Propuesta 34 – Taller de CREATIVIDAD LITERARIA

taller-de-creatividad-literaria-34En esta propuesta debéis escribir un texto de no más de 1.500 caracteres sobre lo que os sugiere la imagen del mar que veréis debajo de estas indicaciones.


Recordad que para contar los caracteres de un texto, podéis usar el menú Herramientas de Word o cualquier contador de caracteres en línea como estos:

 

 


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Imagen para la Propuesta 34.

propuestas de escritura - sobre el mar

El libro de mi creatividad literaria

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  7 comments for “Propuesta 34 – Taller de CREATIVIDAD LITERARIA

  1. Azul Bernal
    8 octubre, 2016 at 05:02

    Arrojando tu nombre a la resaca de desiertas playas, columpiando en mi balcón una gardenia, caigo de rodillas ante la vida, pues tu presencia me ha devuelto la ruta. Va y viene el mar, así como han sido tus andanzas en mis días. Yo playa firme que permanece siempre, tu… Oleaje que se distancía, que se va, que regresa. Yo la inmensidad acariciada por tu espuma, tu la profundidad que revienta sobre mí. Sólo a la distancia el horizonte nos unifica, pero aquí, frente a frente, la eterna danza de tu lejanía, de tu cercanía, se repite sin cesar. Caminamos sin dejar huella, con la piel erizada por el viento. Tus aguas nos mojan los cimientos, mis cristales frotan los pies. Te he amado desde al agua oceánica del vientre, me has amado con los vendavales de tus senos. Soy, eres, somos. Somos ante el mar, en el mar, bajo el mar. Corremos en la arena, amamos en la arena, bailamos frente al mar.

  2. Narradora de Cuentos
    8 octubre, 2016 at 11:33

    Acompañada de la soledad y el oleaje, rememoró a través de la luz filtrada entre las nubes, sentimientos que impregnaron mi piel respirando la bella Costa Atlántica Africana.
    La mezcolanza de la serenidad y bravura de las aguas, de la nitidez y pureza de los cielos, de la inmensidad y liviana belleza del retiro…
    Me inunda la nostalgia, deseo dejar ir mis pies zigzagueando entre tus olas, abandonar la retina desdibujada, en el abanico de tonalidades de tus atardeceres, y dejar sentir de nuevo, la tibia calidez del abrazo de tus aguas.
    Entre el vaivén de mis emociones, asoma en el recuerdo el sonido de la naturaleza de tu lenguaje, rasgando la inmensidad del silencio…
    Las plantas de mis pies se enraizan soñadoras de nuevo, en la fragilidad de tu finísima arena. Vuelvo a sentir el suave frescor de la incesante brisa, con su aroma dulzón impregnando mi ánimo, de tu abrumadora presencia…
    Vuelvo a vivir y a morar tu orilla, de nuevo seducida por tu reverencial cortejo. Vuelvo en mi ensoñación a quedar prendida venerándote, sumergida en el pellizco de tu sosiego.

  3. 8 octubre, 2016 at 15:42

    Llegó el Otoño, y a su paso tiñó de un tono amarillento lo que se cruzó por el camino. Tan sólo las olas del mar rompían ahora el silencio de las playas. Las ciudades volvieron a despertar de su corto letargo, con los sueños del verano todavía en sus retinas, preparándose para su constante y habitual frenesí. Bandadas de aves migratorias surcaban los cielos en dirección a otros mundos, donde el sol brillaba ahora con más fuerza.
    Pronto los suelos se inundarán de hojarasca, y de los árboles tan sólo penderán las hojas más fuertes, las que se resisten al cambio, mientras sus compañeras les gritarán desde bajo que deben caer, o morirán de todas formas. Muchas negarán su destino, hasta que el viento sople con fuerza y las testarudas hojas se dejen mecer por un último baile. Sólo en su caída entenderán resignadas, que gracias a su muerte, su árbol seguirá con vida.

  4. tennspirit
    8 octubre, 2016 at 19:56

    El mar me hace sentir un poco más vulnerable.

    Quizá es la sensación de inmensidad, de que no soy nada. De no ver el final y ser consciente de los kilómetros que me separan del otro lado.

    Incluso el Océano Atlántico parece pequeño en comparación con lo que me haces sentir. Aun así, por una vez, esto no será una declaración de amor en la que deje constancia de lo enamorada que estoy. Lo reduciré a decirte que te quiero mientras veo las olas romperse contra las rocas y desaparecer.

    Quizá son como yo. Fuertes. Valientes.

    Hasta que llegan al límite y se van consumiendo de la misma manera en la que alcanzaron la grandeza.
    Supongo que a todos nos pasa en ocasiones.

    Unas veces somos la roca del acantilado, dura, irrompible.

    Otras, la ola que, aceptando su fatal destino, choca, por última vez, y muere.

    • María Cervera
      5 noviembre, 2020 at 19:24

      La fotografía también me ha hecho pensar en una relación amorosa. Quizás pudieras haber explicado algo más sobre ese amor que comentas. Me he quedado con las ganas de saber más.

  5. 28 octubre, 2016 at 19:36

    La luz del sol les sorprendió, esa mañana, colándose entre las nubes. Yacían en un frenesí que parecía interminable.

    —No dejes de hacer eso –solicitó ella—. Me gusta sentir cuanto me humedeces.
    —A mí me gusta tocarte tanto como pueda —confesó él.
    —¡Sí! Tócame con suave vigor, con vehemencia sutil, con tierna aspereza… ¡Ah! Y con vigorosa suavidad.
    —Toma mis tesoros y mi fuerza, tranquilízame en tu interior.

    Se estremecían continuamente a cada contacto, como si fuera la primera vez que se tocaban. En un diálogo que, veces tomaba el color de un susurro o el calor de un huracán. Poco importaba que algunos curiosos fueran a visitarlos. Todos los veían juntos, pero nadie conocía la intimidad de su relación.

    Ni la luna que, algunas noches llena de celos, intentaba arrancarlo de los brazos de ella, pero sólo conseguía despertar su pasión. Otras parejas se acercaban a ellos, buscando aprender de su pasión, su fidelidad y su perseverancia, pero nadie los ha superado.

    —Cúbreme una vez más —pide la arena, una y otra vez.
    —Recíbeme en tu ser —advierte el mar, mientras se abalanza sobre ella.

    Para muchos, es solo el ruido de las olas. Para ellos, es su diálogo infinito.

  6. María Cervera
    5 noviembre, 2020 at 19:19

    Me gusta pasear por la playa en invierno, esa mezcla entre soledad, misterio, miedo y fuerza…sorprende que no haya nadie en este entorno, y que solo yo disfrute de este momento. El mar se encuentra agitado y me preocupa acercarme demasiado a la orilla. Las olas han mojado mis bambas y ahora me siento incomoda. Mis pies están helados. Intento no pensar en ello. Estoy escuchando un canal de música clásica, reproducen una nocturna de Chopin. Entre esa melodía y el paisaje, me están entrando ganas de llorar. Mis piernas y mi cuerpo se van moviendo al son de la melodía y las olas. Empiezo a pensar en lo afortunada que soy en esta vida por poder vivir cerca del mar, no sé lo que haría si no lo tuviera. En verano bañarme me relaja y me hace sentir plena. En invierno necesito venir a caminar a diario para poder cargarme de energía. Siento el dolor en los músculos de mis piernas, miro mi reloj y llevo más de hora y media caminando. Pienso en como se llenan estas playas en plena temporada turística, apenas queda un hueco libre en la arena y en como se encuentra ahora, completamente sola, como si no fuera un paisaje digno para esta estación del año. Asociamos el frio a la nieve, con razón. En cambio, para mí, esto es el invierno, lo es todo. Me gusta mirar al suelo, encontrar pequeñas conchas o caracolas vacías. También recojo los cristales gastados que las olas traen a la orilla. Decido dejar de escuchar a Chopin, esa melodía me lleva a querer meterme en el agua para no salir nunca, como Alfonsina. Ahora, en silencio, me gusta escuchar como la espuma se desintegra en la arena y como rompen las olas. El ruido puede ser más o menos intenso. La brisa marina golpea mi cara y encrespa mi pelo. Me siento la persona más horrorosa del mundo. Sudada, con el pelo a lo afro y sudadera ochentera. Me pongo la capucha para disimular el desastre. Imagino que alguien me ve, se acerca y me dice que no hay nadie más sensual en este mundo… Este empacho de imaginación me lleva a mundos muy lejanos y a situaciones que nunca se darán. Debo dejar de crear este tipo de historias y pensar que la realidad es la que es. Que no va a ver nada especial en mi vida. Que lo único que tengo es lo que veo, nada más que eso. Que algún día abandonaré este mundo sin haber dicho o hecho nada que realmente me llene. Sin ser la gran persona que sueño ser.
    Decido volver a casa, continúa la rutina. Decido pasar por un camino diferente al habitual y te encuentro. La persona más bonita del mundo. El viento mueve tu pelo hacia atrás descubriendo tu frente y un poco tus entradas. Llevas la boca entreabierta, pareces agotado pero satisfecho. Me saludas. Vienes de caminar. Me encanta tu cuerpo, tus piernas algo arqueadas, tus hombros, tu cara, tus ojos, tu sonrisa…. Como sorprende la vida… Tu conmigo, cerca del mar… No me toques, ni me mires de esa forma porque te adoro y quizás algún día no pueda aguantar más sin decírtelo.

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