para que así vuelva a funcionar tu Tiempo?!
Yolandita, algo vieja y algo niña, sentadita en su banco a la espera de su amor, esperando a que la hora llegara…’como si el aire se espesara, el pecho se comprimiera y los zumbidos de los oídos la sumieran aún más, en su encierro sin rejas’
Desde pequeños nos enseñan que nuestro primer amor, es esa persona que nos dio la vida, esa persona por la que a día de hoy existimos, por la que a día de hoy escribo estas palabras. Nuestra madre. El amor de madre e hija es el mayor amor correspondido que puede existir, es una eterna deuda con ella. No por ello, debe ser el amor ideal, no por ello es el amor de nuestra vida, no por ello es el más sano, no por ello debemos aferrarnos y permitir. Es un amor difícil, como diferenciar, el mucho con el bien, es mi mayor rompecabezas, paso tanto tiempo pensando en ello, que me pierdo la compañía de ese amor correspondido pero imposible, ese amor que me da la vida y me la quita, como una persona puede darte tanto, y quitarte tanto. Supongo que así es la vida, así somos las personas.
La luna ilumina la piel morena de sus cuerpos fundiéndose en un torbellino de lodo y pasión tras el cañaveral que crece a la margen del río. Del odio de sus linajes enfrentados brotó su amor prohibido, sin imaginarlo, sin comprenderlo, sin buscarlo, con solo cruzarse la profunda negrura de sus ojos. El chasquido de las pesadas botas tronchando las cañas, rompe en pedazos los sueños que sus labios han sellado prometiéndose amor eterno. ¡Deshonra! Ira, represalia. Ruido de balas, sangre gitana.
He escuchado a muchas personas decir que el mundo es muy pequeño. Mi prometida y yo nos casaríamos en noviembre de 1896. Sus padres tenían todo preparado para el mayor de todos los banquetes en el reino unido. La única proeza que tendríamos que atender seria el vestido de mi futura esposa.
Por todo el reino se escuchaba hablar de Elisa, la doncella de los telares. Princesas de la alta sociedad acudían a ella para presentarse en el altar con los mejores atuendos. Así pues decidimos ir 2 meses antes de la celebración. Fué entonces cuando me enamoré. Cuando miré a Elisa una cálida brisa arrulló mi corazón. No tenía una belleza deslumbrante, ni un cuerpo de esos que las demás mujeres envidian. Quizás fué eso lo que me cautivó. La simpleza de su sonrisa, la mirada suspicaz y optimista de sus ojos. Y sus manos, la sutileza con la que movía y articulaba movimientos al medir a mi prometida entorpeció mis sentidos. De su voz prefiero no hablar, pues no hay palabras que puedan describir lo que sentí al escucharla.
Los arreglos del vestido duraron un par de citas, y quien más disfrutaba de los encuentros era yo. En ningún momento cruzamos palabra alguna, pero no cabía duda de que lo que había en mi corazón era amor. Así entre sueños y fantasías se llegó el día en que nos entregó su obra final. La mujer con la que subiría al altar derramaba lágrimas de alegría, mientras mi espíritu se afligía y sollozaba en silencio. Un hombre es grande o pequeño por sus decisiones. Yo había decidido contraer matrimonio y renunciar a ésa promesa no era posible ya en ese momento. Me sentí el hombre más insignificante de toda la historia. Renuncié al amor. Renuncié a Elisa.
Lili tenía solo 10 años cuando se enamoró por primera vez de Caro. Eran compañeras de colegio pero no solían compartir grupo de trabajo, juegos de recreo, ni actividades fuera de la escuela.
Como todos los Viernes, el timbre sonó a las 16.00hs marcando el fin del día escolar y el comienzo del fin de semana. Ese día, Carola y Liliana, al igual que el resto de sus compañeros, esperaban impacientes su turno de cruzar la puerta de salida del establecimiento y de entrada hacia (lo que ellas recordarían años más tardes) como el fin de semana más importante de su vida.
Quizás fue por pura coincidencia, o quizás fue el destino funcionando de formas extrañas, que ese día las madres de ambas niñas se encontraban hablando muy entretenidas. Analía, la madre de Carola, se interesaba por los consejos que Gabriela, la madre de Liliana, tenía para impartir sobre remodelaciones hogareñas.
Gabriela, animada por la conversación, las invitó a cenar esa noche. Lo que Lili no sabía, era que Carola también sentía curiosidad inspirada en ella y que frecuentemente solía darse vuelta en clase solo para notar qué peinado Lili llevaba ese día o si tenía hebillas nuevas.
Todo sucedió rápidamente. Pasadas las 23.00hs, Gabriela fue al cuarto de Liliana donde las chicas habían permanecido unos treinta minutos ya concluida la cena. Al abrir la puerta, se encontró con una escena distinta a la que había imaginado. Las dos niñas se encontraban sentadas frente a frente, ambas con las piernas cruzadas pero con sus frentes rozando, pues por primera vez, ambas descubrían la ternura del primer beso.
Fue el último día que se vieron, a Carola la cambiaron de colegio esa misma semana y Liliana comenzó tempranamente las visitas semanales a la parroquia que habitualmente concurría su madre.
Desde que se despejaran las dudas sobre la posibilidad de colonización del planeta
Próxima Centauri B han pasado veintitrés años y el desarrollo del proyecto más ambicioso
de la Agencia Espacial Europea. Ahora solo unos días separaban a Alejandra de tomar el
vuelo más importante de su vida.
Durante la gala de despedida, que se celebraba en los salones del prestigioso hotel Ritz en
París, el equipo dedicó unas palabras a los presentes. En su turno, miró a Juan, que a su
vez la miraba intensamente desde una de las mesas redondas que compartía con otros
matemáticos.
– Mañana dejaremos atrás muchas cosas importantes. – manaron pequeñas lágrimas
en sus ojos, acumulándose hasta desbordar despacio – Familia, compañeros,
amigos… – en la mirada de Juan había tristeza y en su sonrisa orgullo, y en su mano
una copa de vino, que alzó brindando por ella – Vaya, me prometí a mi misma que no
iba a llorar – sonrió brevemente, y apartando ciertos pensamientos prosiguió mirando
al frente, acompañada por la risa solidaria de la concurrencia. – pero lo que va a
acontecer a partir de mañana y durante los próximos veinte años es irrenunciable
para mi. Para cualquiera de nosotros. Me siento agradecida por estar entre los
afortunados que llevaremos al espacio, en nombre de nuestra especie, a dar los
primeros pasos del que probablemente es el hito más audaz en la historia de la
humanidad..
El planeta azul, su hogar, su mundo, se alejaba muy lentamente al otro lado de la ventana.
No olvidará la imagen de miles de personas ondeando banderas de todos los países del
mundo despidiéndoles.
Al otro lado del módulo, el infinito y oscuro espacio exterior recortado en otra ventana igual y
opuesta, y en algún punto remoto dentro de él, su destino. Y no volvió la vista atrás.
El inicio de la primavera es para muchos el comienzo de una etapa de vitalidad, crecimiento y de amor. Será porque la naturaleza comienza a sacudirse el frío del invierno, los árboles se desperezan y al abrir sus brazos al sol vuelven a poblarse de hojas. Las flores, con su dulce perfume, reaparecen en las ventanas y jardines de todas las casas y la gente puebla las calles con otra energía.
En cambio, cada 21 de Septiembre, Manuel se despierta con el mismo nudo en el estómago, repleto de ansiedad y emociones contrapuestas que sólo ella logra despertarle.
Esa mañana amaneció debatiéndose si debía asistir o no, aunque sabía que no tenía opción. Por más que inventara una fiebre o fingiese una aguda apendicitis, lo terminarían arrastrando de los pelos.
Con el estómago cerrado, apenas pudo darle un par de sorbos al café.
Al ducharse, eligió hacerlo con agua helada. Prefería sentir miles de pequeños puñales golpeando su piel antes que pensar en lo que vendría. Aun así, no lograba callar su mente.
Procedió a vestirse, pero el traje parecía estar hecho de plomo.
El salón quedaba a 3 cuadras de su casa. 300 metros que parecían más largos que el Camino de Santiago.
Cuando las luces se apagaron y la vio salir, se olvidó de respirar. Nunca la había visto tan bella. Su sonrisa parecía iluminar la sala entera.
-Manuel, al escenario -se escuchó por el altoparlante y su corazón casi se detuvo.
Sin quitarle la vista, caminó hacia su encuentro. Al mirarla a los ojos y tomarla de la mano, los dos sintieron esa conocida electricidad de siempre recorrer sus cuerpos. Disimulando, sonrieron y posaron para la foto.
Ambos cumplían 15, pero esa noche, la homenajeada era ella.
Mismo relato, pero con desarrollo y final alternativos
El inicio de la primavera es para muchos el comienzo de una etapa de vitalidad, crecimiento y de amor. Será porque la naturaleza comienza a sacudirse el frío del invierno, los árboles se desperezan y al abrir sus brazos al sol vuelven a poblarse de hojas. Las flores, con su dulce perfume, reaparecen en las ventanas y jardines de todas las casas y la gente puebla las calles con otra energía.
En cambio, cada 21 de Septiembre, Manuel se despierta con el mismo nudo en el estómago, repleto de ansiedad y emociones contrapuestas que sólo ella logra despertarle.
Esa mañana amaneció debatiéndose si debía asistir o no, aunque sabía que no tenía opción. Por más que inventara una fiebre o fingiese una aguda apendicitis, lo terminarían arrastrando de los pelos.
Con el estómago cerrado, apenas pudo darle un par de sorbos al café.
Al ducharse, eligió hacerlo con agua helada. Prefería sentir miles de pequeños puñales golpeando su piel antes que pensar en lo que vendría. Aun así, no lograba callar su mente.
Procedió a vestirse, pero el traje parecía estar hecho de plomo.
El salón quedaba a 3 cuadras de su casa. 300 metros que parecían más largos que el Camino de Santiago.
Con la marcha nupcial la vio aparecer al lado de su padre, y se olvidó de respirar. Nunca la había visto tan bella. Su sonrisa parecía iluminar la iglesia entera.
Esos treinta metros parecieron mil, hasta que sus miradas se tocaron por un instante que se sintió eterno. Allí, ambos sintieron esa misma electricidad de siempre recorrer sus cuerpos. Pero en vez de detenerse y tomarlo de la mano, siguió su camino hacia al altar donde su mejor amigo la esperaba para convertirse en su mujer ante los ojos de Dios, familiares y amigos.
Como todas las mañanas, me levanté de la cama lentamente, encendí el teléfono y caminé hacia la cocina a prepararme el té y me senté en la mesa del comedor a rebobinar todo lo que había pasado en los 6 meses anteriores, cuando decidimos mudarnos a ese apartamento de la calle 57. Marita y yo estábamos recién casados, llenos de ilusiones y escogimos ese edificio, porque la gran mayoría de los inquilinos eran jóvenes parejas como nosotros. La primera vez que vi a José Luis, no lo voy a negar, me atrajo mucho, más que el físico, había algo en la expresión de su cara, que me hacía volver siempre la mirada a él. Vivir en el apartamento del frente y habernos casado el mismo día, fueron solo las primeras coincidencias, nuestras historias eran tan similares, que muchas veces dudé sobre que anécdota pertenecía a quién. En nuestro palmarés de hombre heterosexual patriarcal solo nos habíamos sentido atraídos por una mujer en toda nuestra vida, ¿raro? Talvez, pero era mucho más cómodo mentirnos. Una noche de tragos me confesó que también le atraían los hombres, aunque nunca había estado con ninguno, entonces me sugirió que lo intentáramos y lo hicimos en el parqueadero de edificio, en el cuarto de la basura, aunque el espacio no fue el mejor, el momento fue mágico y me describió la felicidad. Nos volvimos inseparables, hacíamos todo juntos, éramos el uno para el otro sin temor a equivocarnos, nos leíamos el pensamiento, nos complementábamos perfectamente, y lo mejor de todo nuestras esposas tácitamente consentían nuestra relación, ya que de cierta manera, ellas también se oxigenaban de esa relación sin amor, Un día, José Luis me propuso que nos divorciáramos de nuestras esposas y huyéramos lejos, donde nadie nos conociera. La verdad yo no accedí, a pesar de todo, le tenía un cariño muy especial a Marita, mi mejor amiga, la persona que había estado conmigo desde el día 1. José Luis se volvió otro, me perseguía , me llamaba a horas inadecuadas, rompió todos los códigos que habíamos establecido, Una noche, al regresar del trabajo, el edificio donde vivíamos había sido tomado por las autoridades. Un oficial al reconocerme me acompañó a mi apartamento a hacer el reconocimiento de la escena. Lo que hallé fue horroroso. Tanto las paredes de mi apartamento como las del suyo se encontraban cubiertas de sangre, y en cada uno en la mitad de la sala junto un charco profundo. El cuerpo de nuestras esposas. El oficial me entregó una carta en la cual José Luis confesaba el crimen y me pedía perdón.
Aunque fue protagonista del juicio, nunca más volví a hablar con él. Por el periódico me enteré que lo condenaron a cadena perpetua. Cada noche antes de dormir pido a la vida que lo perdone y que me perdone a mí, porque a pesar de todo mi corazón solo será suyo.
El hombre de su vida al principio no le agradaba, le parecía un don juan, pero aquí estaba ella un par de años después segura de que no elegiría a otro para pasar el resto de sus días, porque sabía que lo amaba casi tanto como era amada por él. Sabían que juntos tendrian un futuro muy prometedor, casi perfecto, excepto por el hecho de que cuando estas dos almas predestinadas se conocieron, una de ellas ya tenía más de una década viviendo con su alma gemela, estando casada con alguien a quien jamás amaria como amaba al hombre de su vida y definitivamente alguien para quien ella era la mujer de su vida.
Correspondido, merecido, imposible, prohibido…
Comenzó despacio, como con esa expectativa de carro de montaña rusa subiendo: ansiedad, el corazón acelerándose, pensando varias veces si eso que sucede es cierto.
Los sentidos adquirieron todos la habilidad del tacto, de las palabras… las miradas acariciaban, los gestos hablaban, apenas un roce de nuestras manos generaban una catarata de ilusiones, de emociones, donde creíamos que todo sueño era posible.
Construimos un mundo paralelo donde transitamos, teníamos nuestra biblioteca, compartíamos cada horario, intentábamos concentrarnos hasta lograr estar ahi unidos.
Un día nos dimos cuenta que ni siquiera de ese mundo queríamos separarnos, que nuestras almas permanecían abrazadas, pero en la realidad de cada uno estábamos ausentes… debíamos volver y estar, vivir y seguir. El amor a veces no es suficiente para vencer la cobardía.
Mi media naranja la encontré en una viña –
El primer segundo de verte comprendí cómo se sienten las piezas del puzle completo. El segundo homónimo medía el peso de mi suerte. El tercer segundo había renunciado a mí misma por amor. El cuarto segundo que te percibía resultó ser una terapia electroconvulsiva. Durante el quinto ya sólo escuchaba mi corazón. En el sexo nos conocimos, y en el sexto también, donde sentí la fusión de nuestras esencias. En el séptimo tuve que borrar del diccionario la palabra “sexo” para que el registro de mi presentación no fuese una tonalidad aguda. El octavo expandió la medida del ‘segundo’ al mirar tu largo pelo, tus ojos rasgados y tu amplio pecho, que me hacía obviar el hecho de que existía alguien más en el mundo. Sacudí mentalmente mi cabeza durante el noveno, para no retroceder 3 segundos, y perder otros valiosos 9 antes de conocer tu nombre. El décimo segundo fue una gran dosis de cocaína que aceleró bruscamente mis pensamientos, arrollando el ritmo de los latidos que golpeaban con brío mi pecho. Once posibles fracasos se me ocurrieron hipotetizando sobre el sonido de tu voz durante el 11º aniversario de los segundos que celebraban el descubrimiento de tu existencia. Al acercarme peligrosamente a la zona de no retorno de tu zona de confort en el segundo 12, ya había imaginado cómo sería la percepción estética en tercera persona de nuestra foto de bodas. En el segundo 13 mi mente ya había configurado los distintos patrones de la dinastía que engendraría para mi rey. El segundo 14 fue maldecido con el naufragio de mis ojos en el océano de la multitud, por la blasfemia feminista que realicé en el 13º. En el segundo 15 ambos nos arrepentíamos de no haber tenido el valor de creer en las leyendas de amor.
Querido Mario:
Con el más profundo de los dolores te digo que estoy hoy tiene que terminar. Hemos trabajado en esta relación por años. Nos hemos encontrado y desencontrado miles de veces, pero hoy me tengo que ir. Recuerdo el primer día que me hablaste en la cafetería hace 4 años. Quizás ese hubiera sido el momento ideal para nosotros, pero no lo aprovechamos. Estuvimos dando vueltas, indecisos por nuestros sentimientos, nos alejamos un tiempo cuando yo conocí a Hector, luego volví a buscarte, pero vos ya estabas casado con Emilia. Esta ultima vez que nos encontramos, luego de varios meses de distancia y silencio de ambas partes me movió el piso como la primera vez. Me hablaste de una conexión real ¿recuerdas? Yo también la sentí, aunque cuando lo mencionaste te dije que estabas loco. Perdón por eso. Perdón por subestimarte y subestimarnos. Quiero que sepas que voy a estar profundamente enamorada de vos por el resto de mi vida, pero me tengo que ir. Te escribo este e-mail desde mi cama, estoy tapada hasta las orejas, con un pijama de gatitos y la música de Sin Banderas suena a todo volumen. No paro de llorar y dudo que pueda en algún momento cercano. Mañana sale mi vuelo que me lleva a otro país, a otro continente y por eso me tengo que despedir. Las oportunidades como estas no se pueden dejar atrás. Me hubiera gustado que vengas conmigo, que dejes todo acá y corras hacía a mí, te hubiera dicho que si mil veces, no como aquella vez en el hotel, que te escapaste de tu esposa y me dijiste que me querías a mí, que querías casarte conmigo. Pero ahora tienes una hija y aunque ya no estés casado, la niña necesita a su papá. Me tengo que ir Mario y te tengo que dejar. Fuiste el gran amor de mi vida, de eso no hay duda. Trata de no ponerte mal, porque cada vez que vea una estrella voy a pensar en una de las ultimas noches que pasamos mirándolas. Eres mi gran y verdadero amor. Hasta siempre Mario. Y aunque nunca me anime a decirlo, te amo hoy y siempre.
Las viejas mantas que en noches interminables menguaban el sonido de mi desesperación y secaban el dolor de mi alma, ya no serían mías, me hubiera gustado que fuera antes, pero ni aún 6570 días fueron suficientes para encontrarte; a mí, simplemente no me dieron esa la opción. Los que creo eran tus libros, tu oso de peluche y una carta con letra y ortografía incorrectas que explicaban la razón de estar aquí, aún seguían conmigo… desde el día en el que indefenso, llegué a las puertas del único mundo que conocía y que en contadas horas me sería arrebatado. Mis hermanos y hermanas, docenas de ellos, tiempo atrás fueron desapareciendo, salieron de la neblina que nos rodeaba, misma que nos aislaba del mundo exterior para así protegernos de él; o al menos hasta que ella encontrara a los indicados y nos rescataran.
Ella, tras cuidarme todo este tiempo, me exigía que me saliese de su interior, y yo, entendiendo el porqué, con melancolía y dolor, acepté, pues mi tiempo límite había llegado. Salí de aquel edificio que por años fue mi hogar, de aquella habitación en la que mis hermanos, mis hermanas y yo jugábamos hasta el cansancio, y de aquellos pasillos en donde para siempre quedarían impregnados nuestros recuerdos. De un beso sentido me despedí de quien fue como mi madre durante mi tiempo en este lugar (en donde ‘ella’ me dejó al nacer), fue ella quien me dijo tu nombre y me dio tu dirección, incluso cuando por poco le cuesta su trabajo.
Fue así como di contigo, con los cientos de artículos que subiste a redes sociales y las denuncias que impusiste en contra de ‘ella’, todo con tal de recuperarme; di con los videos en donde tu dolor se veía exactamente como el mío y con las cartas que me escribiste y nunca me llegaron.
Hace poco llegué a tu casa, en donde una niña bastante menor que yo y una mujer me recibieron. Fue la mujer quien me contó tu historia, el resto de ella, me contó sobre cómo la enfermedad te quitó poco a poco la energía, cómo la esperanza de encontrarme fue desvaneciéndose junto con la luz de tus ojos, y sobre dónde yacían tus ya tan cansados restos.
Esta carta te la escribo a ti, papá… y aunque sé que no la puedes recibir, y que no hay forma humana de enviártela, hoy, tras tantos años de anhelar conocerte, por fin supe que me amabas tanto como yo a ti, y que ni el orfanato ni mi mala madre biológica fueron capaces de separarnos.
Título: Viejo, mi querido viejo.
Autor: César Gómez
Pdt: Conozco la extensión máxima que se supone que el texto debía tener, pero este chico no paraba de insistirme en que contara su historia tan extensa como en verdad era.
Tan solo fue un segundo, pero menudo segundo. El mundo se detuvo, las manecillas no se movieron, las mariposas retuvieron su aleteo para permitirnos disfrutar de esa eternidad camuflada en forma de segundo. Nuestras pupilas se unieron por un fino hilo invisible a cualquier otra persona. Nuestros corazones se sincronizaron para dar el mismo latido. Su nombre, ese que desconocía, apareció en mi boca, aunque no salió de ella. Esos ojos azules se convirtieron un mar en el que me sumergí y me dejé llevar como si las olas me mecieran cual bebé. Contuve mi aliento porque sabía que en el momento en el que saliera de mí, el tiempo volvería a correr y se llevaría aquel precioso momento que me hacía volver a sentir algo dentro de aquella pesadilla. Pero el tiempo es enemigo de todo ser viviente y, desde aquel instante eterno, le odio, desde que se la llevó a la cámara de gas, desde que se rio de mí de aquella poética forma.
Todo comenzó con un me gusta a mi foto de las vacaciones en Disney. Después de tantos años sin saber nada de ella, desde el último año de la universidad si recuerdo bien, un día cualquiera me la encuentro en una red social dándole me gusta a la foto más ridícula, una en la cual estoy con un gorro de orejas de Mickey, que alguna vez he publicado.
— ¿Como estas? ¡Tantos años sin saber nada de vos! Pregunte por mensaje directo sin perder tiempo.
—¡Hola Pedro! ¡Qué alegría saber de vos! Cuando vi tu perfil, no lo podía creer, ha pasado tanto tiempo y te vi tan cambiado, que me llevo tiempo reconocerte en las fotos. Respondió ella dejando notar en sus palabras que los años no habían sido benévolos conmigo.
Mensaje va, mensaje viene, nos hemos pasado los dos últimos años charlando casi a diario. Hemos compartido nuestros éxitos, pero mayormente los fracasos de nuestras vidas que fueron por caminos tan distantes. Hablamos sobre sus peleas con su esposo y mis peleas con mi esposa. La escuela de sus hijos y de los míos. Como se siente levantarse cada día y cumplir con las obligaciones en las cuales nos hemos embarcado por decisión propia y hoy es tan difícil bajarse. Como los preceptos sociales y la moral aprendida de nuestros oxidados padres nos han impedido convertir los sueños de una vida juntos en realidad. Este sentimiento fue creciendo en contra de la razón. Casi sin darnos cuenta ella se convirtió en el viento fresco que da aire a mi sofoco diario. Hay días que pienso que esto es tonto que no vale la pena alimentar algo que nunca pasara. Pero la mayoría del tiempo, sigo soñando con vivir otra vida que me espera del otro lado del Atlántico.
Vuelvo atrás en el tiempo, vuelvo a aquellas canciones, vuelvo a ser la que era, la que amaba con aquel amor adolescente lleno de entregas y de renuncias. Jamás volví a querer entregarme tan completamente. Veía tus defectos y tu falta de amor hacia mi aunque me dijeras lo contrario, pero yo estaba dispuesta a aceptarte tal y como eras y creía que el amor que te tenía era suficiente.
No te culpo, tu eras otro adolescente en busca del amor y la vida. Fue un amor hecho de idas y venidas de desacuerdos, malos entendidos, distancia, y prejuicios sociales.
Hoy, con el paso del tiempo y después de haber amado en plenitud, entiendo que estábamos enamorados del amor, que nunca te conocí con el alma, que nunca fuimos uno, aunque cuarenta años después y como dice la canción , aún“ tu nombre suena en los latidos de mi corazón”.
Lo tuvimos, por pequeños instantes lo tuvimos.
Era una tarde gris, cuando una oveja
Salió de su corral en la colina
En el linde del bosque ya la espera
Un lobo con el hambre en las pupilas.
Ella que nada sabe va sin prisas
Él sin nada que hacer se pone a verla
Ella adorna con flores sus pezuñas
Él se olvidó del hambre que le aqueja.
Se acerca lentamente el cazador
Baila en el pastizal la pobre presa
Más al ver sus pupilas el ladrón
Sintió que iba perdiendo la cabeza.
Y se apoya en el suelo derrotado
Su imagen en la mente no lo deja
Que agonía, la del lobo enamorado
La del lobo enamorado de la oveja.
Ella siente su respiración
Y al darse la vuelta ve sus ojos
Piensa en huir más no ve solución
Y aterrada cae al suelo en hinojos.
Él poco a poco borra su temor
Y le jura que nunca va a dañarla.
Ella le hace caso a su corazón
Y pasean juntos por la montaña.
Ella vuelve al corral junto a la aurora
Él se queda mirando tras la reja.
Que agonía es la vida de la oveja
De la oveja cuando el lobo la enamora.
Él junto a la manada cada noche
Sueña despierto con su compañía
Ella en su rebaño con reproche
Lamenta que sean tan largos los días
Al atardecer se escucha un aullido
Cargado del amor que le profesa
Ella corre con paso decidido
Y al llegar frente a frente ellos se besan.
Su manada le advierte que es pecado
El ponerse a jugar con la comida
Mientras el rebaño preocupado
le piden que no tire así su vida.
En una cueva se ve una pareja
El tiene pelo y ella blanca lana
Que milagro cuando un lobo y una oveja
Un buen día se confiesan que se aman.
Hermoso.
Lo había visto de nuevo. Sus manos tocaban mi rostro. Sus labios humedecidos besaban mi frente. Sus brazos me rodeaban cada cierto tiempo. Y yo era feliz. Él me amaba y antes de besar mi boca, me despertaba.
Me había acostumbrado a ese momento repetitivo que nunca llegaba a su final feliz. Ya había pasado un año desde su muerte. Todavía no podía creer que ya no estaba.
Aquella vez, cuando lo ví por última vez. Estábamos abrazados. Y como había hecho en otras oportunidades, aprovechaba esos momentos para escuchar el latido de su corazón, para oler su aroma.
Para mí era importante concentrarme en cada detalle de su vida. Al concentrarme era más sencillo para mí sentir que estaba conmigo aunque no estaba presente. De la misma forma hacia con sus besos, lo besaba y me concentraba en siempre recordar el roce de sus labios, sin embargo no podía revivir ese momento en aquel sueño.
¿Se puede amar tanto a alguien que ya no está? Sí, yo lo amo como hace un año. Hay nostalgia en mi corazón, él me amaba y lo hacía con todas sus fuerzas. Había encontrado a ese amor correspondido, pero me era imposible estar a su lado.
Corría el año 2019 y a mis treintaitantos no había tenido la oportunidad de saborear las mieles de una relación de pareja. Así que opte por usar por primera vez una aplicación de ligar por Internet. De repente me encontré con una amplia variedad de aplicaciones y, al no saber cuál elegir, busqué información en Internet. Después de comparar varios artículos opté por la aplicación que tenía más usuarios. Al registrarme lo hice sobre aviso porque en esos artículos decían que en esas aplicaciones de cada 5 personas: 4 son hombres y 1 es mujer. Así que tienes que tienes que hacer una criba.
La criba que yo usé fue la de cercanía y lo tomé tan en serio que acabé eligiendo a un vecino de mi bloque de edificios. Estuvimos unos 6 meses hablando por mensajes hasta que decidimos quedar. Ya desde el principio veía que éramos muy diferentes: él escribía acortando palabras y con miles de faltas de ortografía y yo en ese tema soy un poco especial porque me encanta escribir bien siempre. Pero lo dejé estar y seguimos hablando.
Pasado ese tiempo, por fin, quedamos físicamente. Primero una vez y luego ya varias con visita al cine en una ocasión. Vimos una película que él quería ver de superhéroes que era aburridísima. Pasaba el tiempo y yo seguía viendo que éramos totalmente diferentes. Él con fobia social y yo que me registré en la aplicación de citas para conocer gente nueva y quizás enamorarme. Yo con inseguridades por ser mi primera relación de pareja y, siendo sincera, con nula atracción sexual entre nosotros.
A pesar de todo esto, estuvimos viéndonos y saliendo como pareja durante ocho meses. Por último, no me arrepiento de este amor correspondido pero imposible aunque no sepa cómo será mi futuro amoroso.
Recuerdo tu aroma, la firmeza de tu espalda que medí palmo a palmo, como se perdía tu mano bajo mi vestido, las tardes, las conversaciones, los besos, he olvidado las palabras de nuestra primera declaración de amor, pero recuerdo el temblor de tu cuerpo tras el primer beso y el primer abrazo, las sonrisas cómplices a la distancia en público… nos volvimos expertos en escapar de la mirada del mundo. Nuestros mejores amigos: el tuyo y el mío jamás nos vieron antes ni después tan enamorados y después tan devastados. Los cánones. Hicimos el mismo viaje por distintos caminos, deseaba encontrarte y cuando te tuve de frente por fin el mundo entero desapareció, quise correr a abrazarte pero había tantas personas alrededor… te quedaste paralizado lo mismo que yo, mirándome hasta que la ola de gente nos empujo a distintos sitios. Los benditos cánones. Tu mirada me buscó hasta encontrarme, lo sé porque no te perdí de vista, te acercaste y nos vimos fijo, de frente, pero no podíamos hacer más. Ahora mismo nada puede hacerse. En la oscuridad del camino me hablaron de tu dolor por mi ausencia y yo dejé entrever el mío. Los cánones, los benditos cánones. Ahora mismo vengo a hurtadillas a traerte flores, escondida entre la penumbra porque aún tu tumba me estaría prohibida, los cánones, los benditos cánones que nos separaron y por los que debo dejar tu santa memoria intacta, mi amado… sacerdote.
Jimmy y Amelia eran amigos en la infancia, de los mejores que había. Pero un día, la familia de Jimmy se mudó; habían trasladado a su padre.
Hace tres meses, se reencontraron. Él iba caminando por la calle cuando de repente ella lo envistió con su bici debido a que se le habían estropeado los frenos. Fuera el destino o simplemente una fortuita casualidad, sus caminos se juntaron de nuevo.
De ahí a poco tiempo comenzaron una relación y se fueron a vivir juntos poco después.
Desafortunadamente, el destino jugo una carta cruel cuando al mes de vivir juntos Jimmy recibió una terrible noticia; estaba padeciendo una extraña enfermedad sin cura, cuya meta final era la muerte. Esa maldita enfermedad se lo llevaría como muy tarde en un mes.
Jimmy no sabía qué hacer. Estaba desahuciado, eso estaba claro, pero tenía que decidir si debía contárselo a Amelia.
Por el momento guardó su secreto, pero no fue por mucho tiempo ya que a las dos semanas comenzaron a aparecer los primeros síntomas de la enfermedad: fuertes mareos, perdida de visión, tos con sangre… pero la cosa iría a peor, y Jimmy lo sabía.
Una noche, se arma de valor y decidió prepararle la cena a Amelia. Al terminar de cenar le contó lo que estaba sucediendo. Según lo escuchaba, las lagrimas se amontonaban en las mejillas de Amelia, que no pudo evitar romper a llorar, y con ella, también Jimmy.
Tras muchas lagrimas, se fueron a dormir juntos, por última vez. A la mañana siguiente, Amelia se encontró el cuerpo sin vida de su amado.
Amelia pronto comprendió lo que había pasado. Jimmy se había envenenado antes de acostarse. Él no quería que nadie lo recordara enfermo, sino como él siempre había sido.
Desde entonces, Amelia recuerda el gran amor de su vida, que a pesar de que fue imposible, se convirtió en eterno en el fondo de su corazón.
Era todo un reto escribir por encargo…
Aun así, su trabajo era el mejor del mundo, y esta vez tenía que plasmar aquello que no sabía de qué manera se acomoda en los patrones universales.
Había mucha gente por allí diciendo en redes sociales que el amor imposible es el negativo y el que duele; el lejano e injusto. Sentimientos fáciles de abordar. Simple cotidianidad.
Sin embargo, ese día, cuando las venas de ese autor confundido respiran en la misma dimensión que ese alguien que está distante, prefiere conversar con Mech.
– No es casualidad. Ojalá fuera un invento de la imaginación. Es cierto Mech. Por las noches el corazón palpita fuerte y no soy yo quien lo dirige. Las madrugadas llegan antes que el descanso y los días, no los vivo. Los maniobra el interior. Lo que me pertenece y le pertenece. Jamás hubiera imaginado que el amor existe. Y nunca me habría asomado a saber de él bajo la advertencia de que está condenado a la distancia, a no ser; y, lo que es peor, a no destruirse.
– ¡Vaya! Quién imaginaría escuchar ese discurso de alguien como tú. Lo único que puedo decirte es que mientras haya vida en ti, toda posibilidad existe. No hay carrera marcada ni sucesos infranqueables. Todo va y viene con ritmo, y ese lo acomodamos nosotros con acciones. Es cierto que primero sentimos, como te sucede ahora, pero tienes dos caminos: te quedas con la sensación de falta ansiosa de la que me hablas, o vas por el movimiento sano de la valentía que aborda lo que quiere en verdad.
Cómo puede fingir tan bien, bebe el té como si yo no estuviera, su mirada apacible, su tierna voz, nada en ella cambia cuando estamos rodeados de gente; en cambio yo, no puedo tan siquiera decir una simple frase sin que me tiemble la voz, mis manos sudan y un deseo incontrolable me quema por dentro.
Pero me toca esperar y conformarme con nuestros encuentros furtivos, plagados de placer y culpa. Y cada noche el remordimiento crece y no me permite dormir y me pregunto ¿ Cuánto tiempo podré ocultarle a mi amiga que me enamoré de su madre?
Lo veo marcharse, veo cómo se va deslizando sobre la palma de mi mano. Noto un sentimiento nuevo, siento que una parte de mí se ha ido, que me he dividido en dos. No pensaba que sería tan fuerte , no puedo ni forzar la sonrisa para quedar bien, me quiero ir a mi cuarto a llorar y desahogarme, quiero gritar. Tengo ganas de vomitar, de pegar al cojín, de romper cosas.
¡Quiero que esto se acabe ya! Quiero que estos pensamientos que me entran como flechas en la cabeza se marchen, no los quiero volver a oír. Por eso os digo adiós
Querida Lisa:
La parte de querida es completamente formal, no eres alguien del todo desagradable, pero lamento cada segundo que estuve a tu lado. A veces una decisión fácil nos define, nos acurrucamos en nuestra zona de confort y dejamos que la vida pase. Nunca fuiste ¨la mujer de mis sueños¨ cómo te hice entender, en realidad era una frase pegajosa que jamás pude dejar de repetir desde que me enseñaron a tratar a las mujeres. Fueron tantos los momentos que desperté mientras dormías, contemplándote, queriendo marcharme sin recoger mis cosas siquiera, pero luego el frío de la noche y la pereza siempre lograban disuadirme. Ni un solo ¨Te Quiero¨ me salió del corazón, en todos tuve que actuar, pensé que lo descubrirías, pero eres tan ingenua que nunca lo notaste. Todos los detalles que te hacía, en realidad los veía en internet, pues eran gestos incapaces de nacerme. Las lágrimas que derramé cuando, apretada contra mi pecho, me dijiste que nunca habías amado a nadie como a mí, eran de risa, pues no podía creer que existiera alguien como tú. Los desayunos a la cama con que te sorprendía a veces eran puras manipulaciones, los poemas que te dediqué en realidad los hacía pensando en otra. Ese día, que frente a todos en la plaza me arrodillé ante ti y te pedí que fueras mi mujer, que no había nadie en el mundo más especial que tú…
-Paró de escribir de pronto, las lágrimas lo segaban, estrujó la misiva entre sus manos y se quedó contemplando a su perro Sam-
Maldito corazón cobarde, ni para eso sirve, solo quedan 15 días Sam. Menos mal que los perros no saben cuando van a morir. No me mires así Sam, es mejor de esta forma, ella es una mujer de verdad.
Las palabras no me alcanzan para describirte. Eres la creación perfecta, sé que lo eres. Te veo y sé que no existe nadie más. Me ves y no lo puedo creer, me notas. Estamos los dos juntos aquí, existiendo. Todo es tan natural, es mutuo. Bailamos juntos, reímos, nos encontramos en el otro. Pasa el viento y el tiempo corre de nuevo; nos separamos. Fuimos como el viento y la hoja, como la luna y el sol: predestinados a encontrarse eternamente, a bailar juntos, a descubrir el éxtasis de la existencia por uno de esos breves momentos en que se reconoce a sí misma. Fuimos, para no poder ser: como el viento y la hoja, como la luna y el sol.
Podría parecer que fueron sus katiuskas rojas, colocadas con precisión en el centro geométrico del aula. Y quizás lo fueran, pero no tan solo, en cualquier caso.
Los profesores de la asignatura necesitaban ayuda para cuidar el examen de Teoría de la Comunicación y él acababa de incorporarse a la universidad, lo que lo convertía en el voluntario perfecto para labores de investigación avanzada de este calado.
Ella tan sólo reparó en su camisa azul, remangada cuatro dedos por debajo de su codo, y su reloj clásico de correa marrón, minutos después, una vez concluido el último vistazo de reafirmación a sus apuntes.
Durante los noventa minutos siguientes, la mirada de él sobrevoló las cabezas inclinadas de los alumnos, forcejeando para evitar una y otra vez aquellas katiuskas rojas. Los ojos de ella volvían precipitadamente a su examen cada vez que se descubrían clavadas en las mangas azules y la correa marrón. Nunca se cruzaron, pese a la simetría de su baile inconsciente.
Dos años después, ella entró en el aula de Redacción Periodística. El profesor escribía en la pizarra mientras los alumnos terminaban de elegir asiento; camisa a cuadros remangada cuatro dedos por debajo del codo, reloj clásico de correa marrón. Apuntó su nombre y despacho antes de que él se volviera a la clase y la viera cinco metros a la derecha del centro geométrico del aula, zapatillas blancas y, sin embargo, perfilada nítidamente sobre un fondo informe.
Ninguno de los dos recuerda con exactitud cómo comenzaron a verse cada vez más a menudo. Quizás unas primeras tutorías en el despacho; tal vez tras coincidir en el semanario de la facultad en el que ambos colaboraban.
Él le habló de la profesión, de la necesidad de trabajar de periodista para convertirte en periodista e incluso en profesor de Periodismo, ¿cómo enseñar lo que nunca se ha ejercido?, de la renuncia a una carrera literaria que nunca consiguió tomar vuelo por conseguir la estabilidad necesaria para formar una familia con su mujer, de las decisiones y avatares que configuran una vida. Y ella se vio en él, quince años adelante.
Ella le habló de su aspiración a convertirse en corresponsal en el extranjero, de su temor a no conseguir dar formas complementarias a las distintas facetas de su vida, de su profunda pasión por la palabra escrita, por la palabra bien escrita. Y él se vio en ella, quince años atrás.
La carrera concluyó y sus encuentros se hicieron más esporádicos. “Mañana tengo hueco para un café.” “Perfecto. ¿Te acercas a la facultad?” “Hecho. ¿A las cuatro?” “Cuatro y diez”. Ella llegó envuelta en un torbellino de palabras que se atropellaban en vertiginosos vaivenes, de la falta de ortografía de la primera prueba de sus invitaciones de boda al nuevo editor de la revista y su empecinamiento en eliminar sus tildes diacríticas. “¡No lo soporto! Te juro que voy a arrancarle el lápiz… ¡Usa lápiz! … y le voy a poner una tilde en…” Calló. Su mirada se había detenido en la correa marrón para, desde allí, ascender hasta los ojos de él. “Alguna vez pudo llegar a ser real?” “Siempre ha sido real… con quince años de desfase”.
Nieve en verano, parecía imposible.
Lluvia en el desierto, parecía imposible.
Calor en el ártico, parecía imposible.
Que las aguas se sequen, parecía imposible.
Tenerte en mis brazos, parecía imposible.
Perderte dos veces, parecía imposible.
Parecía. N
Mi Leonora, hija del África negra, ¡qué andares se gasta, la muy felina!
—Leonora, ¿tú me quieres? —le pregunto enamorado.
—Sí Manuel, pero… —me contesta Leonora, de cinturita imposible y de largas piernas, que turba mis sueños y concentra mis anhelos.
—Leonora, ¿tú me amas?
—Sí querido, pero…
—Ay mi Leonora —prosigo—, son tus ojos dos grandes soles que alumbran un pequeño y desolado planeta, brillantes estrellas que marcan mi rumbo. Me gusta pegarme a tus labios y ahogarme entre los néctares de tu boca. Me gusta fundirme contigo y sentir el ébano lustroso de tu piel. Oye, y tú, ¿me quieres, Leonora? —le pregunto en un susurro.
—Sí, Manuel, pero…
—Anhelo, Leonora, entonar contigo los melancólicos ayes en las tardes amargas. Quiero compartir contigo las risas festivas en los tiempos dichosos. Aunar el silencio en las horas tibias… Y tú, ¿lo quieres?
—Sí, mi amor, pero…
—Qué sortilegio pronunciaste, qué hechiceras palabras cautivaron mi aplomo y mi voluntad. Tú lo eres todo para mí… ¿lo sabes?
—Sí Manolo, pero… ¡maldito el día en que te uniste al Ku Klux Klan!
La lluvia cae con fuerza tras los cristales. La chimenea crepita. Eva sostiene entre sus manos una taza de café de la que emana una ligera columna de humo. A su lado, Sabina, sorbe lentamente el líquido de su respectiva taza. No hablan, solo se miran queriendo retener en sus retinas cada instante de la que han jurado que es su última vez.
Eva suelta su taza en la mesita y se arrastra por la alfombra hasta alcanzar el sofá donde está sentada Sabina y la atrae al suelo junto a ella. Allí, se devoran, se desgarran las ropas, se unen con fiereza hasta quedarse sin fuerzas.
Abrazadas en el suelo consumen las pocas horas que les quedan antes de volver a la realidad.
Suena un teléfono:
– Dime, Julio.
– Sabina, ¿estás con Eva?
– Sí, claro. Te dije que iba a pasar la tarde con ella.
– ¿Se lo has dicho ya?
– No…
– Pon el manos libres y se lo digo yo, que quiero escucharla gritar de emoción.
Sabina enciende el altavoz del móvil.
– Ya.
– ¡Eva!
– Dime hermanito.
– Vas a ser tita.
Los gatos.
El más pequeño maullaba debajo de la mesa, mientras el grande rasguñaba las sillas. La mañana estaba fresca y el aroma del café invadía la habitación. Afuera una mujer corría junto a su perro, mientras otra caminaba apurada. La ventana era grande. Bastec, la gata, rasguñó suavemente mi pantalón por atención,
Debes tener el alma buena para que mis gatos te quieran; luego sorbió de su taza el café con leche.
La noche inmediatamente anterior, Ronny – el gato – se había acomodado encima de su entrepierna y celosamente miraba cómo tenía en su abdomen mi rostro. Su brazo, que cubría mi espalda, sutilmente alcanzaba a la cola de Ronny. Ellos, los tres, me analizaban. Los gatos durmieron. Y en la mañana Bastec y Ronny maullaron, sin reclamar espacio:
– ¿cómo amaneciste?
– Bien, durmieron encima mío toda la noche
– Mientras te acostumbras a los gatos.
Nos miramos a los ojos como si fuéramos a ser algo.
Como si los astros fueran capaces de alinearse para hacer posible un amor que aunque es correspondido,
imposible.
Como si todo lo que nos separara fuese no más que una sabana blanca,
raida por el uso y amarillenta por su antigüedad.
Igual a la de tu estudio en la avenida,
la misma que llenaste de pintura,
cuando remodelaste el lugar porque no me gustaba el blanco estéril que cubría las paredes y que luego esa noche cubrió nuestros pecados.
Nuestro pequeño mundo,
diseñado por ti,
para nosotros,
para que las personas no nos miraran cuando caminábamos por la calle.
Para que cuando tú te fueras a las seis de la tarde yo me quedara en nuestra burbuja, esperando que regresaras de nuevo a las nueve de la maña,
con el desayuno en la mano y la marca del anillo de bodas en tu anular derecho.
Somos algo,
Somos pecado,
Somos mentiras.
Somos nada.
Lo nuestro era imposible, yo era la única que luchaba por que nuestra relación saliera bien, tu me decías que me querías mucho, pero no ponías de tu parte. Me veía venir el final, todo lo bonito del principio se fue esfumando a medida que pasaba el tiempo, cualquier cosa que hacia, para ti estaba mal, ni los detalles que te hacia te gustaban. Me decías que no te contaba nada, pero tu me mentías Ya no me cogías de la mano cuando salíamos por la calle, no notaba tu amor. Siempre mas pendiente del móvil que de mi. De llegar del trabajo y verte sentado en el sillón con el en la mano, de ver que recibías a través de tu mail muchos mensajes de mujeres, y me mentías diciéndome que no les decías nada, y yo callaba, callaba porque te quería.
Pero al final te diste cuenta de que lo nuestro ya no iba a ninguna parte, que tu ya no me querías, pero a mi me dejaste al borde de una depresión, porque no me veía bien, porque me habías hundido a pesar de lo mucho que yo te había querido. Mi autoestima cayo por los suelos, y todavía a fecha de hoy, intento recuperarme, y a pesar de todo lo que paso, sigo queriéndote y echándote de bueno. Pero si algo tengo claro, es que no quiero un amor como este, con una persona narcisista, que solo piensa en el, y no en como puede estar su pareja.
Solo espero que te vaya bien con la persona que estés ahora, y que no la destroces como me hiciste a mi.
-Un café con leche para él, un café solo para mi- dije sin mirar al camarero de siempre.
-¿Lo ves? Si es que hasta sabes como me tomo el café, no entiendo porque tenemos que hacer esto…- Su mirada de perrito abandonado acompañaba a un pequeño puchero. Odio cuando hace eso.
-¿Quieres dejar de hacer eso? Ya lo hemos hablado, pero por mucho que queramos…-
-¿Ves?-me cortó rápidamente mientras zarandeaba el sobre de azúcar- Si no queremos entonces no tenemos que dejarlo aquí…-
-Deja de mirarme así, que pongas esos ojos no quita que no podamos seguir juntos- Amargas, así sabían mis palabras mientras me manchaba los labios con la crema del café.
-Yo tampoco quiero, pero vivimos en esta isla, era algo probable que pasara en el momento que nos conocimos- Volví a insistir, él miraba hacia su café girando la cucharilla muy lentamente, rodeando la taza haciendo sonar el rascar de la cuchara con la cerámica.
-¿Y si esa aplicación se equivoca? Dicen que siempre hay una probabilidad de error- Alzó la mirada, ese pequeño brillo de esperanza para que aceptara esa absurda idea.
-Vamos a ver, ya sabes lo que ocurre en esta maldita isla. Podríamos vivir en Londres donde no suele ocurrir que en la discoteca de tu ciudad te enrolles con algún primo desconocido.
-Pero…-
-No, la endogamia no es algo que pienso discutir- Golpeé con el pequeño vaso vacío en la mesa- Fue bonito, ojalá no hubiéramos revisado nuestro parentesco en esa aplicación.
Me levanté antes de que volviera a mirarme así y me arrepintiera. Maldita Islandia, no vuelvo a salir de casa.