Escribid una historia en no más de 2.000 caracteres cuyo final se desarrolle en la habitación de la fotografía que hay debajo de estas instrucciones. Recordad que para contar los caracteres de un texto, podéis usar el menú Herramientas de Word o cualquier contador de caracteres en línea como estos:
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El sol me nubla la vista, camino por inercia desorientada. Solo hay una razón que me mantiene en pie, y que exige que no me abandone a mi suerte, en la cuneta de esta solitaria carretera… el miedo.
Hasta el último suspiro, me dejaré las fuerzas en el asfalto. Quiero vivir,
respirar libertad, despertarme y que la alegría se instale en cada uno de mis poros. Hasta ahora llenos del sentimiento de podredumbre, que deja la huella del maltrato.
Que fue de tu amor, de aquel hombre del que me enamoré…eras tan guapo, me hacías reír y me mirabas de una forma tan especial.
Me pregunto en que día tu mirada paso de la aprobación al recelo, del recelo a los celos funestos y de los celos al humillante menosprecio. Hasta conseguir hacerme sentir como un verdadero trapo.
Por eso hoy sin aliento, sin agua y sin apenas fuerzas, me agarro a la vida en cada paso que doy.
En el horizonte se desdibuja el asfalto y no sé si en mi » locura » empiezo a ver el paisaje de un mundo mejor, las primeras barracas que se amontonan unas con otras a las afueras de las poblaciones que salpican de bullicio , huida y color, la frontera entre México y EE UU… Por un segundo las vi nítidas para caer desplomada y vencida por la deshidratación…
Al abrir los ojos estoy rodeada de niños expectantes y de rostros curtidos al abrigo de la polvareda de la huida. Rostros amables que parecen comulgan con el dolor ajeno y vivirlo como propio… Acostumbrados a la penuria y mostrando un apego inusitado, con quien como yo no tiene nombre. Me mojan los labios y poco a poco me resucitan. Sin hacer preguntas una mujer oronda se acerca a mi y mirándome a los ojos me dice .-
Criatura lo has conseguido, atrás queda el pasado. Y cogiéndome del brazo tira de mi y se adentra conmigo en la barraca más llamativa. De ahí, pasamos a la que será por unos días mi morada, una especie de cobertizo, con un camastro a la izquierda , un portón rojizo del que entra luz natural a la derecha, y todos los aperos, útiles, sacas, herramientas, ropas, trapos, sillas, acumulados parece en los últimos treinta años … La matrona parece apiadarse de mi, y en un alarde de saber al milímetro lo que pienso, me espeta : tranquila muchachita » este poco halagüeño presente » tan solo es la ‘ antesala » a tu futuro. Manuela Vargas entre tanto te protegerá …
Se despidió alzando las manos y con una sonrisa que encarceló sus lágrimas para que no escaparan. Yo me quedé con la báscula en la mano, la habíamos llevado al aeropuerto para verificar que no le cobraran sobrepeso por exceso de tristeza y melancolía en su equipaje.
Caminé a casa atravesando el desierto, con la báscula en la mano, mientras escuchaba el imponente zumbido de las turbinas de los aviones que aterrizaban y despegaban. Mis deshidratadas lágrimas fluían configurando una danza de despedida frente al ocaso, que pintaba el cielo con los matices del adiós de la luz.
Ella había llegado a mi vida, sin aviso previo. Fue amor a primera vista. Al menos eso dijo. Tras una caminata por el colorido bosque, mi corazón ya le pertenecía y así, fugaz, revolvió mi organizado mundo y se fue. Despedirnos fue como reconocer que todo había sido un sueño.
Abrí los ojos y lo primero que vi, fue la báscula amenazadora, pendiendo sobre mi cabeza. Era la misma habitación de siempre. La misma soledad. Y esa báscula que me invita a sopesar mi realidad, mis fracasos y mis carencias. La ventana me mira con su luz de día y me pregunta si algún día desenrollaré la hamaca, frente a mí y la compartiré con alguien. La habitación completa me pregunta cuánto tiempo más estaré de paso antes de dejar mi propio abandono.
Mis sandalias esperan a que, por fin, baje mis pies y los deposite en ellas. No quieren contemplarme otras veinticuatro horas con la mirada perdida acariciando el amarillo y azul de la sábana. En ese punto me pregunto si ella fue un sueño o una realidad. El desorden organizado de mi habitación, es mi única certeza. Y antes de incorporarme para ponerme las sandalias, prefiero… Prefiero seguir soñando.
Hola, por si alguien sigue lo que escribo, os quería comentar que abandono el ejercicio para empezar a escribir mi propio libro. Un saludo a todos.